Por Antonio García
Payasos y payasas, claro. Y perdónenme los que se dedican a esta noble, maravillosa y digna profesión.
Un jambo ibérico que se define como actor, músico, bailarín y director de una compañía (aunque es más payaso que todo lo demás), llamado David Fernández, manifestó el día cinco del corriente que la Cabalgata de los Reyes Magos de Madrid es un evento “casposo” que afirmó aborrecer. Es más, hace años aseguró que nunca formaría parte de <<nada que no ame>>. Pero he aquí que, por obra y gracia de la pasta gansa -esa milagrosa pócima que todo lo arregla-, el tal Fernández tenía ya contratada su participación en la de este año, a requerimiento de doña Carmena y de las arcas de los madrileños. ¿Y que le hizo bajarse de sus principios inamovibles? Pues que él, precisamente él, iba a salvar a la cabalgata de toda la caspa acumulada en su historia, logrando un desfile “inverosímil, surrealista y cañero”. Libre de escamas del cabello, que tanto afeaban las antiguas cabalgatas, tan fachas ellas.
Pero no se quedó ahí nuestro gallardo y esclarecido “anticaspa”. Eufórico por la gran labor que se le encomendaba –cobrando, claro-, enardecido por haber sido llamado a cambiar el rumbo de la Historia –cobrando, claro-, se lanzó impertérrito a desvelar su yo más íntimo y soltó lo que tan celosamente guardaba en su alma: <<aborrecemos a los reyes magos y lo que representan>>. Genial, sincero, coherente consigo mismo. Y, modesto y humilde como él solo, reconoció que <<hay determinados huecos y tareas que requieren nuestras habilidades>>. Magnífico, formidable, perspicaz. Verdadero.
He de reconocer que necesitamos de estos bufones si queremos que la civilización avance. ¡Que sería de España sin ellos y ellas! ¡Qué sería de nuestras anticuadas, enmohecidas y retrógradas tradiciones sin el rico elenco de modernizadores que, con todo el sacrificio de que son capaces, actualizan y ponen a punto lo más vetusto de nuestras costumbres, creencias y folklore! ¿Es que no lo entienden ustedes? ¡Una tradición debe estar impregnada de modernidad, coño! Y si no, no es tradición ni es ná. Y además, es “inverosímil, surrealista y cañera”, o no es tradición. No le den más vueltas. Pero, como saben ustedes que soy tan quisquilloso, me queda una espinica, una duda que me gustaría aclarar con el ilustre artista. Señor Fernández, ¿sabe usted bien lo que representa el episodio de los Reyes Magos, esos a los que usted aborrece? Pues le voy a decir una cosa: estoy seguro de que no tiene usted ni puta idea. Ni usted, ni la Carmena, ni el Juan Ribó –alcalde de Valencia- ni muchos y muchos otros.
¿Qué es lo que usted aborrece, cacho esperpento? ¿Qué los niños queden fascinados ante la inefable presencia de esos reales personajes? ¿Qué mantengan la ingenua y maravillosa ilusión de los regalos? ¿Qué los padres alimenten esa deliciosa e inocente fantasía infantil? ¿O tal vez les molesta a ustedes, cacho payasos, que sea una celebración y tradición cristianas? Va a ser esto último, ¿verdad? ¡Ay, que les he pillao, pedazo espantajos! ¡Ridículos y grotescos impresentables!
Hace exactamente un año –y perdonen que me cite- publiqué también en El Faro de Hellín un artículo hablando de sus Majestades de Oriente. Pero aquello fue otra cosa. Me empleé en ofrecer una reflexión sobre mi modo de entender esta preciosa historia o mito, que igual me da.
Como ustedes deben no saber, mis queridos ateos, hemos celebrado la Epifanía. Y como ustedes deben ignorar –mis admirados y cultos artistas y políticos-, Epifanía significa “manifestación, aparición o revelación”. ¿Hasta aquí lo entienden? Pues bien, la primera manifestación del Niño Dios fue a los pastores y a los magos. Y les voy a contar por qué creo yo que fue así: porque los pastores eran gentes humildes y sencillas y los lejanos viajeros de Oriente eran gentes sabias. Es decir, los poseedores, ambas “clases sociales”, de los corazones mejor preparados para recibir la Verdad. Y como los pastores y los magos le llevaron al Niño “regalos y presentes”, hoy mantenemos esa tradición reconociendo en cada uno de nuestros pequeños la presencia de Dios, como obra y creación Suya que son. Ya, ya se que después todo
se desdibuja, se comercializa, se mercantiliza, pero ese es otro bancal en donde ahora no me voy a meter.
Los pastores no necesitaron explicaciones: lo intuyeron. Creyeron con espontánea naturalidad el anuncio del ángel. Los “magos”, que era la forma antigua de denominar a los estudiosos, los sabios, los eruditos, vieron la estrella porque buscaban la Verdad. Con tesón, humildad y sincero afán de conocimiento. Y he ahí su premio: la vieron y la siguieron, porque el mismo Dios, el Único que la posee se la manifestó. Lo que quiere decir, resumiendo, que no hay nada más cerca de Dios que un corazón sencillo y humilde que busca sinceramente la Verdad.
¿Lo van cogiendo?
Pero si ustedes se empeñan en cargarse una tradición que pertenece al pueblo desde tiempos inmemoriales, porque les molesta el olor religioso que desprende, y el pueblo lo consiente –o lo consentimos- pues ¡qué le vamos a hacer!
Al menos, y aunque sea en este humilde medio, que quede constancia de su maldad, su incultura, su desprecio a los ciudadanos, a sus creencias y a sus costumbres.
Y sobre todo, que quede constancia de su perversidad, de su vileza, de su falsedad, de su asquerosa falta de moral y de lo patéticamente payasos que son.
Posiblemente esto sea “predicar en el desierto”, pero oigan, me quedo más a gusto que pa qué.
Sorry, either someone took all the comments and ran away or no one left any in the first place !
But You can be first to leave a comment !