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El silencio de los mártires

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El silencio de los mártires

Por Antonio García

La noticia apenas ha sido comentada. A duras penas ha merecido, en algún rincón informativo una breve referencia. Demasiado poco importante para distraer a los grandes medios mediáticos, ocupados en el soez aquelarre de los pretendientes al gobierno de nuestra pobre nación. Pero hayan sido pocos o muchos los glosadores de esta trágica noticia, no puedo por menos que sumarme al triste cortejo de los que lloran este inútil e injustificado asesinato. Bien es verdad que es uno más de los brutales crímenes que a diario se cometen contra personas e instituciones inocentes, pero cada uno tiene su momento para explotar y hoy me toca a mí, asqueado hasta la médula de tanta maldad gratuita, tanta sinrazón y de tanto silencio e indiferencia.

Viernes, 4 de marzo de 2016. Cuatro monjas Misioneras de la Caridad, la congregación creada por la Madre Teresa de Calcuta, han sido abatidas en Adén, capital de Yemen -al sur de Arabia Saudí-, por animales sin alma y sin escrúpulos. Por bestias ideologizadas y fanatizadas con la cabeza hueca y el alma llena de odio. Cuatro enfermeras que trabajaban en una residencia de ancianos, cuya única culpa es la entrega desinteresada y amorosa al cuidado de los débiles, pobres y necesitados. Junto a ellas, otras doce personas -incluidos varios ancianos- perdieron la vida. Todos fueron esposados primero y muertos fríamente a balazos en la cabeza. Al parecer, y según fuentes del mismo país, los extremistas musulmanes autores de la “proeza” acusan a la congregación de hacer proselitismo cristiano. Aunque no es la primera vez que las Misioneras de la Caridad sufren la furia del fanatismo musulmán. En 1998 atacaron su centro de cuidados para discapacitados, en una ciudad a orillas del Mar Rojo, con el resultado de dos enfermeras muestras a tiros.

Qué pena, el pasado 8 de marzo se celebró el Día Internacional de la Mujer, y ni una sola referencia, ni una mísera esquela, ni un humilde clavel sobre la tumba y el recuerdo de estas heroicas mujeres. Si, ya se que este es un episodio más de los muchos que el salvajismo y la crueldad están produciendo a diario en el mundo dominado por el islamismo radical. Pero qué pena, qué desasosiego me produce ver no hace mucho que en Europa pulularon los “yo soy Charlie Hebdo” y nadie, absolutamente nadie es “yo soy Misionera de la Caridad”. Ni una sola foto con políticos de postín –o sin postín- testimoniando su rechazo a esta atrocidad, ni una sola feminista condenando semejante crueldad, y hasta pocos, muy pocos cristianos haciéndose eco y vomitando públicamente su rechazo a tanta salvajada contra los suyos, que también son los míos. Si, lo digo y lo mantengo a pesar del intenso e íntimo dolor que me produce: desde que empezaron las matanzas de cristianos en Nigeria hasta el holocausto que el Estado Islámico está perpetrando entre hermanos en la fe, todavía los acomodados cristianos del estado de bienestar no hemos sido capaces de clamar en masa ante el mundo entero -unidos en una sola voz- la palabra ¡basta! Todavía no hemos sido capaces de inquietar tan siquiera a los organismos internacionales con nuestro grito solidario, con nuestra queja unánime, para que frenen de una vez tanta maldad y salvajismo incontrolado contra una población inocente, pero culpable a su vez en buena parte del mundo por el solo hecho de creer en Dios y en su enviado Jesucristo.

Y si me apuran, ya no me importa el credo de cada cual. Apelo a la simple humanidad de todas las personas de buena voluntad que en el mundo son, a los millones y millones de gentes de paz, sea cual sea su fe o su falta de fe, para que despierten de una vez por todas de tanto silencio culpable, de tanto letargo pusilánime y cobarde, de tanta indiferencia criminal que solo ayuda al crecimiento del abuso, del horror, de la injusticia. Semejante actitud, semejante falta de ánimo y valor en la mayoría para denunciar a voz en grito y afrontar valientemente situaciones tan injustas, solo puede traernos la más lamentable y abyecta decadencia del espíritu humano. Engolfados como estamos en mirarnos solo nuestro propio ombligo, ni vemos ni nos interesa ver el mundo que sufre a manos de desalmados que solo buscan el poder y la imposición totalitaria de sus intereses y credos. ¡Que pena que tantos podamos tan poco! ¡Qué

pena tanto esfuerzo, trabajo, política y dinero público en imponer ideologías y modas pervertidoras del ser humano, puras basuras intelectuales, morales y éticas, y no seamos capaces, ciudadanos y Estados, de parar en seco la ignominia y el genocidio!

A algunos no les interesa. A los demás casi no nos incumbe. Aquello queda lejos y aún nos sentimos protegidos… Como en aquel cuento, todavía no nos creemos que venga el lobo.

Y, aunque algo intuimos, no nos atrevemos a abrir bien los oídos y prestar atención por si escuchamos el clamor, el lamento, el desgarrador quejido de aquellos que son expulsados, perseguidos, torturados y muertos por la sinrazón y la atrocidad del fanatismo incontrolado. Y por bastardos intereses de quién sabe quién, que azuzan la llama del odio, el atropello, el despotismo y la locura.

Desde aquí mi humilde homenaje a tantos hombres y mujeres que, desprendidos de sí mismos son capaces, en medio de mundos hostiles y rodeados de chacales y aves carroñeras, de entregar su vida por amor al prójimo. Por amor a Dios.

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