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¿Populismo de “género” o soluciones reales?

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¿Populismo de “género” o soluciones reales?

 por Antonio García

Nada nuevo bajo el sol. Quiero decir que, a pesar de la gran repercusión mediática que hoy tiene la violencia sexual (me niego a llamarla “de género”), no estamos hablando de nada que se acabe de inventar. La violencia es tan vieja como el mundo, y el fenómeno de la muerte de un sexo a manos de otro, tiene la misma antigüedad.

Pero ciertamente sigue siendo algo que nos conturba, que nos escandaliza y nos preocupa, y bien merece la pena que se haga todo lo posible por acabar con esta maldita lacra. Aunque en mi opinión, jamás se erradicará. Ni la violencia en general, ni la violencia sexual en particular. Jamás. Es demasiado ingenuo suponer lo contrario, como lo es pensar que se terminarán el robo, la pederastia, la explotación del ser humano, la corrupción o el hambre en el mundo, por poner algunos ejemplos de enfermedades que azotan a la humanidad, y para las que los laboratorios farmacéuticos no encuentran remedio, o mejor dicho, ni se molestan en buscar. La ciencia no tiene nada que hacer, aunque la hayamos endiosado y creamos estar en la cresta del progreso, con su avanzada tecnología y con la multitud de prestaciones que, al menos en las sociedades “avanzadas” podemos disfrutar. Nanay de los jureles. Bien es verdad que estamos casi a punto, en cuanto empiecen las campañas electorales, de oír numerosas soluciones a todos los males que aquejan el suelo patrio en particular y el mundo en general. Y que todos los medios de comunicación se convertirán en portavoces de los salvadores del planeta Tierra, más hambrientos de votos que de justicia verdadera. Y no solo es que sean manipuladores e interesados, que lo son, sino que no pueden. No tienen la solución. Pero centrémonos en la llamada “violencia machista”. Tan indecorosa y aberrante que hasta propició la creación de un Ministerio específico para luchar contra ella. Y hagamos algunas consideraciones.

Lo primero que me pregunto es el porqué se atiende exclusivamente, o al menos muy mayoritariamente, a la “violencia machista”, es decir, la producida por el macho contra la hembra. ¿Es que no hay hembras violentas, que usen la violencia contra el macho y entre ellas? ¡Pues claro! Lo que pasa es que “ciertas políticas” muy en boga, no solo en España sino en el entero mundo, tienen determinados intereses en resaltar la primera. Pero ese es otro bancal. Casualmente cae en mis manos un informe publicado por la Asociación de Padres y Familias Separadas –APFS para los amigos-, en el que se dan los siguientes datos referidos a 2013, obtenidos de instituciones oficiales:

13 hombres asesinados por sus parejas femeninas.

26 casos de intento de asesinato de hombres por parte de sus mujeres (que podrían haber tenido éxito).

31 agresiones a hombres por parte de sus hembras (que pudieron acabar fatal).

20 casos de agresiones a exparejas (Ídem).

11 casos de mujeres que asesinan a sus hijos.

Es cierto que el número de mujeres asesinadas en el mismo año (leído en El Mundo) asciende a 48, pero, ¿entramos en la guerra de cifras?, ¿en el “y tú más”? A donde yo quiero ir a parar es a lo siguiente: en el mismo año 2013, y según informe del Consejo General del Poder Judicial, se incoaron 1.176 diligencias por homicidios y asesinatos en España –en general, no por machismo-. Y en cuanto a delitos contra la integridad física se abrieron 722.195 diligencias por lesiones. ¿Me siguen? Entonces, ¿de qué estamos hablando? ¿De que el varón es un violento empecinado –con más fuerza física que la mujer, desde luego-, o de que la sociedad, el ser humano es violento? Pero claro, ni políticos ni sociedad quieren agarrar este toro por los cuernos. Y los primeros no tardarán en venirnos con la cantinela de lo mucho que van a hacer contra la violencia machista y las perras que se van a gastar para borrarla del mapa. Bueno, esto último no lo dicen. Pero se las gastarán, aunque no se muy bien en qué. Lo que si es seguro, seguro, es que todos ellos nos van a vender la moto.

Algunos o muchos creerán que a una persona violenta, si cree tener motivos y la neura se le disloca, lo va a parar la cara bonita de una ministra, del alcalde de su pueblo o la del presidente de su comunidad autónoma. Eso sin contar con la gente a la que, normalmente pacífica, se le dispara la adrenalina cuando considera que ya le han tocado bastante… la moral. O sea, el epicentro.

La violencia, ni la machista, ni la feminista ni la neutra, se arregla con ministerios, declaraciones ampulosas, “días de” y demás parafernalias escaparatistas. La única solución, si es que la tiene, es educando al arbolito desde pequeño, enseñándole el respeto a las personas, sean machos o hembras, inculcándole valores positivos que asuma e integre en su personalidad con la misma naturalidad con que respira. Reconociendo en “el otro” la dignidad que le es natural y propia desde el vientre materno. Y todo ello desde la familia, porque de todos es sabido que si no se siembra no se puede recoger. ¿Me explico? ¡Desde la familia!

Será la única manera de aportar al mundo niños y niñas que tengan por objetivo cotidiano establecer el respeto y la paz, porque ellos y ellas serán respetuosos y pacíficos, sin necesidad de “políticas de igualdad” y populismos de “género”.

Convénzanse, no hay otra forma. Les invito a pensar en ello.

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