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A ver si nos aclaramos

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A ver si nos aclaramos

Por Antonio García

En ocasiones, cuando alguien le pregunta a otro alguien: “¿eres creyente?”, seguramente más de una vez habrá escuchado esta expresión: <<Creo en Dios, pero no creo en los curas>>. Lo que normalmente le hace quedarse tan pancho y satisfecho. Y la cosa se queda ahí, porque tal afirmación parece cargada de una razón incontestable. O no sabemos qué contestar.

La verdad sea dicha, es una respuesta con la que estoy totalmente de acuerdo: ¡yo -el que suscribe- tampoco creo en los curas! Ni en las monjas, ni en los frailes, ni en los obispos, ni en el mismísimo Papa de Roma. Pero si a ese “otro alguien” le preguntamos <<¿en qué Dios crees?>>, la cosa se puede poner más peliaguda porque, como todo el mundo sabe, ha habido y hay numerosos dioses. O no dioses, como el de los cuernos y el rabo acabado en punta de flecha, al que muchos han endiosado y adoran en la actualidad, hasta rindiéndole su propio culto. Y, no se lo pierdan, edificándole templos. Verídico.

Yo no pretendo dar lecciones, pero no está de más insinuar que si uno cree en algo, lo que menos puede hacer es dar respuesta de su creencia. Saber qué significa, de donde le viene esa convicción y por qué cree en ello. Y sobre todo, en qué le compromete esa certidumbre –si es que le compromete en algo- y a dónde le conduce. O sea, si ese dios en que cree, le “enreda” de alguna manera la vida.

Hay otra respuesta aún más contundente que hace poco leí en un foro de Internet: <<Soy católico, pero no creo en la Iglesia>>. Esta respuesta es aún de más categoría, porque ya no se refiere solo a los curas, sino a toda la Institución milenaria.

Podríamos seguir preguntando. Ha dicho que cree en Dios, vale, pero ¿es usted cristiano? Posiblemente nuestro interlocutor conteste: <<¡Hombreeee, por supuesto, más cristiano que los curas!>>. Entonces la cosa sí que se pone interesante de verdad, más aún si es el caso de que añada: <<Y además, salgo de nazareno en la hermandad tal>>. Esto ya es pa sacar nota.

A mi me gustaría compartir con ustedes algunas reflexiones, sin ánimo de dar lecciones y hacer proselitismo, con las que pueden o no sintonizar. Pero creo que es realmente importante que, en este mundo borreguil, lleno de complejos y falsas seguridades, sepamos al menos, o lo intentemos, dar respuestas a nuestras certidumbres o, dicho por lo derecho, a nuestra fe si es que la tenemos.

En la región del mundo en que vivimos ustedes y yo, la religión mayoritaria es el cristianismo. Y digo bien, la mayoría, porque, entre los que dicen no creer en nada, los de otras religiones minoritarias y los “acogidos e invasores”, pues va habiendo gustos para todos.

A ese “otro alguien” que dice ser cristiano pero no creer en la Iglesia, me gustaría explicarle algunas cosas, y luego que haga de su capa un sayo.

Nadie hemos visto cara a cara a Dios. De tal manera que el Dios en que creemos los cristianos es el que nos mostró Jesucristo. Con su vida, sus palabras, sus hechos… y finalmente su Resurrección. Y si alguien me pone ahora la pega de que lo de Jesús de Nazaret es un invento, que tal personaje ni existió, solo le diré que no está al loro, que ni estudia, ni lee, ni se entera. Porque, mire usted por donde, es el personaje de la antigüedad del que más documentación existe para avalar su existencia real en la Tierra. Con diferencia. Y de ningún personaje de la antigüedad se escribió con tanta proximidad a su vida y a sus hechos. Brevemente algún dato: existen 2.328 manuscritos y fragmentos de manuscritos, que empiezan en el siglo I antes de nuestra era y que recogen en su totalidad los Evangelios. Ninguna obra de la Antigüedad se aproxima siquiera a tal número de textos. Algunos de ellos escritos por historiadores romanos, griegos o judíos, que nada tuvieron que ver con la nueva fe que se predicó. Y otro dato: los Evangelios comenzaron a escribirse apenas cuarenta años después de la muerte de Jesús, cuando aún vivían personas que le habían conocido. Cosa inédita, incluso si hablamos de la historia de Roma, que todos damos por buena. Pero en fin, este no es el motivo del artículo. Quizás en otra ocasión.

Y, ¿quién fundó la Iglesia? Jesús de Nazaret. Y, ¿quién ha conservado y transmitido aquella “historia”, aquel mensaje y aquella fe hasta nuestros días? Pues, con sus luces y sus sombras (muchísimas más luces que sombras) la Iglesia Católica. De manera que ¿usted es Católico pero no cree en la Iglesia? Perdóneme, pero usted es un ignorante, además de tonto. Lo cual no es lo más grave. Lo peor de todo es que usted ni se molesta en aprender, en buscar el fundamento de lo que dice que cree, aunque sea capaz de saberse de memoria la vida y hazañas de un futbolista o cualquier personaje de la política o la farándula. Es como decir “soy del PSOE pero no creo en el socialismo”. Que los habrá, ¡andaaa!

No amigos, yo tampoco “creo” en los curas, ni se me pide que lo haga. Yo creo en Dios, mi fe es en el Dios de Jesucristo, Dios hecho hombre para alumbrarnos el camino y propiciar nuestra salvación. Y en la Iglesia. ¿Saben por qué? Porque yo soy Iglesia. Tanto como el cura párroco del pueblo o el Papa de Roma.

Y al que dice no creer en nada yo le digo: <<mentira>>. Porque no se puede vivir sin creer en nada: ecologismo, política, fama, dinero…, o la fuerza de la gravedad. No se dejen engañar.

El problema, el gran problema es que, creer de verdad en Dios compromete, interpela nuestras vidas, nuestras conductas, y eso puede resultar molesto y embarazoso.

No se si me he explicado bien, pero no hay espacio para más.

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