Por José Torres
Como todos los años, pasado el ritual cartelero de Miércoles de Ceniza, se nos han dado a todos los hellineros, propios y extraños, los heraldos de papel anunciadores de la próxima Semana Santa de Hellín, uno para el ámbito procesional, y otro para el tema tamborilero.
No han hecho mas que asomar a la vida pública sobre sus caballetes, allá en el altar de la Iglesia de Santa María de la Asunción, cuando ha empezado un aguacero de chanzas, críticas, etc.., sobre ambos carteles; raro, hubiera sido lo contrario en este pueblecico.
Respecto del que representa a la Asociación de Cofradías y Hermandades me reservo la opinión, puesto que todo es susceptible de ser mejorado y empeorado. Eso sí, las esculturas que en él se encarnan son para mi gusto una de las mejores tallas que conforman el patrimonio imaginero de la Semana Santa de Hellín.
El otro, el que dice representar a todos los tamborileros de Hellín, nos presenta una estampa nocturna ambientada en la Plaza de la Iglesia, con fondo en la fachada principal del templo de Santa María de la Asunción, y que como elemento principal de la escena lleva, en primer plano, un único y solitario personaje ataviado de tamborilero, en una postura de espaldas al espectador y con la mirada puesta en la 1,30 de la madrugada, hora que marcan las agujas del reloj de la torre de la iglesia.
Las críticas y bromas, parece que surgen en base a que sólo hay un tamborilero, y claro, eso en Hellín no puede ser. La Asociación de Peñas de Tamborileros se ha apresurado a justificar, conociendo el paño, que el autor de la obra ha plasmado magistralmente el intimismo del tamborilero en comunión con los redobles de su tambor, así como su sentimiento de fe apoyada en la visión de la iglesia de Santa María de la Asunción.
Como este artículo es la expresión de una opinión, diré que todo puede ser, pero que en la actualidad el tema tamboril viene discurriendo por unos derroteros que poco o nada tienen que ver con ninguno de esos dos sentimientos.
Sensaciones que antaño si se detectaban, pues aunque no todos tocábamos el tambor desde esos niveles de misticismo, si lo hacíamos muchos recordando el motivo por el que toda la noche, horas y horas, andábamos con relativo cansancio la casi totalidad del callejero del pueblo. La excusa no era otra que evocar la pasión y muerte de Cristo, que los hellineros, en esa primera noche de tamborada veníamos a coincidir con aquella en la que el Personaje fue arrestado y torturado, hasta que en la mañana siguiente fue crucificado, escena que también rememorábamos subiendo al Calvario, mas o menos derrotados por la batalla de la noche. En aquellos años, nuestros mayores tuvieron el vicio de inculcarnos las tradiciones con esas premisas y razonamientos.
En cuanto a las bromas y críticas vertidas sobre el cartel, he discrepar tajantemente de ellas, pues creo que este cartel de 2016 es el único, de todos cuantos se han editado, que hace honor a su título de heraldo y pregonero.
Un cartel anunciador no es ni mas ni menos que una ventana abierta al mundo, un objeto publicitario sin otro fin que el de llamar la atención y ser reclamo de visitantes, cuantos mas mejor. Ahora bien, el cartel además de ser bonito ha de ser congruente, y mantener una relación lógica entre los actos, hechos, o escenas que en el se anuncian, y lo que el espectador verá materializado respecto de lo anunciado.
Con estas premisas, nadie que lo haya visto podrá negar que el cartel anunciador de la Tamborada de Hellín 2016, es una muestra fidedigna de lo que el nativo o forastero podrá ver en la Plaza de la Iglesia y aledaños, si opta en pasear por la zona en las madrugadas de Viernes Santo o Domingo de Resurrección.
Los que se rasgan las vestiduras en disconformidad con el cartel no son consecuentes con la realidad de las tamboradas, o hace muchos años que no visitan la zona.
Este año más que un cartel, la tamborada de Hellín tiene como aliado de su realidad un oráculo, una imagen premonitoria de lo que ya esta ocurriendo y de lo que irremisiblemente deparará el futuro.
Y no es por nada malo, ni bueno, simplemente por que en este pueblo, como en otros, cambian los tiempos y las personas con el devenir de las nuevas generaciones, pero en éste al contrario que en otros, o que en ninguno, también cambian las tradiciones, e incluso desaparecen.
Si en los años venideros algún artista quiere plasmar la vorágine multitud que da color y sonido a las dos madrugadas tamborileras de Hellín, habrá que indicarle que tome sus instantáneas o apuntes en el interior de las “peñas” abarrotadas de tamborileros/as confortados y resguardados del frío de la noche, mientras en vigilia descansan sus armas para acometer al alba el asedio al monte Calvario.
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