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¿Qué desea el señor?

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¿Qué desea el señor?

Antonio García

Alguna vez, a todos ustedes y a mí algún camarero no ha hecho esa pregunta. ¿Qué desea el señor? Correcta, respetuosa, profesional. Y seguramente es de las pocas veces que alguien se dirige a nosotros llamándonos “señor”. Es algo tan habitual, que no reparamos en su significado, por lo que una vez más vamos a acudir al Diccionario de la lengua. Conviene aclarar este término para poder entrar de lleno en el artículo, fijándonos en sus acepciones más corrientes.

Señor:

Persona respetable y de cierta categoría social.

Persona que muestra dignidad en su comportamiento o aspecto.

Término de “cortesía” con el que dirigirse a una persona cuyo nombre se desconoce o no se quiere mencionar.

En definitiva, se usa como expresión de respeto hacia una persona adulta.

A lo que yo añado: término en desuso, ignorado en la educación de las nuevas generaciones.

Nuestra estrella invitada es hoy don Quimi Portet, el que fuera guitarrista y cantante de El Último de la Fila junto a Manolo García, hasta que decidió hacer la guerra por su cuenta porque el grupo musical apenas producía alguna canción en catalán, cosa que al “señor” Portet le deprimía, ya que ésta era –y es- la lengua de sus amores.

Pues bien, cuentan los medios que este “señor”, viajando en un ferry de Ibiza a Formentera le pidió a un camarero, en catalán, un café con leche (café amb llet). El camarero, gallego todo él, educadamente le dijo que no sabía hablar catalán ni mallorquín. Ante lo que el buen “señor”, enfurecido, sacó sus colmillos nacionalistas, le hizo una foto al camarero, le dio la espalda y salió a cubierta, dejando al empleado patidifuso y con la palabra en la boca cuando quiso disculparse por si le había molestado. Acto seguido, difundió la imagen del camarero en twitter, contando la anécdota, acompañada de comentarios poco caritativos y burlas al probo trabajador (veinte años en el oficio marinero), y sin ni siquiera reparar que tal publicación le podía costar al empleado el puesto de trabajo. De hecho, la naviera pidió disculpas en twitter, diciendo que “tomaría medidas”, pues en la compañía <<nos implicamos y comprometemos con la lengua>>. El “señor” Portet dio escuetamente las gracias. Afortunadamente el compromiso fue solo de lengua, porque al día siguiente la empresa publicó que el camarero conservaría su puesto de trabajo, garantizando que no sería despedido. O dicho de otra manera, traducido por mí: que por semejante gilipollez de un chulo presumido, no iba a despedir a quien llevaba prestando servicio tantos años y de manera satisfactoria y ejemplar.

Y esta es señores la sencilla historia de un tontolpijo arrogante, lleno de soberbia y vanidad pretenciosa, que tal vez tendrá mucho éxito musical entre sus co-parlantes (cosa que ignoro por completo), pero cuya educación debía de ser verde y se la comió una cabra.

El señor Juanjo Hermo, camarero, de 48 años y natural de un pueblecito montañés de Orense, con más de dos décadas trabajando en el mar, y los últimos años como jefe de cabina del Ferry Formentera Direct Balearia, en las entrevistas que le han efectuado ha pedido mil veces disculpas, ha insistido mil y una que él no quería molestar, que incluso tiene discos del tal, y que siendo él gallego sería absurdo tener nada contra ninguna lengua autonómica. Pero también ha dicho que <<viendo lo sucedido creo que se nos ha ido un poco a todos esto de los nacionalismos>>. ¡Si señor! En eso lleva usted más razón que un santo, don Juanjo.

Además dejó claro desde el principio que no va a denunciar al “señor” Portet por uso de su imagen en las redes sociales sin su permiso.

De manera que, si ser un señor lleva consigo ser respetable, cortés, mostrar dignidad y cosas por el estilo, el Quimi –subproducto del nacionalismo paleto y que hizo su fortuna cantando en castellano- no tiene nada de señor. Con todos sus éxitos y

extravagancias, todo ello subido a la cabeza, no le llega a don Juanjo Hermo ni a la altura de los tobillos.

De donde se deduce que ni carreras universitarias, ni éxitos económicos y sociales, ni fama farandulera, ni puestos políticos dan título de señor.

El saber estar, la educación, el respeto al prójimo, la tolerancia y comprensión con el de “inferior rango”, en definitiva y dicho castizamente, la vergüenza torera, son asignaturas que solo se aprenden en la familia, en la vida honrada, en la biblioteca mundana del buen comportamiento, los valores y la ética personal.

Y que el chulo, el prepotente, el injustamente exigente, el presumido, el fantasmón, el jactancioso, el soberbio… son unos pobres fracasados, por mucha fortuna que atesoren.

Señor Juanjo Hermo, le felicito por su prudencia y su humildad. Posiblemente le dieron ganas de sacarle las tripas al “nene”, pero supo mantener el tipo, la dignidad y, de paso, conservar el puesto de trabajo del que tanto necesita su familia que, impaciente y orgullosa, le espera en su terra galega.

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