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Un libro imprescindible

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Un libro imprescindible

Un Pueblo traicionado, de Paul Preston
España de 1874 a nuestros días. Corrupción, incompetencia política y división social

El Espectador

Es cierto que conseguir llegar a terminar de leer el libro del hispanista inglés, Paul Preston, “Un pueblo traicionado”, un volumen de 775 páginas de las cuales 168 son de notas, no es nada sencillo y menos con la dificultad de hacerlo de manera cómoda debido a su volumen, pero de verdad que merece la pena hacer este esfuerzo físico por el beneficio mental que se consigue introduciéndose en sus páginas, que te atrapan de manera imparable.

Paúl Preston, uno de los historiadores hispanistas más importante de los últimos años, un hombre que ama España, que lleva 50 años estudiado su pasado más reciente, nació en Liverpool en 1946, en la actualidad ocupa la cátedra Príncipe de Asturias de historia contemporánea española en la London School of Economics & Political Science.

Ha escrito numerosos artículos, ensayos y colaboraciones en revistas y periódicos de España y Gran Bretaña. Entre sus libros más importantes destacan “Franco” (2015), “El Holocausto español” (2011) y “El final de la guerra” (2015).

En 1986 le fue otorgada la Encomienda de la Orden al Mérito Civil y en 2007 recibió la Gran Cruz de la Orden de Isabel la Católica. Desde 2006 es miembro de la Academia Europea de Yuste y en 1998 ganó el “I Premio Así fue”, con la obra “Las tres Españas del 36.”
Esta inmensa e intensa obra a la que nos referimos acapara desde el año 1874 cuando se restablece la restauración monárquica con Alfonso XII, hasta que llega al trono su tataranieto Felipe VI en 2014. Son 140 años que trascurren en un escenario pleno de corrupción y de incompetencia política, con la nefasta influencia de la Iglesia y el Ejército, en la mayoría de las ocasiones.
Para dar cuenta de esta influencia de las fuerzas armadas a través de estos años, Preston recuerda que “los movimientos progresistas fueron aplastados por el general O´Donnell en 1856, por el general Pavía en 1874, por el general Primo de Rivera en 1923 y por el general Franco entre 1936 y 1939”.

Hace unos meses, la revista literaria “Babelia” que edita todas las semanas en sus páginas el diario “EL PAÍS” publicaba con el título “Genealogía de la corrupción española” un interesante artículo dedicado a este libro, firmado por Tereixa Constenla, donde asegura que el resultado es una sólida historia de España permeada de tal suciedad que el propio autor estaba deseando sacudirse el peso de encima.

En sus páginas los personajes van desfilando en un apretado corredor en el que pocos se salvan de la quema, uno de ellos, por ejemplo, Juan Negrín antes y durante la Guerra Civil. También Felipe González o Adolfo Suárez. Entre los más corruptos o ineptos, Alfonso XIII del que Valle-Inclan escribe “Ahora no se le arroja por anticonstitucional, sino por ladrón”, Largo Caballero, a quien cataloga como el político más incompetente de la historia reciente de España, o saca a relucir el conocido discurso de Lerroux cuando alentaba a los jóvenes a violar a las monjas para elevarlas a la categoría de madres.

El hispanista ingles cita también sin dudar en este grupo a Francisco Franco, del que dice que entre los años 1937 y 1940 acumuló una fortuna personal de 34 millones de pesetas de la época: “Una fuente importante de liquidez para Franco era la apropiación de suscripciones teóricamente organizadas para cubrir el coste del bélico de los rebeldes”. En resumen, afirma que la fortuna que dejó al morir ascendía al equivalente de más de 1.000 millones de euros de 2010”.

Otros personajes de los más representativos de aquella época fue el contrabandista Juan March, el gran financiador del golpe de 1936, el ministro de Trabajo durante 16 años, José Antonio Girón, acusado por los banqueros de malversación de fondos o el general Queipo de Llano, que se hace con un cortijo en Camas (Sevilla).

Ya para finalizar un párrafo que José Ortega y Gasset escribió en 1921 y que encabeza el prefacio del libro de Paul Preston.
“Empezando por la Monarquía y siguiendo por la Iglesia, ningún poder nacional ha pensado más que en sí mismo. ¿Cuándo ha latido el corazón, al fin y al cabo extranjero, de un monarca español o de la Iglesia española por los destinos hondamente nacionales? Que se sepa jamás. Han hecho todo lo contrario. Monarquía e Iglesia se han obstinado en hacer adoptar sus destinos propios como los verdaderamente nacionales”.

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