Sol Sánchez
Hace unos dÃas mis manos marcaron sobre el teclado del ordenador un nombre: Antonio Moreno GarcÃa, y entre su gran obra, me apareció una entrañable entrevista del cronista hellinero, que para mÃ, sin conocerlo personalmente se ha convertido en un paisano cercano.
Me quedé ensimismada escuchándole, sentado tranquilamente sobre un sillón del hoy, desde el que narraba detalles de su vida del ayer en una perfecta armonÃa de los tiempos.
Me enterneció la humildad con la que vivió los avatares de aquellos años de su niñez, el amor que expresa por sus padres y las personas que lo acompañaron. Me gustó su manera de narrarlo.
Antonio es un amante empedernido de su tierra. Un incansable buscador de secretos y verdades. Es meticuloso con las fechas, los hechos, con la expresión. Me parece un explorador de momentos, de vivencias, de los oficios, el arte, de situaciones únicas e irrepetibles, que sin pretenderlo captó con la mirada de su cámara. Era un joven que admiraba la cotidianeidad, y en su espÃritu inquieto, jamás imaginó que con el paso del tiempo sus instantáneas viajarÃan en la nave de la tecnologÃa, y el gran tesoro de su archivo recorrerÃa las constelaciones hellineras y llegarÃa a cada planeta personal. En su afán de recoger esas partes del mundo en blanco y negro, no contó con la cantidad de personas que nos preguntarÃamos: ¿Quién es, en realidad, este hombre? ¿Será un sabio? ¿Un hombre con poderes capaz de estar en todas partes?
Pero lo cierto es que Antonio Moreno buceó por los enigmas hellineros, se adentró en las profundas cavernas de un pueblo inexplorado. Quizá en busca de la inmortalidad de unas costumbres, tradiciones y sucesos. Cambiando el arco y las flechas por un bolÃgrafo y una cámara fotográfica, armas emblemáticas de Antonio Moreno, a las que con su personalidad y arrojo, las convirtió en una forma sublime de conquistarnos.
Antonio es de esas personas con las que me gustarÃa sentarme frente a un fuego de invierno, para que me contara parte de lo mucho que conoce sobre las calles y gente de HellÃn. Presiento que se ha cruzado con el Alma hellinera, aunque no diga nada sobre ello. Aunque se limite a lo existente…, me atreverÃa a pedirle que me invite a navegar por los posos del café de los barrios, nuestros barrios. De los rincones que aparentan estar desabrigados de esencia. Que me cuente dónde quedó el misterio de los hombres y mujeres de antaño y si todavÃa es posible el reverdecer de los prados.
Y antes de la despedida, cuando el fuego crepitante se haya convertido en ascuas, le confesaré mi enorme aprecio por su compromiso con nuestra tierra. La responsabilidad de su obra. Por escribir y fotografiar a nuestro pequeño Universo hellinero, que al mirarlo nos enriquece y nos hace sentir un poco más grandes.
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