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En época de crisis no se contratan mujeres

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En época de crisis no se contratan mujeres

Por María Jesús López

Bien podría ser este titular la conclusión de un sesudo estudio sobre la situación laboral de la mujer en España.

Pero en mi caso me lo dijo una Ejecutiva de una empresa Tecnológica en 2014 el mismo día que firmaba el finiquito de un contrato de 20 días.

Esa frase me ha martilleado desde entonces.

En 2017 y después de realizar un Master en Ciencia Política, de pasar muchos días analizando miles de datos, leer muchos libros sobre el tema, estudiarme todas las Leyes de este País y algunas de otros, he llegado a la misma conclusión.

Por cierto, he de decir que en España somos muy buenos redactando Leyes, de hecho, la Ley Orgánica 3/2007 para la igualdad efectiva de mujeres y hombres, se estudia en las universidades de toda Europa como modelo de ley bien hecha. Lamentablemente deben pensar que Spain is different por cómo se ha implementado la Ley.

La realidad es que en España no se contratan mujeres, los fríos datos no mienten, el desempleo femenino es mayor que el masculino, la tasa de actividad es menor y los contratos firmados mucho menor.

Gráfico Gráfico

Si miramos una serie histórica larga desde febrero de 2009 hasta la actualidad lo que se ve es que el diferencial entre parados hombres y mujeres aumenta. El gráfico corresponde a Hellín una ciudad de 30 mil habitantes de Castilla la Mancha.

Alguien diría que es un efecto de las sucesivas reformas laborales del PSOE 2010 y del PP 2012, pero la tendencia venía de antes, las reformas laborales que establecían un plus para la contratación indefinida de las mujeres, solo hicieron que ralentizar la tendencia.

El efecto, de discriminación positiva hacia las mujeres, fue muy limitado y se disipó rápidamente.

La realidad es que la discriminación tiene una causa sistémica y es mucho más profunda que la que se pueda corregir con unos pocos euros más para contratar a una mujer.

En el imaginario colectivo las mujeres tenemos asignado un rol principal que es el de los cuidados y la maternidad, un rol esencial para el mantenimiento de la sociedad y por su puesto ni valorado ni pagado, que por cierto si le pusiésemos números correspondería ni más ni menos que al 27% del PIB, este es el valor oculto de los cuidados.

El trabajo remunerado es considerado como accesorio para las mujeres, un complemento que puede contribuir a la mejora de la renta de las familias, pero en ningún caso se considera principal. Por esa razón somos las primeras en perder el trabajo y las últimas en recuperarlo.

No tiene por qué estar escrito, porque lo llevamos escrito dentro, algunos como el eurodiputado polaco Janusz Korwin-Mikke lo verbalizan en la cámara “Por supuesto que las mujeres deben ganar menos que los hombres porque son más débiles, más pequeñas, menos inteligentes”. Y no solo los Eurodiputados como este, lo peor es que el prejuicio está embebido en toda la sociedad.

El pasado 29 de noviembre tuve el placer de dar una clase en la Universidad de Murcia en 4º de Relaciones Laborales y RR HH, el Grado que habilita para estar en los departamentos de selección y personal, los que deciden a quien contratar o no y que sueldo pagar.

La clase versaba sobre “Políticas de Inclusión” y planteaba el siguiente problema “En España no se produce un acceso igualitario al mercado de trabajo. Los datos nos muestran que existen discriminaciones por género”, en un momento un alumno dijo “es normal que las mujeres ganen menos ya que tienen menos capacidad y no están dispuestas a trabajar tanto como los hombres”, solo unas pocas mujeres de las más de 80 personas de la clase se levantaron contra la afirmación de su compañero, por las caras de aceptación del resto percibí, que si bien nunca llegarían a verbalizar algo parecido, pensaban lo mismo.

Ese es el verdadero problema de la desigualdad, lo que todas las personas llevamos dentro, los prejuicios el asumir la desigualdad implícita y eso no se cambia con leyes o al menos solo con las Leyes.

Para eso es necesario un verdadero cambio social que ha de empezar primero con el reconocimiento del problema, con asumir que tenemos prejuicios y de esa manera seamos capaces de entender cuando los aplicamos y el impacto que tiene en el mantenimiento de la desigualdad.
Estemos donde estemos, en la Política, en la Enseñanza, en la Empresa, en la Judicatura, etc.

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