El Faro de Hellín

Por Antonio García

Hoy me han jodido, ¿comprenden? Me han jodido y bien. Porque con esto de ser el día de reflexión, ¿con quién me meto yo sin que caiga sobre mí el peso de la ley? Me refiero a los políticos y sus partidos, claro. Ustedes saben que no soy analista político, pero si la emprendo con alguna brillante idea o expresión de cualquier personaje de la lucha por la gobernanza, pues que me puedo meter en un lío. Porque a lo peor sus adeptos dirán que estoy influyendo en el voto de mi exiguo grupo de lectores, y eso puede influir en el rumbo de “este país”. ¡Vaya usted a saber! Así que me han puesto en un aprieto.

¿Se han dado cuenta ya de lo políticamente correcto que soy? He dicho: “este país”.

Por cierto, hay un señor metido en esto de la política nacional, autóctona –no debo mentar su nombre-, que ha dicho que le da asco pronunciar la palabra “España”. De donde se sigue que este señor –cuyo nombre guardaré en las catacumbas del anonimato-, de aspecto famélico, pinta anoréxica y que no se gasta un euro en peluquería, nunca se dirigirá al pueblo diciendo “¡españoles todos!”. Para él solo somos “ciudadanos”, o colegas, o compañeros, o vaya usted a saber. La cosa está en que el vocablo “España” queda vacío, huero, sin sentido, si no hay españoles dentro. Por lo que deduzco que, o va colocao hasta las trinques o bien, odia a los españoles. O sea, que le damos asco. Y la pregunta es: ¿cómo puede pretender gobernar una nación que le produce arcadas? De manera que, si llegase a tomar las riendas de nuestros destinos, supongo que lo primero sería cambiar de nombre este cacho de la península ibérica. Igual por otro terminado en “tov” o “lenko” o “novich”. O tal vez “zuela”. Pero dejémonos de conjeturas. Llegado el caso, este ínclito ex profesor-sabio-culto-filósofo sabrá lo que tiene que hacer, con tal de que la patria –palabro sin uso- llegue a donde debe de llegar.

Y que conste, yo no he mentado a nadie. Que los hay muy susceptibles, ¿vale?

Así que, volvamos al principio. Hoy es un día para reflexionar. Que es algo así como meditar, considerar, pensar, razonar, recapacitar…, políticamente. Verbos todos ellos que producen urticaria entre los españoles, debido al trabajo que conllevan y la sabia humildad que presuponen.

De manera que no tengo más remedio que tirar por otros derroteros. Cosa que tampoco es un gran problema, porque siempre hay asuntos del mayor interés guardados en la trastienda. Así que les voy a dar una información que les llenará el día de regocijo y no enturbiará la meditación de cada uno de ustedes respecto a que personaje o partido será el objeto de sus discusiones en los bares o tertulias varias. Y hasta del posible motivo de su desapego o mayor apego a familiares y amigos.

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Pero ustedes sigan en lo suyo. El próximo lunes podrán dedicarle a esta noticia toda la atención que merece. No se me distraigan.

De todas formas, y dicho lo dicho, vamos a hablar en serio, queridos lectores. ¿Para qué coño sirve el día de reflexión? ¿Ein? Pues pa ná. Porque no me digan que a estas

horas del día de la víspera, no hay bicho viviente que no tenga ya su decisión tomada. Desde hace días, semanas o incluso años. Hasta los indecisos más indecisos. Porque el indeciso total, el de pura cepa, ese no va a votar o lo va a hacer en blanco. Al igual que los desengañados y asqueados de la casta política hispana.

Así que, mucho día de reflexión, pero la suerte está echada. Y ustedes no sufran pase lo que pase. Que se jodan ahora los políticos comiéndose las uñas hasta el domingo por la noche, con la corrosiva incertidumbre de saber a cuántos españoles han embaucado y cuántos han sido embaucados por el contrincante. Que en España, por cierto, nunca es un contrincante, un opositor, un competidor, sino un enemigo asqueroso a quien más le valdría morirse de un “aciconque”. ¡Chimpún!

Y yo acabo de salir del apuro sin el riesgo de que El Faro de Hellín me despida por incumplimiento de contrato, o me secuestre mi porcentaje de autor.

Paz en la tierra a los hombres de buena voluntad. Feliz Navidad, ciudadanos españoles.