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La ideología de género (I)

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La ideología de género (I)

Por Antonio García

Queridos lectores, como ya dije en el artículo anterior, me propongo contarles a todos ustedes qué es eso de la “perspectiva de género” y su instrumento político y práctico llamado “ideología de género”. Creo necesario, en conciencia, que esto se sepa. Y que todos desentrañemos, la maquiavélica trampa que se esconde tras este manipulador y destructivo movimiento del feminismo radical.

La principal fuente documental que he utilizado, porque condensa a la perfección toda la información que poseo sobre este tema, ha sido la tesis del profesor Siro M. A. de Martini, de la Universidad Católica Argentina.

Y voy a comenzar de una manera nada usual: por las conclusiones. De manera que, ya de entrada y de un solo vistazo nos situemos en la terrible estafa que esta ideología supone y en la astuta y falaz manipulación a la que están sometiendo a la sociedad, desde todas las instituciones político-administrativas occidentales.

  1. El feminismo radical interpreta la diferencia entre varón y mujer como de oposición mutua y permanente, como inevitable confrontación.
  2. La ideología de género es el principal instrumento que utiliza este feminismo. La perspectiva de género es el nombre de su estrategia. Es una ideología totalitaria (abarca todos los aspectos de la realidad).
  3. En el plano antropológico (el que trata de los aspectos biológicos y sociales del hombre), implica una negación de la existencia de una naturaleza humana. La sexualidad diferenciada es un artificio creado por el ser humano.
  4. El principal objetivo del feminismo radical es la eliminación de la maternidad como función de la mujer.
  5. Para ello debe destruir las instituciones en que se apoya la función maternal: el matrimonio y la familia biológica.
  6. La apropiación de la reproducción es el primer paso para la eliminación de la maternidad. Ello implica la anticoncepción y el aborto como decisión y derecho privativo de la mujer.

Desde un principio el feminismo radical o de género aparece vinculado con el pensamiento marxista, en su modo dialéctico de entender la relación varón-mujer. Esto no significa que todas las feministas sean personalmente marxistas ni, por supuesto, que Marx haya sido feminista. Pero las primeras y decisivas formulaciones de lo que habría de ser el feminismo radical o de género, se encuentran ya en los primeros pensadores marxistas.

Para Marx, el dato central de toda la existencia del hombre es la propiedad de los medios de producción, por tanto será alrededor de este hecho capital donde se irán generando las permanentes contradicciones y confrontaciones entre las clases sociales. De ahí, la lucha entre las clases explotadas y las clases explotadoras.

La burguesía ha generado su contrario en el proletariado, y la emancipación de éste significará la emancipación, al propio tiempo y para siempre, de toda la sociedad de la explotación, la opresión y de la lucha de clases. Esta liberación ha de ser necesariamente violenta y, luego de una etapa de dictadura del proletariado en la que éste se apropiará violentamente de los medios de producción y destruirá los modos de dominación burguesa, la humanidad alcanzará la sociedad comunista, es decir, una sociedad sin propiedad privada ni clases sociales. Esta será la síntesis definitiva.

Siguiendo esta línea, el varón aparece en la historia como el burgués explotador y la mujer, como el proletariado, la explotada. La emancipación de la mujer supondrá la emancipación de toda la sociedad de explotación masculina. Por tanto, a esta “realidad” de la lucha de sexos (lucha de clases), se contrapone la revolución feminista radical.

La estrategia principal del hombre para “someter y explotar” a la mujer ha sido la capacidad de ésta de engendrar la Vida: la Maternidad, en el marco del matrimonio monógamo entre un hombre y una mujer. Por lo tanto, la fase central de esta revolución es “la toma del poder”, por parte exclusiva de las mujeres, de los medios de

reproducción. Los medios que han demostrado ser más aptos para lograr la victoria son: el aborto, por decisión privativa de la mujer, la fecundación artificial (sin la intervención de la sexualidad masculina y femenina) y el matrimonio entre personas del mismo sexo. La revolución se libra en el campo cultural y, luego, en el jurídico.

Así, el matrimonio y, por ende, la familia, no es una realidad natural, sino una construcción social (como puede ser la creación de una empresa o la constitución de una comunidad de vecinos). O sea, un invento que, en algún momento crearon los humanos. Y por tanto, ningún impedimento puede haber -de orden jurídico, ni moral, ni antropológico, ni siquiera biológico- para que el matrimonio deje de ser la unión entre varón y mujer para transformarse en la unión entre dos personas, prescindiendo totalmente de sus respectivos sexos. Lo que una vez se construyó, se puede “deconstruir”. Por ello, y ya está ocurriendo, se da la indiferencia jurídica por la verdad biológica de las personas. Se trata de la idea de que no existe realidad biológica sino que, lo que llamamos diferencia sexual, no es más que otra construcción social o cultural que, por tanto, puede ser modificada, por la mera voluntad de los individuos.

La ideología que niega que existe una realidad, independiente de la voluntad del hombre, es conocida como “feminismo radical o de género” que está teniendo, en el mundo occidental, un desarrollo formidable: ese feminismo radical que supo encontrar, con la creación del concepto de “género” un poderosísimo instrumento de penetración cultural.

La palabra “feminismo” no debe confundirnos. No se trata de ese feminismo que, partiendo de la realidad del trato desigual que muchas veces recibían (y aún reciben) en los trabajos las mujeres con relación a los hombres, ha bregado por la igualación de oportunidades y condiciones jurídicas y económicas entre varón y mujer. Por otro lado, no ha de pensarse que estamos frente a una ideología de solo mujeres o que nada más interese a las mujeres. Este feminismo radical se cuestiona no solo toda la cultura occidental, sino hasta la organización de la misma Naturaleza.

(Continuará)

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