
La derrota del pasado domingo en Santa Ana dejó más que un marcador. Dejó lágrimas, silencios y una ciudad entera contenida en un suspiro. El HellÃn C.F. cayó por la mÃnima ante el Daimiel y dijo adiós a un sueño que durante semanas fue creciendo en cada rincón de la ciudad. Pero lo que se vivió en el estadio fue mucho más que un partido de fútbol.
Más de 2.000 personas llenaron las gradas. Familias enteras, generaciones de hellineros que volvieron a creer. Era imposible no pensar en aquellos años de gloria, en los recuerdos de la Tercera División, cuando el HellÃn peleaba por subir a Segunda B enfrentándose a históricos clubes andaluces y extremeños. Aquellos tiempos parecÃan lejanos, pero algo de ese espÃritu volvió a nacer el domingo. Y eso, aunque hoy duela, es motivo de orgullo.
Porque lo importante no es sólo lo que se perdió, sino lo que se recuperó: una conexión entre el equipo y su gente, entre la ciudad y su escudo. La ilusión no entiende de categorÃas, entiende de sentimientos. Y HellÃn volvió a sentir.
Ahora, tras nueve años de liderazgo, la Junta Directiva del HellÃn C.F. ha decidido dar un paso al lado, concluyendo su mandato. Este cambio deja atrás una etapa de esfuerzo y compromiso que ha sido clave para llegar hasta aquÃ. Con su salida, el club abre la puerta a una nueva etapa llena de posibilidades.

Según ha podido saber El Faro de HellÃn, se avecinan movimientos importantes: dos hellineros, un empresario reconocido y un exjugador de Primera División estarÃan ultimando su entrada en el club, con un proyecto ambicioso, serio y profundamente arraigado en la identidad local. La idea es clara: unir fuerzas, fusionar las dos escuelas actuales —HellÃn C.F. y HellÃn Promesas— en un solo club fuerte, bien estructurado y con una cantera sólida que represente al municipio con dignidad y proyección.
El fútbol mueve ciudades. No sólo por lo que ocurre dentro del campo, sino por lo que genera fuera de él: orgullo, identidad, comunidad. HellÃn lo ha demostrado. Y ahora, con la base emocional recuperada y la posibilidad de una estructura más firme, la oportunidad está servida.
Perder una eliminatoria no es fracasar. Lo serÃa renunciar a lo que se ha construido. Santa Ana fue una fiesta a pesar del resultado. Y en cada rincón del estadio quedó sembrada una semilla: la de un pueblo que cree, que sueña y que está dispuesto a volver.
El futuro del fútbol hellinero no está en el olvido. Está en lo que viene.
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