Hace apenas unas semanas, nos hemos enterado de la triste pérdida de Juanlo Tomás Arsenal.
Un chico de cincuenta años, con raÃces hellineras. Una noche se acostó y en ese sueño se marchó al lugar en el que tarde o temprano nos reuniremos con él.
Cuando algo asà sucede, todos dedicamos un tiempo a la reflexión. Nos preguntamos el por qué de tantos sin sentidos en esta existencia.
Una sensación por querer relativizarlo todo, nos inunda. Y es que, es cierto: Nada vale demasiado la pena, excepto saber vivir intensamente las horas, los dÃas, o los años que tenemos.
Porque la vida es un regalo y como tal deberÃamos aceptarlo. Porque no merece la pena el tiempo que perdemos en aquello que no nos hace felices. La velocidad a la que intentamos vivir, persiguiendo lo que no es necesario.
Porque somos tan ilusos que justo cuando creemos que aprendemos a vivir, entonces nos morimos.
La vida es ese regalo que nos llega y no es para siempre. Contiene
amor, superación, creatividad, sueños, contemplación, abrazos… Y la llenamos de desamor, cosas materiales que simplemente nos roban espacio y tiempo. Enfrentamientos y desmotivación. Agobios y resentimientos.
La vida, debe ser la intensidad del hoy. Los planes del presente. Los abrazos del momento.
La vida, es lo que tocas en este instante. Son las palabras que llevamos agarradas en la comisura del corazón y tenemos la obligación de liberarlas, hoy.
Es el roce de una brisa que te toca y puede que no vuelva. Entonces…
¿Por qué esperar para sentirla en cada uno de sus matices?
La vida debe ser lo que tú eliges y decides en cada minuto.
Debe ser un stop a la infelicidad y una puerta siempre abierta, al aire
fresco que nos hace crecer como seres humanos.
El regalo de la vida, lo valoramos una vez que se ha perdido. Lo consideramos en la profunda tristeza de saber, que alguien como Juanlo, se ha ido.
Junta las palmas de tus manos y mira en ellas… Aunque las veas vacÃas, no es asÃ.
En ellas tenemos algo tremendamente valioso. Quizá lo más poderoso que podamos tener:
El regalo de vivir.
Seguirás en nuestro corazón, Juanlo.
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