Por Antonio García
Dos acontecimientos de singular relevancia se han producido en poco tiempo en nuestro país, al que una parte de sus habitantes aún nos atrevemos a llamar España sin temblarnos la voz y sin mirar alrededor. Uno, el 7 de Noviembre, “contra la violencia machista”. El otro, el sábado 28 del mismo mes por el “no a la guerra”.
Para ir abriendo boca y por si luego se me olvida, voy a comenzar calificando ambas payasadas de inútiles, tendenciosas, partidistas y demagógicas. Y esta vez soy yo el que se queda más ancho que largo.
Las menciono a las dos porque, en realidad, ambos fenómenos tienen el mismo fondo, la misma raíz, o sea, la agresión o ataque de un “alguien” a otro “alguien”, aunque a distintas escalas. Pero empecemos por la primera, la llamada violencia de género ó machista.
Ciertamente estoy contra la violencia, pero estas teatralidades me parecen de lo más patético. En primer lugar solo se menciona la agresión cometida por un hombre contra una mujer. De la inversa, ni media, mutis. Como si no existiera. En segundo lugar estas reivindicaciones tendrían algún sentido si no existieran las leyes, los códigos penales, los jueces, la policía y, en definitiva, todo el entramado del Estado que regula la convivencia. Es decir, si esos crímenes fueran desatendidos por las instituciones. Pero no es así. Y si no, que lo demuestren. Añado además que me parece tremendamente sospechoso sacar del contexto general de la violencia la muerte de una mujer a manos de un hombre.
Como si el resto de homicidios, crímenes y asesinatos fueran de segundo grado o no tuviesen importancia. De tal manera que, al decir de alguna manifestante, hay que hacer de este problema machista un “asunto de Estado”. Otro dato que a mí me llama la atención es que a la manifestación de Madrid acudieron más de trescientas asociaciones feministas, que supuestamente encierran en su filosofía y pretensiones el pacifismo. Contra la violencia, la paz. Porque no querrán guerra sin bajas. Digo yo, ¿no? Pues traigo esto a colación porque, cuando una periodista se acercó a Raquel Pérez, la flamante representante de Izquierda Unida en la Diputación de Alicante para entrevistarla, le oyó decir –porque según parece venía a cuento-: <<vamos a quemar la Conferencia Episcopal>>. Es decir, que esta señora pretende pegarles fuego a todos los Obispos de España mientras exige el respeto de los hombres hacia ella. O sea, que erre que erre, que leña al mono que es de palo. Si alguno de ustedes sabe cómo se come esto, explíquemelo, por favor. Aunque ya se que lo de pegarle fuego a las iglesias y a los curas se ha hecho viral entre esta chusma de iluminados e iluminadas que llevan en la cartera la fórmula secreta para hacer del planeta Tierra un mundo feliz. A excepción de los países islámicos, claro.
Bien podrían manifestarse por otras cuestiones que en España son tema tabú y donde no existe ninguna acción política al respecto. Por ejemplo, el suicidio, que de unos años a esta parte está adquiriendo tintes alarmantes. Este si es un gran problema de salud pública. Los expertos dicen que “se oculta bajo la alfombra la principal causa de muerte violenta”. Es la primera causa de muerte no natural, por delante de los accidentes de tráfico y a muchísima distancia de los homicidios. Y nadie habla de ello. Claro, uno de los motivos puede que esté aquí: en 2013 se quitaron la vida 3.870 personas, de las que 2.911 eran hombres y 959, mujeres. O sea, más del triple de hombres que de mujeres. ¿Esto es algo que no merece atención por parte del Estado y la sociedad, incluso que se cree un Ministerio específico como el de la “Igual-da”? ¿Que se hagan manifestaciones exigiendo más estudios y medidas para atender este grandísimo drama? ¿Qué se creen planes y programas y presupuesto para la atención “sexualmente específica”, para que todos –y todas- sepamos el por qué y cómo atajar este “problema de género”? Pero eso sí, sin po-li-ti-zar-lo, y sin que “el sexo” se convierta en el negocio que está siendo.
En fin, aquí hay gato encerrado o, al decir de Hamlet, algo huele a podrido en mi reino.
Y ahora vamos con los del “no a la guerra”. Pues vale, perfecto. Pero como pregunta mi buen amigo Juan José Vijuescusa, articulista del Imparcial, al que, con su permiso, le copio la frase: “Sí, pero cuál de ellas, porque guerras las hay en medio mundo”. O a lo mejor es que estos reivindicadores de tres al cuarto lo dicen en general. Pues bien, pues eso. ¿Ya está dicho? Pues hala, todos a casa o a tomar la cervecita, que ha quedado divino de la muerte. ¿Y ahora qué hacemos? ¿Qué proponemos?, ¿qué medidas tomamos para cada una de las guerras?, ¿qué le exigimos a nuestro Gobierno? Porque claro, manifestarnos para no exigir nada en concreto… ¡buen viaje hemos echado! Las que lleva la Humanidad en tres mil años de historia –más las de antes-, esas ya no tienen remedio, pero para las que ahora están calentitas y para las venideras, aún estamos a tiempo de aplicar vuestras propuestas, señores manifestadores. Eso sí, por favor, no me vengáis con mariconadas políticas y proponed algo que sea eficaz, que sea capaz de llegar a las profundidades del corazón humano, de todos los humanos que habitamos el planeta sin distinción de razas, sexos, ideologías y demás puñetas. Incluyendo el corazón de los poderosos que gobiernan la Tierra.
Porque de no ser así, me temo que ir, iremos, pero pa ná…
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