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Nos han robado la Navidad

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Nos han robado la Navidad

Por Sol Sánchez

Llega Diciembre y con él, los resquicios de Navidad.

Las noticias nos hablan de algunas ciudades, en las que han recortado la Navidad.

Incluso quieren cambiar el nombre de Navidad, por Solsticio de Invierno.

Llega Diciembre y con él, los nuevos árboles psicodélicos que parecen cualquier cosa, menos navideños.

Las luces de neón, enfundadas en unas tiras de goma, que más bien están recomendadas para llamar la atención en sitios prohibidos a los menores de edad.

Llegan los dulces navideños prefabricados, que se repiten en cada mesa, todos iguales. Y la saturación de regalos para los niños. Lo mismo que los mensajes de wassapp.

Ha desaparecido la programación navideña de la televisión. Ha sido sustituida por tardes de cotilleo sobre La Pantoja.

Es posible que terminemos contándoles a nuestros nietos: “Hace muchos años existieron unos días mágicos, a los que llamamos: Navidad…”

Ante tanto disparate…. Yo me pregunto: ¿Dónde está la Navidad?

El auténtico Espíritu Navideño. El que se nos regaló cuando éramos unos niños. Navidades envueltas en la sencillez, con lazos de ilusión, de deseos. Panderetas y villancicos.

Aquellos árboles, que poníamos años tras años, con las ramas casi peladas, lo mismo que las cintas de colores y aún así nos parecían preciosas.

Adornos que nuestras madres habían ido consiguiendo y guardaban con amor.

Mañanas en las que esas mismas madres, elaboraban pasteles con cabello de ángel. Pastelillos de canela y limón. Ataviadas con sus mandiles, cogían con arte, las latas con la masa y se iban al horno del barrio a cocerlos.

Tardes en las que nos acercábamos a la Librería, a elegir los Christmas Navideños para enviárselos a nuestros conocidos y esperar durante días, impacientes la respuesta, escrita con su puño y letra.

Tarjetas de felicitación que se mezclaban dentro del buzón con las cartas de los más pequeños a los Reyes Magos.

Para nosotros la Navidad no implicaba regalos, eran sentimientos y una forma especial de compartir.

En los cines, nos ofrecían películas de Navidad. Lo mismo que en la televisión durante todas las sobremesas de las vacaciones.

Navidad era las reuniones con la familia. Pedir el aguinaldo de casa en casa y romper nuestra hucha para invertir esas monedas en un detalle a nuestros padres.

Era soñar con algún pequeño y merecido regalo la noche de Reyes. Posiblemente, el único obsequio del año. Cualquier gesto nos servía y nos hacia felices. Regalos que compartíamos en la calle con los amigos y vecinos.

El aire, olía a Navidad. En cualquier cafetería o rincón del pueblo, la gente sonreía.

Los dulces, tenían un sabor único navideño.

La Navidad formaba parte de las horas, jugaba a nuestro lado. Decoraba nuestros sueños.

Navidad era, magia. Unas fiestas que nos pertenecían para siempre. Una ilusión que alimentar y transmitir a nuestros hijos y nietos.

Un mes que esperábamos impacientes, nada ver caer las hojas de los árboles en otoño.

Nos han robado el espíritu de la auténtica Navidad.

Creo que las generaciones de los años sesenta, setenta, ochenta y parte de los noventa, deberíamos reunirnos y exigir que nos devuelvan nuestra Navidad.

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