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De nacionalismos españoles, o vamos a contar mentiras

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De nacionalismos españoles, o vamos a contar mentiras

Por Antonio García

Creo recordar que nunca me he referido en un artículo al nacionalismo vasco y, mira por donde, hoy le ha llegado su turno en mi colección de elucubraciones e historietas del abuelo Cebolleta.

Y es que en las últimas décadas, las de la democrática democracia, están dando un por saco de no te menees basándose en la firme peana de la ignorancia, la incultura, el desconocimiento de la historia y los interese varios de grupos de poder, que se desviven por ser cabeza de ratón, en vez de formar parte integrante del león.

Para empezar les diré que el fenómeno nacionalista, que nació en el siglo XIX, no tiene nada que ver con el pueblo llano y sencillo, sino más bien con los intereses de la burguesía económica y social, que vieron en el liberalismo una ocasión de oro para sus negocios, previo su divorcio del “estrato” popular para mejor medrar en sus intereses. Pero esto es otro asunto, y no vamos con él.

Pues bien, hace unos años, el Ayuntamiento de Fuenterrabía gobernado por el PNV, con motivo del próximo milenario de la elevación al trono del Reino de Pamplona de Sancho Garcés III, llamado el Mayor, adoptó el insólito acuerdo de erigir un monumento al monarca navarro como «Rey del Estado Vasco». Descomunal despropósito salido de las tripas del nacionalismo vasco, para apropiarse de la historia de Navarra. Manipulación, falsificación, intereses partidistas… en fin, ustedes ya saben.

Saben también que una mentira, repetida insistentemente, acaba por tomarse como verdad. Y en ello están los vascos, o muchos vascos, que de todo queda gracias a Dios. Y la mentira que se ha hecho endémica es que ellos, los vascos, formaron en el pasado una entidad política unida, y que su absorción por España (y Francia) se debió a la violencia opresora dirigida contra ellos, no por su propia voluntad. Añaden además que el vascuence (hoy euskera) a sido siempre la única lengua de aquellas tierras, Euskal Herria. O aquella otra de que las guerras carlistas fueron ya un claro intento de independentismo vasco frente a la opresora dominación de España. Es decir, que los vascos no han sido nunca, nunca españoles. ¡Y un pijo!, les diría yo, utilizando lo mejor y más selecto de mi léxico, con perdón de los puristas.

Cuando la invasión musulmana de España (año 711), ni los vascos ni muchos otros tenían una conciencia nacional, como ocurría en toda tierra de garbanzos europea. Las grandes naciones se han formado paso a paso, siendo, entre ellas, la nuestra la primera. Pero un día, Navarra –sucesora del reino de Pamplona-, vascona donde las haya, se convierte en una “formación política” y sus monarcas no se definen como <<reyes vascos>>, sino como <<reyes de las Españas>>.

Un rey pamplonica fue Sancho Garcés III, que se adelantó en casi quinientos años a la concepción de la unidad de España de los Reyes Católicos y se autodenominó rex totius hispaniae. Y así aparece en el acta de traslación de su cuerpo a San Millán, el 14 de Mayo del año 1030. Y no fue solo él. Pero el artículo es corto.

Los reyes navarros nunca han querido construir un Estado Vasco, sino reconquistar la España sometida a los invasores islámicos. No es de extrañar, pues, que emparentaran con aragoneses, asturianos, leoneses y castellanos, en un intento de unir fuerzas para una conquista en común. En el Decreto de restauración de la Catedral de Pamplona, Sancho III se refirió a <<nuestra patria, España>>. Para vergüenza y escándalo de los actuales nacionalistas, utilizó más el romance –lengua derivada del latín- que el euskera, dejando que esta lengua se perdiera en la Rioja, Álava y la Ribera navarra.

La historia de las tres provincias vascongadas estuvo ligada íntima, voluntaria y entrañablemente a la de Castilla. Guipúzcoa se unió a ésta en el siglo XI, pues el deseo de los guipuzcoanos no era formar parte de una entidad vascona, sino integrarse en la Corona de Castilla. Así lo solicitó voluntariamente la Junta General de Guipúzcoa. Su apego era tal, que no solo sus combatientes destacaron en la lucha contra el Islam, sino que la Junta General de 1486 hizo jurar a Enrique IV <<que jamás

enajenaría de su Corona la villas, pueblos, etc., ni Guipúzcoa entera>>, comprometiéndose a no apartarla de Castilla ni con dispensa papal. Álava y Vizcaya siguieron el mismo camino. Es más, se unieron a su corona incluso antes que Extremadura o Andalucía.

Durante todo el período de hegemonía y gloria española, los vascos combatieron, navegaron y ejercieron multitud de funciones bajo pabellones españoles. Marinos y descubridores figuran entre los más destacados de España. Eran vascos y españoles Juan Sebastián Elcano, Urdaneta, Juan de Garay, Ortiz de Zárate o García Oñez, cuyas gestas y contribución a la grandeza de la patria no caben en este artículo. Y no solo eso, sino que tuvieron una presencia extraordinaria en la administración española.

En el enfrentamiento con los franceses, los vascos dieron sobradas muestras de patriotismo español. El 4 de Julio de 1795, la Diputación de Vizcaya dirigió al rey un escrito ofreciendo derramar hasta <<la última gota de sangre>> por la independencia española. Y cuando en 1808 se produjo la invasión napoleónica, los vascos, como el resto de los españoles, se enfrentaron aguerridamente con las águilas imperiales francesas.

En fin, amigos, esto no da para más. Pero baste esta pequeña muestra para desmontar tanta distorsión de la historia y mentiras interesadas, como hoy han de tragar, por desgracia, los colegiales vascos.

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