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Una historia de odio irracional

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Una historia de odio irracional

Antonio García

No lo pueden evitar. Nacieron así y seguirán embarrancados por los siglos de los siglos. El anunciado “paraíso” comunista prometido nació sobre la base de la expulsión de Dios del corazón humano, y por más fracasos que coseche, más miseria que provoque y más muertes que procure, siempre tendrá un coro de ilusos del que nutrirse para medrar. Líderes millonarios de pueblos arruinados. Avaros embaucadores que, como sanguijuelas insaciables viven de chuparle la sangre al pobre, a quien juran defender. Al inocente. Al incauto.

Pero hay una pobreza en ellos mismos de la que no pueden salir: la deshumanización de su materialismo endiosado. La tremenda indigencia espiritual en que están sumidos desde su nefasto origen histórico. Cuando se está metido hasta el corvejón en una ideología de esencia tan totalitaria como es el comunismo, de la que además se vive, y se vive muy bien, los vendedores de humo que dirigen a las masas jamás saldrán de ella por sí mismos. Es una adicción sin cura.

Siempre les ha estorbado Dios y siempre les estorbará, dada la raíz básicamente materialista de sus postulados. Y como consecuencia, nunca cejarán en su persecución. El gran problema no es que ellos renieguen de Él, el verdadero problema es que ni siquiera lo toleran en la vida de los demás.

Es fácil encontrar ejemplos que nos ilustren, y a ello vamos. En la Comunidad Valenciana gobierna Compromís. Se llama así, pero no se engañen: es neomarxismo puro, añadiéndole el adobo del nacionalismo. Feminismo de género, ecologismo, progresismo, federalismo, republicanismo… En definitiva, izquierda rabiosa.

Y esta es la noticia casi recién salida del horno: Compromís pide al Gobierno que elimine la presencia de sacerdotes en los hospitales. El vocero ha sido un tal senador Carles Mulet, con un argumento de lo más metafísico: “Quien tenga vicios, que se los pague”. Exigirá que “se garantice la aconfesionalidad del Estado en los centros sanitarios que, según él, actualmente no se respeta”.

Solo se me ocurre un adjetivo para este personaje de ópera bufa: <<¡Cacho leño!>>.

Para empezar, debería saber que un Estado aconfesional es aquel en que el mismo no se manifiesta, posiciona o pertenece a una determinada religión. Es decir, carece de confesionalidad. Como Estado, es ajeno a cualquier práctica o manifestación religiosa. ¡Peeero…! Respeta las religiones, prácticas y manifestaciones religiosas de sus ciudadanos. Por lo tanto, ¡cacho almaina!, la aconfesionalidad del Estado en los centros sanitarios está garantizada. Sin embargo, lo más hiriente, irrespetuoso, bajuno y deleznable es llamar “vicio” a las necesidades espirituales de los pacientes, con esa chulería paleta y esa falta de vergüenza que ni tiene ni ha conocido, y posiblemente jamás conozca. Y ahí le tienen, de senador del Reino de España. ¡Qué bajo hemos llegado, compatriotas!

Eso sí, aclara que el objetivo no es extender este tipo de asistencia al resto de religiones –cosa que me parecería bien-, sino evitar que cualquier religión se “inmiscuya” en los centros sanitarios. E ilustrándonos de paso, por si alguien no lo sabía, que “la asistencia religiosa no forma parte de ninguna rama de la medicina moderna”. Cosa que le agradezco porque, hasta ahora, no me había enterado.

No, no forma parte de la medicina corporal, física. Pero sí que forma parte de la medicina espiritual, la medicina del alma, a mi modo de ver la más importante. Si un impresentable como este considera que es un “vicio” que una persona sienta en sus momentos de enfermedad o sufrimiento, o presintiendo la llegada del final, que desea morir en paz con Dios y consigo mismo, se convierte automáticamente en el más despreciable de los seres humanos. Gentes así autodestruyen solicos su propia dignidad. Negarle al hombre sus derechos espirituales es lo más rastrero que me he podido echar a la cara.

Si usted, senador Mulet no cree, me trae el mismo cuidado que si se la machaca con dos manos de almirez, pero usted no gobierna para su ateísmo -¿o sí?-, sino para el

pueblo. Está bien que el Estado sea aconfesional, pero esa persecución lacerante a la religión, particularmente al cristianismo será su condenación, se lo aseguro.

No olvidaré decir que hace dos años, Izquierda Unida exigió al gobierno valenciano derogar el convenio de asistencia religiosa en hospitales públicos. Consideraba un “escándalo” el dinero que la Generalitat destinaba al mantenimiento de los servicios religiosos en hospitales, como si ello fuera la culpa de las grandes deficiencias que se dan en la sanidad pública. <<Unos partidos progresistas no pueden estar de acuerdo en este gasto nada propio de una sociedad moderna y aconfesional>>. ¡Con qué descaro se justifican a sí mismo los ladrones profesionales! Sus sueldazos, mala gestión, latrocinios y derroches.

Aún no me he quedado a gusto, pero he de terminar. Y lo haré con palabras de los médicos valencianos: <<Las deficiencias y recortes en la sanidad valenciana, muy criticados desde todos los sectores, tienen su origen en la mala gestión y organización por parte de la Consellería de Sanidad, y es demagógico pretender eliminar la asistencia religiosa con la excusa de una sanidad mal gestionada>>. Y un director de hospital valenciano declara: <<La asistencia de los sacerdotes en los hospitales es muy valorada por los pacientes y sus familias, y la ayuda espiritual en situaciones graves o próximas a la muerte es un gasto mínimo, frente a los muchos gastos de dudosa o ninguna utilidad que se hacen en la sanidad pública>>.

Pero no basta con ser rojos: hay que demostrarlo. Y en ello están muchos.

Por cierto, existe una biografía sobre la sanguinaria Dolores Ibarruri en la que se testimonia que “La Pasionaria” se convirtió al catolicismo antes de morir.

Para Dios, nada es imposible.

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