Sol Sánchez
Demasiadas noticias tristes las ocurridas en las últimas semanas. TodavÃa me despierto y recuerdo a Rosa Gonzalez, y ahora nos deja otra querida y estimada hellinera, Beatriz Lopez.
A Bea no la conocà personalmente, aun asÃ, mi último libro lleva su nombre y sus apellidos en la primera página. Se lo dediqué porque al escuchar a Urbano hablar de su hija, supe que Beatriz era, es y será siempre magia.
Lo hice, porque cosas de la vida este medio provocó que conociera a sus padres, y a ellos he estado unida, a mi manera, durante todos estos meses de dolor.
En el trayecto he vivido sensaciones y emociones únicas y para mà extremas. Jamás antes, he sentido la vida de esta manera: amor incondicional, profundo dolor envuelto en esperanza, pasión por vivir, relaciones emotivas, humanas, entre una familia sencilla que me han dejado una de las mejores lecciones de amor y supervivencia.
Hoy, no voy a dedicar este escrito a Beatriz, porque estoy segura de que, ella vuela alto con las alas de la libertad, y con todo lo bueno que ha dejado con su paso en esta tierra.
Hoy quiero escribir a sus padres. Porque para mÃ, son héroes. Son los que habrÃan preferido dar su propia vida a su hija.
Son los que se han dejado parte de esa vida en la puerta de la UCI durante meses.
Son los que creemos que siguen vivos, pero están muertos. Como cada padre y madre que pierden a un hijo. Lo peor que a un ser humano nos puede pasar en esta existencia.
A veces, la vida te envÃa una gran tormenta, y debajo, las personas que de verdad se quieren, aprovechan para darse lo mejor de sà mismos. Beatriz y sus padres se lo dieron. A veces, en medio de los fuertes truenos, el amor se hace grande, tan inmenso que estremece a los corazones que cerca, laten. A mà me ha estremecido. A veces, el rayo se quita la máscara de la crueldad y aparece un hada vestida de sensibilidad, y crea un hilo invisible para el resto, pero visible para los hijos que se van y los padres que se quedan.
Me consta que en esos meses de hospital Beatriz y sus padres, recibieron un regalo a los que pocos mortales tienen acceso.
Sin conocerte Beatriz, te digo, aunque tú ya lo sabes, que eres afortunada. Has tenido, tienes y tendrás para la eternidad, a los padres más abnegados y fieles. Han estado a tu lado cada minuto que habéis sabido convertir en horas. Minutos que habéis llenado de vida propia y por siempre flotarán en el universo.
A Urbano y su mujer, sé, que Beatriz jamás los abandonará. Sé que interiormente, albergan esa misteriosa paz que ayuda a vivir, a resucitar, a ser fuertes, a seguir construyendo un mundo mejor. A crecerse ante la adversidad.
A nosotros, entre los que me incluyo, dirÃa que: no nos olvidemos de los padres que aquà siguen. Porque si de verdad queremos hacer algo por los que se van, es cuidar de los que aquà se quedan.
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