Antonio García
Hoy estoy dispuesto a romper una pica en Flandes. Por lo que, dado mi excelente talante -que para sí lo hubiese querido Zapatero-, voy a poner mi caletre al servicio de la Memoria Histórica que tan brillantes resultados está dando en la consolidación de la paz, la reconciliación y el progreso social de la España de mis dolores.
Definamos primero qué es eso de la memoria Histórica: <<la labor legislativa de izquierdistas, sectarios, incultos y fanáticos que, en aras de la actual ignorancia del pueblo llano, desean convertir en sectarios, incultos y fanáticos a todo imbécil que les preste atención>>. Lo que presupone la complicidad, connivencia o conchabanza de las derechas -que con sus santos cojones ha mantenido la ley-, más peores que siete agüelas y más acobardadas y acomplejadas que un barrendero en la corte de Isabel II (con todo mis respetos a los dignos barrenderos). ¿Toda la derecha? No. El alcalde de Pajares de la Laguna (Salamanca) Juan Antonio Benito de Dios, un pueblecito de 112 habitantes, dijo a primeros de año en carta dirigida al Presidente del Senado: <<La ley de Memoria Histórica es aberrante y abyecta, va contra el sentido común y su único fin es manipular la historia, enfrentar a la sociedad y malgastar recursos públicos>>, lo que le ha valido la apertura de un expediente desde su propio partido, el PP. Y es que es verdad, leches. ¡Qué atrevimiento! ¿Cómo osa decir algo así sin ser, por lo menos, por lo menos, alcalde de Bilbado?
Mas, dado mi carácter de por sí bonachón, tendente al aforismo aquél de que las cosas o se hacen bien o no se hacen, voy a prestar, por una vez y sin que sirva de precedente mi colaboración, para que si España se tiene que ir a tomar por saco, se vaya de una pajolera vez y no nos tengan continuamente en vilo.
Yo para mí que la actual ley de la Memoria Histórica peca de timorata, apocada y mojigata. Y eso que el PSOE ha presentado proyectos de ley en donde insta, por un lado a que se considere delito punible hablar bien de Franco y la España franquista, y por otro -no menos determinante para el progreso social-, derribar todas las cruces que se hallen en suelo patrio. Pero con todo y con ello, no es suficiente. De ahí mi desinteresada colaboración para alcanzar, de una puñetera vez, el sueño perseguido por tanto hijo de… la patria. Así que mis propuestas son las siguientes:
En primer lugar, yo no dejaría en pie ninguna presa de pantano o embalse, dado que todas las existentes fueron construidas por el dictador. Cierto es que se ha dado un tímido paso, como es quitar de estos depósitos de agua la típica placa conmemorativa de su construcción e inauguración –para jodienda de los historiadores venideros-, cosa que ofendía al pueblo y alteraba el equilibrio ecológico del paraje, como todo buen ecologista sabe. Y además, ¿para qué coño sirven los pantanos? Un derroche franquista completamente inútil que no ha valido para nada. Así que, dinamita que te crió. De esta manera no nos acudirá la tentación, cada vez que veamos una presa, de caer en tan nefando recuerdo franquista, causa de todos los males que aquejan a los españoles.
A continuación, y con total contundencia, dejaba sin efecto todos las titulaciones académicas otorgadas durante el franquismo –y por ende, impuras y contaminadas de fascismo-. O en su defecto, impediría a todos esos profesionales universitarios seguir ejerciendo hasta que no hiciesen un curso de reciclaje progresista. Hasta les sometería a una terapia de shock con electrodos, tipo CIA o KGB, para que olvidasen todo vestigio de la época en que les fue concedida la titulación.
Mas dado que lo hasta aquí descrito no resulta todo lo efectivo, determinante y categórico que el caso requiere, propondría al pleno del Congreso, al Senado y a las amigas del punto de cruz: que de un plumazo fuesen eliminadas todas y cada una de las siguientes, injustas y aberrantes leyes franquistas: la del subsidio de vejez, la del descanso dominical y días festivos, la ley del seguro obligatorio de enfermedad, la del contrato de trabajo… Así mismo dejaría sin efecto las pagas extras de Julio y Navidad. Las insultantes y fascistas vacaciones retribuidas. Toda la legislación sobre accidentes de trabajo. Naturalmente irían fuera las del Seguro de desempleo y la Ley de bases de la Seguridad Social. Y por no ser exhaustivos, pues el artículo no puede ser ídem, identificaría para su derribo, todas y cada una de las 292 residencias hospitalarias construidas por el tirano, los 500 ambulatorios, los 425 consultorios y la 96 residencias concertadas. ¡Ah!, se me olvidaba que es preciso derribar las miles de viviendas sociales construidas en tan negro período histórico. A sus actuales moradores, les daría un salvoconducto de okupas, que viviendas ajenas no les iban a faltar.
Evidentemente, y como colofón progresista, no dejaría rastro ni de un solo monumento grande o chico, que recuerde mínimamente al cristianismo. Lo de quitar cruces de los espacios públicos, como en Callosa de Segura, es una memez. Es como un quiero y no puedo. Lo suyo, si se han de hacer las cosas bien, es derribar cuanta catedral, convento, capilla o similares se localicen en suelo patrio, empezando por la Catedral de Burgos.
Naturalmente, ni que decir tiene que todo historiador que no cuente el pasado de acuerdo a las orientaciones del progresismo imperante, será encarcelado, se le cortarán los dedos y la lengua, o será deportado a una isla remota rodeada de voraces pirañas.
Y a partir de ahí, arrasado todo lo que estorba al avance de la civilización, construir “un mundo feliz” amorfo y amnésico, que ni hubiera soñado Aldous Huxley para su famosa novela.
Así pues, hagamos bien las cosas o no las hagamos. Y por favor, absténganse de pagarme el servicio prestado. Los consejos los doy gratis.
O semos, o no semos.
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