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España ya no es cañí: es gay

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España ya no es cañí: es gay

Por Antonio García

Todos recordarán el enconado debate despertado en España por la imposición de la asignatura de Educación Para la Ciudadanía –y lo que te rondaré, morena-, esa especie de engendro ideologizador cuyo noble objetivo es formar hombres y mujeres de provecho para… el sistema. Es decir, perfectos para ser manipulados en aras de construir un “mundo mejor” para… los poderosos del mundo, que nos llevarán dócilmente a lo que se ha dado en llamar el Nuevo Orden Mundial. Esta eufemísticamente llamada Educación Para la Ciudadanía, impuesta por ley, solo presenta un ligero inconveniente, aunque sin apenas importancia, a saber: que se pasa por el forro el derecho de los padres a elegir la formación que deseen para sus hijos. Pero a los padres que les vayan dando, porque en realidad es papá Estado quien tiene el monopolio, el exclusivo derecho a transmitir a nuestros hijos los valores que crea más convenientes para su bien: el del Estado y sus políticas manipuladoras, no el de los niños.

Sin embargo, de lo que muchos no nos hemos percatado –porque a todo no se puede llegar-, es de la sigilosa y silenciosa tramitación de varias leyes autonómicas que pretenden implantar la agenda LGTB encaminada a doctrinar a los infantes patrios en cuestiones referentes a la afectividad y la sexualidad. Para los no iniciados debo de hacer una aclaración. Las siglas anteriores significan Lesbianas, Gays, Transexuales y Bisexuales. En definitiva, impregnar a nuestros retoños de las consignas de dicho movimiento.

Son varias las comunidades autónomas interesadas en esta mercancía legislativa, culmen del progreso más progresista. Unas van en camino, otras ya han llegado, y las demás están expuestas, sin duda, al contagio. Pero la pionera ha sido Galicia, aprobando una iniciativa que lleva por título “Ley por la igualdad de trato y no discriminación de lesbianas, gays, transexuales bisexuales e intersexuales”. Así, a bote pronto, los más tolerantes y demócratas de nuestra grey patria diremos: pues qué bien, ¿no? Pero claro, un título no hace una película, lo mismo que el hábito no hace al monje. Y hay que meterse lo más dentro posible para ver qué se cuece detrás de la portada. Observen la habilidad con la que ha sido colocada esta palabra: “discriminación”. Que como todo el mundo sabe es algo que nos repele a los españoles desde mucho antes de la llegada de los romanos.

A un servidor, en persona personalmente me molesta la discriminación, por lo que defiendo la lucha contra la misma. Pero una cosa es ello y otra pretender adoctrinar en asuntos referentes a la afectividad humana y la sexualidad, usurpando el Estado el derecho exclusivo e intransferible de los padres. Porque aquí hay trampa. Para empezar, la experiencia de otros países –que vuelven mientras nosotros vamos-, muestra que las medidas antidiscriminación se pueden usar –y se usan-, para negar derechos y libertades a quien discrepe del pensamiento oficial. Pero es que además, me parece aberrante considerar a las personas LGTB como si fueran una “categoría aparte” con derechos distintos y más potentes que los demás. Porque eso sí que es discriminación, en este caso, positiva. Y porque el ordenamiento jurídico español ya prevé medidas para garantizar que todos los ciudadanos tienen idéntica dignidad y son iguales ante la Ley. Incluso los no nacidos, como así se reconoce en la Ley de Enjuiciamiento Civil española.

Pero es que hay más: Las leyes obligan a las administraciones públicas a hacer “visible” la ideología LGTB en todos los ámbitos sociales. ¿Se han percatado ustedes?: vi-si-ble. O sea, que no es que haya homosexuales, que los ha habido siempre, y a los que desde luego el que suscribe respeta. No, es que ¡se tienen que ver, se tienen que notar! Las cadenas televisivas ya tomaron la delantera por su cuenta, pues todas incluyen alguno en su plantilla. Pero es que ahora, las administraciones públicas, por el artículo treinta y tres tienen que exhibirlos, enseñarlos, mostrarlos, que se hagan “visibles” en el curro. Y ojo, preferencia a la hora

de optar por un puesto de trabajo, a lo que también pretenden obligar a las empresas privadas.

Ya veo llegado el día de la paridad total: ningún partido político se podrá presentar a las elecciones si no lleva en sus listas la mitad homosexuales y la mitad heterosexuales.

Según explica un prestigioso abogado, las proposiciones de ley que se presentan siguen un modelo predeterminado, elaborado en algún laboratorio de pensamiento LGTB y las leyes se aprueban sin mayor debate y al margen de la opinión pública.

Como también tengo noticias de que numerosas asociaciones homosexuales está radicalmente en contra de este movimiento LGTB, mi pregunta es: ¿qué está pasando? ¿Cuál es la razón de todo esto, de este descarado y decidido apoyo político y del cuantioso dinero público que se destina a subvencionarles? ¿Quién hay detrás y qué fin persigue?

En fin, amigos, que lo que es no para. Y lo más lamentable de todo es la clamorosa estrategia de silencio y la ignorancia –deseada y conseguida- en que nos mantienen al pueblo soberano.

Y, o lo aceptas calladito y a pies juntillas, querido ciudadano, o serás inscrito en la lista negra y, posiblemente, perseguido.

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