Hace unos días, me contaban algo sobre una autora desconocida que está causando furor.
¿El tema? Sexo. Algo que está de moda tras las Cincuenta sombras de Grey.
Algunas veces, he pensado en escribir un relato, cuyo tema fuera el Sexo. Pero reconozco que es complicado, delicado. Es fácil caer en lo vulgar, o lo empalagoso.
Entonces… ¿Cómo escribiría yo, sobre Sexo, si me lo pidieran?
Lo primero sería separar el amor, los sentimientos del puro placer físico… ¿Sabría?
Lo segundo: Fantasearía con una escena. Comenzaría introduciendo al lector en el juego, el deseo.
Crearía una mirada lasciva, brillando a causa, de la puntilla negra, que sobresale del escote de una mujer sensual…
Evocaría el apetito sexual que desprende un hombre libidinoso, al mirarlo.
Podría elegir como protagonistas a dos personas que se conocen en un mundo virtual y quedan en una cita a ciegas.
Se encuentran en la puerta de un bar de moda.
Ella, lleva ceñido a su cuerpo, un vestido negro de tirantes, con un escote muy sugerente. Se contonea sobre unos altos tacones. Detalles perfectamente estudiados.
Aire femenino que atrapa, en los misterios del agrado.
Él, ha elegido un pantalón de pinzas, azul marino, clásico para la ocasión. Lleva una camisa blanca de mangas largas que ha doblado a la perfección.
Huele a…
Ambos necesitan, buscan, desean compañía, contacto…
Es una cena, en una noche de verano, escondidos en una pequeña cala, junto al mar, dejando que las olas toquen sus pies desnudos.
Los iluminan dos velas y una luna llena que aparece por el horizonte.
Ella juega con una cereza entre sus labios. Sabe que saborear con premeditación, eleva los sentidos.
La mirada de él, rompe el contorno tímido de los pechos naturales de ella, prisioneros entre ese sujetador negro, que deja asomar las puntillas insinuantes. Pechos que solicitan ser amados.
Ella, con su pie juguetea bajo la mesa, expresando su provocación con los ojos. Sabe lo que hace. Sabe como acariciar el corazón ajeno que se asoma. Sabe que tiene el control.
Se excita al descubrir la textura de otra piel.
Sorbos de vino que manchan el mantel.
Labios mojados, calor en los dedos. Falta de aire.
Hombros incitantes que asoman. Tirantes que caen sobre la piel hambrienta. Brisa que juega y arrastra el pelo de ella sobre la cara.
Labios rojo pasión, desprendiendo la necesidad de ser poseídos y poseer.
Miradas que turban.
Dedos que se arrancan atrevidos, subiendo por otros brazos. Corazones que se aceleran. Manos que juegan con el pelo y apresan esa cara pendenciera, esos ojos, esa boca sedienta.
Esos muslos…
Vestido que cae, pechos que se liberan, dejando libre la curva interminable de una espalda. Perfumes desatados que se mezclan. Hambre de deseo que quiere saciarse. Camisa que se llevan las olas.
El sexo se siente, no se describe.
El sexo te eleva, cuando dos cuerpos se retuercen entre la arena y las olas.
¡Ahora tú! Ahora yo. Somos uno. ¡Somos todo!
Somos esencia, erotismo, locura.
Te abrazo. Me abrazas. Te elevo. Me elevas. Susurros al oído. Pieles que se alteran.
-¡Dímelo!- Le murmulló ella al oído sin dejar de acariciarlo.
-¿Qué te diga, qué?- Contestó él encandilado, mordisqueándole el lóbulo de la oreja.
-¿Dime lo que sientes?-
-¡Siento que una vez más te quiero!-
Porque jugar a descubrir el sexo con la persona amada es la mejor fuente de inspiración.
Porque descubrirle al otro, nuevas facetas en el arte de la sexualidad, es la provocación ideal para conseguir el éxtasis buscado.
Porque siempre que pienso y describo dos pieles que se rozan, aparece el escenario del amor, allí donde mis letras bailan y se sienten libres.
Jamás podría triunfar en esta nueva época.
Pertenezco a esa coctelera en la que se mezclan los arrullos de la insinuación. Las pasiones. Juegos de sensualidad. Arrebatos. Abrazos y deseo. Descubrimientos… Ilusión por sorprender.
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