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Los Tontos Útiles

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Los Tontos Útiles

Por José Torres

“Reos de Ingobernabilidad”

La figura del tonto a secas, o inútil, existe desde el origen de los tiempos, quizás más acusada desde que los humanos tornan su condición de individualistas por la de gregarios, que debió ser el momento en que nace la vida en comunidad, tribus y clanes.

En estas incipientes sociedades el poder y el orden empezó a desarrollarse por medio de estructuras jerárquicas, quizás en aquellos comienzos fue cuando se empezó a vislumbrar el potencial latente de los tontos inútiles, previa mutación a útiles.

Con el título de “Tonto Útil” no se identifica este sujeto hasta principios del siglo XX, término acuñado por Vladimir Ilich Uliánov, (de mote Lenin), aunque como expresión política aparece con anterioridad en los escritos de Carlos Marx. Eso si, siempre relacionado como elemento imprescindible para la implantación de movimientos revolucionarios, a posteriori comunistas.

El camarada Lenin se debió percatar de lo beneficioso que podría resultar, para el triunfo de sus políticas de dominio totalitario, contar con el favor y el respaldo de los tontos a secas, una vez convertidos en útiles, pues sabía que la exigua condición de sus cerebros implicaba poca dificultad para manipularlos y adoctrinarlos.

A partir de ese momento comenzó la metamorfosis del tonto sin utilidad. Pasando por una primera fase de tonto aplicado, (se esfuerza para ser mas tonto), después por un segundo estadio de tonto creyente, (cree todo lo que le dicen), y por último la triunfante mutación a tonto útil.

Estos individuos fáciles de confundir, suelen ser víctimas propicias del viejo timo de los ideales igualitarios, y llegan a alcanzar tan altos niveles de estupidez que sin percatarse de ello, o sea de manera involuntaria, han prestado, y prestan, una ayuda inestimable a partidos y grupúsculos políticos nacidos en los corrales de la más alejada ultra izquierda. Políticos que no buscan el progreso de sus naciones, ni el bienestar de sus compatriotas, pues son partidos cimentados sobre la mentira y la demagogia populista, virus devastadores de los sistemas democráticos.

La historia nos enseña algo curioso desde el plano sociológico, y es que cuando estos partidos de tendencia marxista-leninista han querido apoderarse de un país, lo han hecho de dos maneras: Una cuando lo han hecho en países con monarquías absolutas, por medio de sangrientas revoluciones. Y la otra acudiendo a procesos electorales, disfrazados de corderos demócratas, en el caso de naciones con democracias representativas.

Lo curioso en ambos casos, es que para conseguir sus objetivos lo primero que hacen es proveerse del componente esencial para sus fines, que no es otro que el tonto útil, cuantos mas mejor, “conditio sine qua non”; atrayéndolos a sus rediles con sus discursos viciados de falsas promesas imposibles de cumplir.

Desde 1978 los aires de cambio que soplaron en España propiciaron, a modo de escoba, un barrido general que hizo que los tontos útiles desaparecieran por no tener ideología que los movilizase, ni a la que servir.

Y así de escaso estaba el censo de estos semovientes, hasta que confiamos el timón de España en manos de Rodríguez Zapatero, el azote de Castilla, o el imbécil de León, ¿a saber?

Ese “genio”, posible marioneta política de la masonería, con el “buen” hacer de sus políticas de “amor y fraternidad” entre españoles, nos dejó en herencia una profunda ruina económica y social, como no ha habido otra.

Durante su nefasto mandato, y a tenor de sus medidas favorecedoras de enfrentamientos sociales, comenzó a despertarse en España la pútrida ultra izquierda de antisistemas y separatistas, (listos inútiles), y con ella a proliferar esos tontos útiles que se creía extintos.

A partir de ahí, como dice el refrán, “cada día que ha amanecido, el numero de tontos ha crecido”.

Los tontos útiles actuales son distintos a los tradicionales, pues no han surgido como tontos de escasa sesera y utilidad, sino que la gran mayoría lo han hecho como parásitos, mas o menos ilustrados, que se alimentan de las sustancias vitales de al menos una generación de sus antecesores.

Los nuevos tontos, que suele haberlos de rebote, o por contagio, solo se parecen a los añejos en lo fácil que es mangonearlos, y en su extremada radicalidad. Los de ahora son más egoístas, muy dados a la buena vida, sobornables, y extremadamente resentidos. Pero igual de necios.

Para ir concluyendo, toca recordar el resultado de las pasadas elecciones generales 20D15.

Hoy, casi a finales de enero de 2016, hace cerca de un mes que nos desayunamos todos los días con la dificultad de que en España se consolide un gobierno estable y eficaz, que mantenga a raya la amenaza de una recesión económica y social. Un gobierno que despeje las tinieblas del futuro y garantice para jóvenes y menos jóvenes, un porvenir estable y digno, en materia social, económica y laboral.

La actual situación de ingobernabilidad es la consecuencia de dichas elecciones, pues a la vista de los resultados nos encontramos con diez bandas políticas en las que no se prodigan los estadistas. Por el contrario podrían asemejarse a un enjambre de endoparásitos, sin mas visión de estado que la de libar escaño para enriquecerse a costa de quien sea, y de lo que sea.

Los otros tres partidos que completan el hemiciclo son de ideologías moderadas, y podrían haber resuelto ya el problema si no fuera porque uno de ellos, el PSOE, que tanto ha contribuido al desarrollo de la democracia y al engrandecimiento de España, lleva de timonel un títere azapaterado, y cegado por su avaricia de poder. Esto para vergüenza de propios y extraños, sobre todo de aquellos: Guerra, González, Benegas, Castellano, etc, del 13º congreso de Suresnes-1974.

Pero aún así, los únicos y verdaderos culpables de la actual situación los encontramos entre los votantes, pues en democracia la responsabilidad de los resultados obtenidos es de los electores convocados a las urnas, (y los que se abstienen, más culpables aún).

Para ejercer el derecho de sufragio activo, se convocaron a 34 millones de votantes, de los que se abstuvieron 9 millones. De los restantes 25 millones, que si votaron, se podría estimar en unos 5 millones los partícipes que podrán tener categoría de tontos rentables. Los mismos que serían reos del desgobierno y de la inestabilidad de esta nación, por haber servido con sus votos a los intereses del rancio y trasnochado comunismo, sin percatarse de que si éste triunfara, ellos serían las primeras víctimas de su sistema represivo.

Tal es la fuerza y alcance de la fructífera tontería, que han aupado al Parlamento una Matrioska promiscua, preñada de grupúsculos radicales, sin más finalidad política que la destrucción sistemática de todo cuanto nos une, nos distingue, y nos identifica como españoles. Sin embargo sus señorías antisistema no contemplan, ni por asomo, renunciar ni repartir el sueldazo que les paga el sistema, o sea, España – ya sabemos…, lo mío, mío.

Otro gran logro, gracias a sus votos, es que el clan Podemos ha fagocitado al grupo de Izquierda Unida (UP), que aun siendo de tendencia comunista, son moderados, y conscientes de que la radicalización de los ideales marxistas no acarrean nada mas que la ruina, el atraso y la desolación de un país.

No es que solo sea bueno que gobiernen formaciones de izquierdas, de centro, o de derechas; es que dar opciones a la extrema izquierda, o la extrema derecha, (que la hay), es garantizar el suicidio de la democracia y de la libertad.

Se trata pues, de que el proyecto de este país siga adelante, con garantías de futuro para todos, como ha sido desde los albores de la democracia, con gobiernos de UCD, PP y PSOE; partidos con políticas moderadas, y coherentes con las necesidades de la gente, y de los tiempos, más que con sus ideologías e intereses partidistas. Pero para eso hay que tener condición de hombres de talla y con sentido de estado.

Una estrofa de “La Internacional”, en su versión comunista, dice:

Del pasado hay que hacer añicos.
Legión esclava en pié a vencer.
El mundo va a cambiar de base.
Los nada de hoy, todo han de ser.

Y así, sin quedarles otra, los “nada de hoy” la cantan con fervor, y convencidos se lo creen sin dudar. En esto radica su tonta utilidad.

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