
Los negocios se vieron obligados a improvisar para sacar adelante el dÃa
HellÃn vivió ayer una de esas jornadas que se recordarán durante años. Todo comenzó alrededor de las 12:30 del mediodÃa, cuando sin previo aviso se produjo un apagón generalizado que dejó a la ciudad completamente a oscuras. Negocios paralizados, comercios desconcertados y ciudadanos sin saber qué estaba ocurriendo. La electricidad desapareció de golpe y, con ella, la conexión con el exterior.
Los primeros minutos estuvieron marcados por la confusión: nadie sabÃa si se trataba de una averÃa local, un problema regional o algo más grande. Los rumores no tardaron en multiplicarse; se hablaba de una caÃda a nivel nacional, de un fallo masivo en la red eléctrica, incluso de ciberataques o sabotajes. Mientras tanto, HellÃn se quedaba incomunicada, sin acceso a internet, sin cobertura en muchos casos y con los datáfonos inservibles. Todo volvió, de pronto, a depender del efectivo y del contacto directo.
Entre los hellineros, como en otras zonas de la ciudad, el desconcierto inicial dio paso a la inquietud. Algunas personas, entre precaución y miedo, comenzaron a salir a la calle en busca de lo básico: agua, papel higiénico, velas, linternas y radios. A medida que las horas pasaban y la luz no volvÃa, los comercios —especialmente los multiprecio y las tiendas de electrodomésticos— se vieron desbordados. Las estanterÃas de linternas y transistores se vaciaron a un ritmo vertiginoso. Las ventas se dispararon como en un dÃa festivo: las tiendas, literalmente, hicieron el agosto… en abril.
La imagen al caer la noche era impactante: una ciudad completamente a oscuras, apenas iluminada por algunos faroles improvisados y luces de emergencia. Algunos establecimientos, lejos de resignarse, salieron a la calle a seguir trabajando; hubo peluquerÃas que atendieron a sus clientes bajo la tenue luz natural que quedaba, en plena acera.
Durante la noche, HellÃn vivió en una calma tensa, entre la resignación, la incertidumbre y el murmullo incesante de teorÃas sobre lo ocurrido. La electricidad no regresó hasta la madrugada y, con ella, una cierta sensación de alivio… aunque no sin antes dejar tras de sà pérdidas, sustos y muchas historias.
Esta mañana, HellÃn despertó intentando entender qué habÃa pasado realmente. Aún se cuentan anécdotas, se repasan daños, se devuelven artÃculos comprados por miedo y se respira una mezcla de alivio y recelo. El apagón dejó al descubierto la fragilidad de nuestro sistema… y también la capacidad de adaptación de una ciudad que, aunque a oscuras, supo mantenerse en pie.
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