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“Siempre estarás con nosotros, compañero”

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“Siempre estarás con nosotros, compañero”

Por Antonio Valenciano.

Querido Yeray:

Hoy me siento extraño al escribirte; mi mente recorre cada momento que vivimos, un viaje por los senderos de la vida que guardo como un tesoro en la memoria. Me queda la tranquilidad de saber que no quedó nada por decirte.

Recuerdo el día de tu homenaje, lo revivo una y otra vez en mi mente: verte girar la esquina, acompañado de tu esposa y tus hijas, con el rostro radiante, y ese paso firme, orgulloso del trabajo bien hecho, ese saludo con la mano en la frente y los abrazos sinceros a tus compañeros. Andabas con la dignidad de un hombre bueno y honesto. Todas las miradas estaban puestas en ti, todos felices de poder ser parte de esa historia.

En realidad, el reconocimiento nos lo diste tú a nosotros, desde lo más profundo de la gratitud de una persona de inmenso corazón. Ese día nos inspiraste a ser mejores personas.

Lograste lo más difícil, el mayor de los honores: que todo el mundo te quisiera. Sencillo, generoso, cercano, familiar, derrochabas bondad, y eso lo sabía cualquiera que te conociera. Siempre tendiste la mano a quien lo necesitó.

Brillaste como ser humano, dejaste huella, fuiste un ejemplo digno de imitar. Caminaste por la vida con nobleza y valentía.

Fuiste un magnífico marido y un gran padre, transmitiendo amor, seguridad y calor en tu hogar. Dedicado y comprometido con tu familia, supiste dar lo mejor de ti en cada momento vivido con ellas.

Sabes que nuestro trabajo no fue fácil. Siempre nos movimos en terrenos hostiles, allí donde estaban los problemas. En los momentos más críticos, donde se toman decisiones rápidas y trascendentales, tú siempre estabas presente. Y aportabas, además, una dosis extra de empatía.

Has honrado la profesión de policía; lo fuiste hasta tu último suspiro. Desde el respeto hacia los demás, tu vocación estuvo por encima de cualquier dificultad o riesgo. En medio del caos —de verdad no sé cómo lo hacías— lograbas llevar paz, armonía e incluso ilusión allí donde ya no quedaba.

Entendiste como nadie de qué iba esto: de servir y hacer el bien sin esperar nada a cambio. Dabas luz en la oscuridad.

Siempre serás un referente. Pasará el tiempo, y hablaremos de ti con orgullo. Presumiremos de que fuiste nuestro compañero, uno de los buenos, de los que dejan huella. Y, sobre todo, de que fuimos amigos, amigos de verdad, de corazón, sin interés alguno.

En Hellín hemos sido afortunados. Representaste como nadie los más altos valores del servicio público. Tu trayectoria profesional estuvo marcada por el compromiso, la responsabilidad y una auténtica vocación. Velaste por la seguridad y el bienestar de los hellineros, y contribuiste al buen prestigio del Cuerpo Nacional de Policía.

Quiero agradecer la despedida que te brindaron tus compañeros de turno, a Tárraga —que se queda sin su compañero de mil batallas—, a tus mandos y a tu jefa, que supieron, como nadie, dignificar tu adiós.

Descansa en paz, esa paz con la que viviste.

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