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El Rabal, calle emblemática

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El Rabal, calle emblemática

El Rabal en los años de esplendor

La semana pasada, tras adelantar la noticia del cierre de la sucursal del Banco de Santander en el Rabal y añadir un comentario sobre la situación en que se encontraba esta emblemática calle, que, poco a poco, pensábamos, se estaba quedando despoblada de entidades comerciales, hubo alguna reacción contraria de profesionales ubicados en aquella zona opinando que no había sido acertado nombrar únicamente a la Casa Consistorial como soporte de peso de la calle.

Rápidamente en la redacción recibimos un mensaje de uno de esos comerciantes, no creemos que se moleste si lo nombramos, el responsable del actual Casino, Juan Miguel Bohigas, donde aseguraba que eran muchos, como él, los que estaban luchando por salir adelante y levantar la zona, anunciado que ya se estaban instalando mas comercios y habían otros proyectos interesantes.

Nosotros, en cierto modo le dábamos la razón, no debimos nombrar solamente al Ayuntamiento, aunque también intentamos explicar que nuestra intención al resaltar la incidencia era para buscar la reacción de los responsables municipales instándoles a que tomaran medidas para reactivar la zona, una de las cuales podrían ser poner la calle peatonal a partir de ciertas horas, u otro tipo de ayudas que seguro que las hay.

El Rabal en los años de esplendor

A través de estas páginas de El FARO DE HELLÍN queremos rendir un pequeño homenaje a esta calle dedicándole unos artículos sobre su historia más reciente, por ello en este primero, tras el preámbulo sobre lo ocurrido la semana pasada, vamos a llevar a cabo esta iniciación dedicada a los años de mayor esplendor, vividos a finales de los 50 del siglo pasado y durante las dos siguientes décadas, cuando verdaderamente no había ni un solo local libre.

Así, en el comienzo de la orilla derecha, en sus números pares, estaba el viejo edificio de la familia Serra, donde se ubicaba la mercería Mondejar, una tienda donde se podía comprar de casi todo, también la peluquería de “Pepín” y un estanco, que más tarde se cambiaría al centro de la calle.

Después llegaba la farmacia de Doña Luisa Martínez, compartida profesionalmente con su marido Francisco Alifa, recordado profesor de Física y Química de la Academia del Rosario; el comercio de Casa Marina, con el estudio fotográfico incluido, regentada por la familia Picornell; la Sastrería Ochando, donde Emilio Martínez, sobrino del viejo sastre, iniciaba su vida comercial; la papelería Aramburo; la Ferretería Morales, con un dependiente de lujo, el orondo Enrique Parras y las dependencias de la sucursal del Banco Español de Crédito.

La calle continuaba con dos comercios de solera: Almacenes Coy, también conocido como “El Mostrador de Piedra” y Casa Ismael, que dirigía Manuel Jiménez y fundada por su padre, terminando este bloque con la sastrería de Abelardo Romero.

La joyería El Diamante ocupaba esta primera esquina, tras cruzar el callejón llamado en aquellos días Cristóbal Lozano y en la actualidad “Los Tambores”, para seguir con uno de lo locales más añejos, el bar Perico el Jumillano, que con el tiempo pasaría a regentar su hija Adoración, más conocida por Dora. Tras la farmacia de Precioso llegaba el Banco Central, donde anteriormente se encontraba el café-bar “Marfil” y unos locales que fueron ocupado por varios negocios como la Caja de Ahorros de Albacete; Zapatos Serna y la tienda de electrodomésticos Amena Radio, para llegar a dos droguerías-perfumerías: Dugar, propiedad de José Garaulet, y la de Pedro Pascual García.

Esta orilla del Rabal finalizaba con una pequeña tienda de la familia Juárez llamada “La Polonia” que más tarde regentó Emilio Mejías, donde se llevaban a cabo interesantes tertulias taurinas.

La orilla izquierda
La orilla izquierda, con los números impares, se inicia con el enorme edificio de la Casa Consistorial inaugurada en 1932 y que ocupa toda la manzana. Cruzando la Cuesta de los Caños, el primer comercio era la tienda de confección Pedro Fernández, que con el tiempo paso a manos de sus hijos Pedro y Paco, trasladándose en años posteriores, con el fin de ampliarse y modernizarse, a la otra esquina de la calle.

Después llegaba Calzados Carmen; la boutique Buendía y una relojería y óptica, que aún perdura, regentada por la familia Muñoz. Se continuaba con otro comercio lleno de solera y tradición “Confitería La Elisa” con sus afamados caramelos y sus riquísimos pasteles, los dueños los hermanos Antonio y Eusebio García Arsenal; junto a ella la Cafetería el Rabal, fundada por Juan Romero en 1964, para continuar con Diego Montoya, el popular “Montoyica”.

En el centro de esta parte de la calle, tras un local de exposición de artículos de Casa Ismael, recordamos la ferretería de Francisco Zafrilla; la sombrerería de Hidalgo; la Tintorería Gómez; la armería de Candido Espinosa Barrajón, para finalizar este bloque con el estanco denominado “La Casa del Fumador”.

Ya el último tramo lo abría Hijos de Abelardo Romero, una gran tienda de confección, que por cierto protagonizó el slogan radiofónico más popular de aquella época. Quien no recuerda aquello de “Que traje, que elegancia, es que visto en Abelardo ¡¡ Ahh !!”.

El gran caserón del Casino Cultural que fue una sociedad, nacida en los años cincuenta, la repostería corría a cargo de Fernando Cano Villora, con camareros tan populares y apreciados como Antonio, Rafael y Piliso. En la actualidad, tras una importante remodelación, el local continúa abierto.

La sucursal del Banco Hispano Americano ocupó el siguiente local durante muchos años, continuando con la farmacia de Don Gonzalo González y Muebles Castillo y finalizando con otro típico bar de aquellos primeros años, como fue “el Rincón”, propiedad del matrimonio formado por Rafael Cano Garrido y Marina Víllora.

Por último, y con esto terminamos, el kiosco de la prensa, que lleva el nombre de la calle, donde muchas generaciones de hellineros han comprado y siguen comprando periódicos y revistas.

Nota: Debido a la falta de datos y las heterogéneas fuentes de información, esta reseña apoyada en la memoria, pueda tener alguna omisión o error que esperamos sepan comprender nuestros lectores y si es posible nos los comuniquen para ampliar o corregir.

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