
En el vasto repertorio de contradicciones humanas, pocas son tan irónicas como la de HellÃn: una Avenida de la Libertad convertida en el estandarte de la inmovilidad. Este proyecto, anunciado con el fervor de una epopeya griega, ha terminado como un cuento de nunca acabar, una herida abierta en el tejido urbano y emocional de la ciudad.
Un sueño transformado en escombros
Era julio de 2022. El PSOE, enarbolando la bandera del progreso, daba inicio a una obra monumental que prometÃa redibujar el mapa urbano de HellÃn. Con una inversión de seis millones de euros, se nos prometió una avenida que serÃa la arteria moderna y eficiente que la ciudad necesitaba. La mejora de los sistemas de aguas pluviales, infraestructuras eléctricas y telecomunicaciones era el preludio de una HellÃn más conectada, más resiliente, más preparada para el futuro.
Pero entonces llegaron las elecciones de 2023. Y como si de una maldición polÃtica se tratase, el cambio de gobierno trajo consigo un parón que todavÃa hoy permanece sin explicación convincente. Las promesas de una Avenida de la Libertad se diluyeron en un paisaje de zanjas, vallas y desvÃos interminables.
Inacción estratégica o desidia institucional
El actual gobierno local del PP parece haber encontrado en esta obra una herramienta polÃtica de dudosa elegancia. ¿Paralizarla para luego reactivarla cerca de las elecciones? No serÃa la primera vez que una infraestructura se convierte en rehén de los tiempos electorales. Mientras tanto, los vecinos y comerciantes lidian con un presente que no admite demoras: pérdidas económicas, caos circulatorio y una calidad de vida degradada por el ruido constante de maquinaria inactiva y el polvo de una obra que nunca termina.
El impacto no se queda ahÃ. HellÃn, que lucha por atraer turismo, ha convertido una de sus principales avenidas en un escenario que ahuyenta visitantes. ¿Quién querrÃa explorar un lugar donde lo primero que ves son calles clausuradas y accesos imposibles? Peor aún, la ausencia de medidas de seguridad efectivas ha dejado a la avenida como un campo minado para peatones y conductores. ¿Cuántos accidentes más deben ocurrir antes de que alguien asuma responsabilidades?

Un pueblo que pierde su esencia
La Avenida de la Libertad no solo está paralizada; está desfigurada. Lo que debÃa ser un espacio para el encuentro y el tránsito eficiente ahora es un sÃmbolo de cómo afeamos nuestras ciudades con desidia institucional. La falta de progreso en las obras actúa como un recordatorio diario de que HellÃn está atrapado entre proyectos que empiezan con bombo y platillo y terminan en la vergüenza del abandono.
Este deterioro afecta a todos: desde los vecinos que enfrentan dÃa tras dÃa un paisaje desolador hasta los comerciantes que ven cómo sus ingresos caen en picada. Incluso la reputación de HellÃn sufre, reforzando la percepción de un lugar que no puede gestionar ni siquiera sus proyectos más básicos.
Un recordatorio que no podemos ignorar
La Avenida de la Libertad, en su estado actual, es un espejo incómodo para HellÃn. No es solo un proyecto inacabado; es un sÃntoma de una gestión que confunde la espera con la acción y la indiferencia con la paciencia.
HellÃn necesita mucho más que excusas. Necesita liderazgos que entiendan que las obras no son escenarios de marketing, sino espacios de transformación real. Cada dÃa que pasa, la avenida no solo permanece rota en el asfalto, sino también en la confianza de los ciudadanos.
Si de algo sirve esta situación, es como un recordatorio amargo de que la libertad —al menos en esta avenida— se ha quedado atrapada en el polvo y el olvido. ¿Qué haremos para liberarla?
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