Por Sol Sánchez
Ha pasado el tiempo. Ya no somos los niños que fuimos, aunque, afortunadamente, una gran parte siga latiendo en nuestro interior.
El aroma que han intentado mantener en el ambiente del cine, nos agarrará con fuerza de la mano para que cada uno de nosotros hagamos ese viaje particular.
Tiempos en los que el Alma de HellÃn estaba presente en todo lo que mirábamos.
Nos convertiremos en pequeños Peter Pan.
Volaremos sobre los tejados de la imaginación, para volver a observar a los amigos, compañeros, vecinos que entonces estaban junto a nosotros y hoy no están.
A nuestros padres en casa, esperando que regresáramos para cenar, mientras que nosotros llevábamos la huella de las princesas y vaqueros, robada de la gran pantalla.
Respiraremos ese aroma inconfundible, a los años pasados y personas que entonces componÃan la gran familia Hellinera.
Era obligado que HellÃn, recuperara este Teatro.
Porque ha sido una manera, para que individualmente, vivamos experiencias únicas, que se quedaron prisioneras bajo llave, entre el olvido y carteleras obsoletas, y que solamente nos podÃa entregar el Cine Victoria:
- La vez que el acomodador nos cogió de una oreja y nos echó a la calle, por ser incapaces de guardar silencio.
- El primer beso. La primera caricia.
- La primera paga que nos dieron nuestros padres y la gastamos en una entrada.
Las primeras imágenes del destape. - La intensa lluvia que nos sorprendÃa a la salida.
No tiene precio el hecho de poder llevar ahora a nuestros hijos, pare hablarles de nuestra niñez. Sentarlos en el mismo lugar en el que antaño, tus pies no llegaban al suelo.
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