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¡Qué paradójica es la vida!

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¡Qué paradójica es la vida!

Conchi Catalán

El lunes, 6 de febrero, el mundo entero se despertó sobrecogido y horrorizado ante las imágenes del fuerte terremoto de magnitud 7,8 que esa madrugada, había sacudido a Turquía y Siria…

Las grandes tragedias, cuando las observamos en la distancia, nos remueven por dentro, nos dejan sin palabras y tratamos, desde la apacibilidad de nuestras vidas, ponernos en el lugar de quienes tanto sufren y, aunque eso, por mucho que lo intentemos, es imposible visto desde lejos, al menos, nos dejan bastantes puntos para la reflexión…

Uno es la solidaridad. Los pueblos se unen y cientos de miles de manos, acogen, abrazan, escarban entre los escombros, con el único fin de ayudar, de salvar cada vida posible. Esta solidaridad, que siempre aflora en las grandes catástrofes y nos muestra lo mejor del ser humano, nos deja imágenes tan emocionantes como el rescate de niños enterrados bajo los hierros y el hormigón, donde se refleja toda la ternura y el cariño de las personas que, rebosando generosidad y entrega, luchan durante horas y horas sin importarles otra cosa que sacar a quienes se encuentran allí atrapados. La solidaridad es uno de esos grandes valores que salvan a la raza humana, que nos salvan.

También afloran grandes paradojas:
Bladimir Putin, probablemente uno de los seres que más dolor, miseria, falta de empatía y respeto ha mostrado ante la vida de sus semejantes en este siglo XXI, expresa sus “sinceras condolencias” al presidente Erdogan así como al cruel presidente sirio, Bashar al Asad y les ofrece “toda la asistencia necesaria” …

Es increíble que después de masacrar literalmente al pueblo ucraniano y a gran parte del sirio, quiera mostrarse ante el mundo con una capa de barniz solidario. ¡¡Qué paradójica es la vida!!…

En este mismo sentido, no puedo dejar de pensar en Siria, bajo la tiranía y la crueldad de un criminal que extermina a su propio pueblo, reprimiéndolo salvajemente durante más de once años de guerra, abandonada a su suerte, con las fronteras cerradas y donde se hace casi imposible prestar ayuda, (especialmente en la zona del país que controla el gobierno del tirano). Una tragedia natural encima de otra creada por el ser humano. Siria es la parte más oscura de este drama.

Finalmente, dos apuntes:
Nuestra propia fragilidad. Estamos aquí de paso. Una noche esta gente se acostó como cada día y cuando amaneció más de veinte mil habían muerto y los que han sobrevivido encima de su dolor vislumbran una vida sin futuro.

Qué necesario es ser capaces de banalizar nuestras “pequeñas guerras”, nuestras ambiciones desmedidas, nuestro afán de protagonismo, el dinero por encima de todo, la razón del más fuerte siempre por encima…

Me quedo con los abrazos que acogen, la sonrisa de los niños rescatados de la muerte y las olas de solidaridad, porque son los valores que salvan y salvarán siempre a la raza humana.

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