Marginado por la Administración
El reciente lanzamiento del libro “Las minas de azufre de Hellín: de explotación estratégica a patrimonio degradado”, escrito por el historiador albaceteño Antonio Selva Iniesta con prólogo de Miguel Pardo Pardo, ha puesto de nuevo en el foco la situación de la pedanía de Minas. Lamentablemente, las noticias no son alentadoras. El libro, que aborda el valor histórico de esta explotación minera y el deterioro patrimonial que sufre, recuerda la situación paupérrima que vive la pedanía desde hace décadas.
Tras la presentación días pasados del libro “Las minas de azufre de Hellín: de explotación estratégica a patrimonio degradado”, del que es autor el historiador albaceteño Antonio Selva Iniesta, con la colaboración como prologuista de Miguel Pardo Pardo, el estado de esta pedanía hellinera ha vuelto a salir a la actualidad, y no precisamente para ser portador de buenas noticias, todo lo contrario, para recordar a los hellineros y, en especial, a los políticos de las distintas administraciones, su estado paupérrimo en que se encuentra desde hace muchísimos años.
Como demostración palpable de lo que escribimos, hemos recordado un trabajo realizado por nuestro colaborador y compañero durante muchos años en las tareas de la información, Fructuoso Díaz Carrillo, publicado en el diario LA VERDAD, en la página que este periódico murciano dedicaba a Hellín y su comarca allá por el año 1977, con el expresivo título de “Minas se cae”:
Minas, un pueblo que se desmorona
Ya en 1977, el periodista Fructuoso Díaz Carrillo, en un artículo titulado “Las Minas se caen” y publicado en el diario La Verdad, describía con crudeza la realidad de esta pedanía:
Minas se cae, así de simple y así de real. La pedanía de Minas, la más alejada de la ciudad en kilómetros, es también uno de los núcleos de población más marginados por la Administración municipal.
Sus casas se caen de viejas, y aquí no hay posibilidades de construir otras nuevas porque, entre otras cosas, la emigración no perdona y el lugar se ha despoblado poco a poco a raíz del cese de la extracción del mineral de azufre.
Muchas de las familias que se vieron obligadas a emigrar en otros tiempos, ante la falta de puestos de trabajo, comprarían terrenos en los que poder edificar las viviendas para el momento de su regreso a la tierra que les vio crecer y en la que pasaron largos años de su vida. Sin embargo, el pueblo tiene unas características peculiares por ser propiedad de una empresa “Coto Minero de Hellín S.A.” bajo cuyo amparo fue construido, aunque hace ya muchos años.Los mineros vivían en cuevas, exceptuando a los funcionarios o trabajadores significados que habitaban casas. Posteriormente, allá por el año 1960, ya próximas las fechas del cierre de los pozos de extracción, la empresa construyó unos pabellones nuevos para albergar a los trabajadores, aunque insuficientes para albergar a todas las familias del lugar.Aquellas primeras edificaciones no pueden mantenerse en pie y se caen, ocasionando, además, peligro para los transeúntes por el elevado estado de ruina.
Lo cierto y seguro es que los habitantes de Minas, que en la actualidad ocupan las casas, se encuentran con el problema de que ellas están en estado deplorable, y sus economías particulares no les permiten hacer esos desembolsos para pensar en nuevas construcciones por cuenta propia. Estas personas, mineros en principio, pasaron a engrosar las listas del seguro del desempleo cuando cesó la actividad de los pozos.
Un número considerable continuó en las refinerías hasta fechas más recientes y, en la actualidad, solo quedan dos trabajadores prestando servicio en la central hidroeléctrica. Unos marcharon a otras regiones del país en busca de puestos de trabajo en zonas industriales, y los que se quedaron viven ahora de la agricultura, puesto que aquí se carece de servicios y de puestos de trabajo en otros sectores.
Es el problema de la falta de especialización, de la que ellos no son responsables, y de la permanencia de los mayores aferrados al “terruño”.
Reflexión final
El caso de La Minas refleja el impacto del abandono institucional y la transformación de una comunidad activa en un núcleo marginal. Las ruinas de sus edificaciones y la ausencia de servicios básicos son un recordatorio del costo humano y patrimonial del desmantelamiento industrial. La pregunta que queda es: ¿qué papel jugarán las administraciones y la sociedad en recuperar este legado, aunque sea como patrimonio histórico?
Exminero.















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