Conchi Catalán
Es bien sabido que, en las grandes catástrofes, siempre aflora lo mejor y lo peor del ser humano.
Hoy, una vez más, nos duele el dolor de los cercanos, la catástrofe la viven nuestros vecinos. Hoy ese “cambio climático”( que muchos se empeñan en negar) ha asomado las orejas sin piedad, especialmente en la Comunidad Valenciana y también en la cercana Letur y una vez más, hemos sido testigos de esas dos caras de la moneda que, nos están mostrando por una parte, el lado más humano de las personas, palpable en la inmensa ola de solidaridad, en la empatía con el sufrimiento de quienes lo han perdido todo, olvidándose de uno mismo y codo con codo tratando de ayudar, arriesgando incluso la propia vida. Pienso en los miles de profesionales que, con el agua hasta el cuello vacían sótanos buscando cadáveres o embarrados de fango y lodo luchan sin descanso para despejar las calles llenas de retazos de miles de vidas, en tantísimos voluntarios anónimos poniendo sus manos, su tiempo y su cariño a disposición de los demás, en los miles de jóvenes, a veces tan tachados de indiferentes, de pasotas, de descerebrados…
¡Qué lección más maravillosa nos han dado!…
Pero, todas las monedas, tienen dos caras y en esta ocasión desgraciadamente, también.
Esta DANA, también ha dejado al desnudo las peores sombras que habitan en los seres humanos. La falta de escrúpulos y de decencia de aquellos que, aprovechando el caos y el abandono han normalizado las actuaciones más abyectas, robando y saqueando a pueblos que han quedado absolutamente en los huesos, incrementando así los problemas de quienes tardarán mucho tiempo en levantar la persiana de su arrasado negocio o en rehabilitar su vivienda…
También (y aunque comprendiendo el inmenso cabreo de la gente), es absolutamente rechazable la violencia extrema contra las autoridades…
Es verdad que, en un principio, la sensación de dejadez irresponsable y de abandono que se respiraba, era algo que la gente no se merecía, pero la violencia nunca puede ser el camino. Sin embargo, eso no nos impide comprender perfectamente el sentimiento de impotencia y soledad, de rabia y frustración creciente con el paso de los días.
Necesitamos liderazgos políticos éticos que, ante una situación como la vivida, dejen atrás “razones” basadas en la supremacía económica, política, territorial o en el ansia de poder y cuya única razón sea salvar vidas y restablecer las condiciones esenciales para la población.
En mi opinión, faltó eficacia en la respuesta de emergencia que se necesitaba.
“¿Por qué no se enviaron las alertan antes?”.
“¿Por qué no se declaró el estado de emergencia y se prefirió esperar a que se pidieran medios, cuando se veía la desolación y la incompetencia?”
“¿Por qué no se informó claramente a la población?”
Muchas preguntas, que alguien en su momento tendrá que responder, porque lamentablemente hoy, ante una catástrofe en vidas humanas que, superaría la capacidad para la paciencia de cualquier persona, hemos asistido a un lamentable intercambio político a cuenta de las competencias y que ha dejado también al descubierto la incompetencia de algunos políticos.
Todo debería servir, en este caso a los poderes públicos, para aprender y sacar conclusiones. Es verdad que, en este país, se suelen poner las medidas cuando ha pasado la desgracia y no antes, se hace caso omiso a la sabiduría popular cuando dice que “es mejor prevenir que curar”, pero bueno, esperemos que la cura de estas heridas tenga, ahora sí, todos los medios y el empuje de todos los políticos.
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