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La ideología de género (II)

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La ideología de género (II)

Por Antonio García

Antes de seguir, nos interesa entender esto: una ideología es un sistema cerrado de ideas que se postula como “modelo”, según el cual ha de reestructurarse toda la vida humana en sociedad. Un modelo que se concibe independientemente de la realidad. Es decir, no es de ninguna manera la experiencia la que lo alimenta. No es la ideología la que está construida y condicionada por la concreta realidad, sino que es ésta, la realidad, la que debe ser definida como tal por la ideología. Y una vez establecido el modelo, su objetivo es el de ser aplicado a la vida humana como un molde al que la realidad debe adaptarse. Es una anticipación de la realidad, un proyecto que define qué y cómo ha de ser ésta: por eso no necesita de la experiencia, sino del poder. Podemos sintetizar sus notas esenciales diciendo que:

a) Es dogmática, esto es, que toma como punto de partida postulados o afirmaciones acerca de las cosas que no demuestra, que no prueba ni intenta probar. Es a partir de estas afirmaciones –o concepción de la realidad- que se desarrolla (con mayor o menor rigor lógico) la ideología.

b) Es totalitaria, no solo en el sentido de que pretende imponerse –y no admite contradictores-, sino también en cuanto abarca toda la realidad.

c) Se concibe a sí misma como “creadora” de la realidad.

d) Es utópica. Precisamente porque se niega a reconocer la realidad, el fin que plantea es inalcanzable y, muchas veces, contradictorio y absurdo. Sin embargo, las ideologías suelen interesarse más por el camino que por la meta; por la etapa de lucha y de imposición de sus postulados que por la posibilidad misma de una victoria final.

Simone de Beauvoir, existencialista marxista, es figura fundamental en el origen, impulso y desarrollo del feminismo radical. Nació en París en 1908 y murió en 1986. Su libro, “El segundo sexo”, que apareció en 1949 se considera elemento fundacional del feminismo. Una suerte de libro sagrado de este feminismo radical, y su autora, una figura hecha leyenda.

Pareja toda su vida del filósofo Jean Paul Sartre, nunca se casaron ni vivieron bajo el mismo techo. Ambos vivieron en completa libertad, practicando la poligamia y sintiéndose felices con el lazo que habían creado entre ellos. Este tipo de relación tan novedosa se cimentaba en el rechazo profundo y visceral de lo que ellos llamaban el modo de vida “burgués”. En 2008 se creó en su honor el Premio Simone de Beauvoir por la Libertad de las Mujeres.

Algunas “perlas” de su pensamiento nos permitirán comprender su filosofía:

<<El modo de marginar y someter a la mujer ha sido limitarla a las tareas de reproducción y al trabajo doméstico, esto es, “encerrarla” en la maternidad. Y, en efecto, la liberación de la maternidad se transformará en el elemento clave de la liberación femenina.

Las actividades de procreación y maternidad son actos repetitivos que le impiden trascender, que la hacen pasiva, que no la diferencian de los animales. Sufre pasivamente su destino biológico. Su “desgracia” consiste en haber sido biológicamente destinada a repetir la Vida –es como una “condena” biológica-, cuando a sus ojos, la Vida no lleva en sí sus razones de ser. (La vida, en sí misma, no tiene para ella ningún valor, ningún sentido).

Uno no nace, sino que se hace mujer. Es decir -como no cesará de repetir luego la ideología de género-, la mujer, al igual que el hombre son productos de la cultura (no de la Naturaleza).

Hasta tal punto considera Beauvoir que la función reproductora esclaviza, y que el trabajo de “madre” es contrario al interés de la mujer, que considera que debería obligársela a liberarse de él. (Leen bien: obligarle). Pensamos (dice) que ninguna mujer debería tener esta opción. No debería autorizarse a ninguna mujer a quedarse en casa para cuidar a sus hijos. La sociedad debe ser totalmente diferente. Las mujeres no deben tener esa opción, porque si esa opción existe, demasiadas mujeres decidirán por ella. La mujer debe emanciparse en una doble dirección: de un lado, del

dominio y de la explotación del varón, y, por lo tanto, de las instituciones que sirven a este fin, tales como el matrimonio y la familia; de otro lado, de la represión sexual a la que ha estado sometida por la religión y la moral tradicionales>>.

El feminismo radical sostiene que ciertas ideas e instituciones han surgido como consecuencia de las relaciones de opresión entre los sexos. Así, por ejemplo, se sostiene que el hombre se apropia de la energía sexual femenina, distorsionándola con dos tipos de “mitos”: el amor romántico y el matrimonio. Ambos construyen la “fantasía” mutua sobre el amor heterosexual más comúnmente aceptada en nuestra sociedad: la familia.

Resumiendo la “tesis” feminista, podríamos decir que el varón ha creado lo que llamamos naturaleza femenina. Para ello ha desarrollado una construcción social que es la heterosexualidad (una creación voluntaria del hombre, que al principio no debió de existir ¿…?) Para tener a la mujer sujeta y oprimida se vale de la maternidad y de instituciones que le sirven de soporte (matrimonio, familia, trabajo doméstico, crianza de hijos). Todo esto constituye el sistema de dominación básico sobre el que se asienta todo otro sistema de dominación.

Ahora bien, ¿cómo liberar a la mujer de está opresión que la ha tenido sujeta, bajo el dominio del hombre, a lo largo de la historia? La clave está en la liberación de la maternidad, es decir, en el control –por parte de la mujer- de los medios de reproducción, con la consiguiente abolición de la familia fundada en relaciones biológicas.

Queridos lectores, quizás estoy siendo algo reiterativo, pero es importante que entendamos bien todos esto.

(Continuará)

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