Sol Sánchez
Suelo escribir sobre el espacio fÃsico hellinero. Sobre las sensaciones que me despiertan sus callejuelas y rincones. Y aunque al recordarlos, me llegan los rostros de las personas que allà vivieron, cierto es que no hago mucho hincapié en las historias personales que muchos tuvieron.
Pero cuando, por alguna razón conozco a alguna de ellas, y además se trata de un adiós, mi necesidad de dar luz a esos dÃas es imparable, y siento que una pieza de ese gran puzzle que componen mis raÃces, se adormece.
Hace unas semanas nos dejó Encarna. Una hellinera con suerte, porque ha vivido una vida larga y fructÃfera.
Me seduce conocer que hace décadas ella era una niña pequeñita que vivÃa con sus padres en una casa rodeada de huertos cerca de Isso. Al lado, habÃa otra casona en la que vivÃa un niño llamado José. Juntos jugaban hilando los dÃas con las noches, las primaveras con los veranos entre cosechas y heladas nocturnas. Y juntos crecieron hasta convertirse en adultos y comprobar que estaban enamorados.
Se casaron, y mientras que José trabajaba con su padre en el huerto, Encarna comenzó a desarrollar sus buenas aptitudes en la costura, convirtiéndose en una de las mejores modistas de la comarca.
En apenas unos años dos niñas y un niño ya corrÃan y jugaban felices alrededor de su falda, mientras ella cortaba patrones, daba pespuntes y manejaba a la perfección las telas que acababan convirtiéndose en bellos vestidos de boda y comuniones que sus paisanas lucÃan con admiración y orgullo.
En el año mil novecientos sesenta y tres, José recibió una oferta de trabajo en Madrid, trasladándose con su familia a la capital un dÃa de Navidad.
Allà tuvieron dos niñas más y desarrollaron su vida, sin dejar de visitar a su HellÃn, familiares y amigos. La cita con la Semana Santa era sagrada y el deseo de inculcarle a sus hijos sus tradiciones y el amor por el pueblo.
Encarna me parecÃa una de esas mujeres con estilo y personalidad, digna de las mejores creadoras de moda, que obtuvo su éxito creando a una gran familia incondicional, que junto a sus amigos, hoy la añoran y admiran.
José se marchó hace unos años, y estará esperándote en uno de los huertos para volver a empezar.
Hasta siempre Encarna MartÃnez Caballero.
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