Antonio García
A veces el recuerdo es puñetero, porque nos ayuda a comprender cómo, con las mismas palabras, se designan cosas diferentes y a menudo, opuestas. Y cómo, torticeramente, se manipulan y retuercen los conceptos, fines y metas de un movimiento primigenio legítimo y noble, que en su origen y esencia dio un vuelco a la Historia en pro de la justicia y la dignidad de todos los seres humanos. Sí, también hay una memoria histórica para esta clase de feminismo actual, bastardo, engañoso, ramplón y barriobajero que pulula por la ONU y por las altas instituciones europeas y nacionales, constituido en lobby de presión generosamente financiado y deformador de conciencias. El feminismo de la igualdad de sexos, de la corrupción de menores, del aborto libre total, destructor de la familia y la sociedad y veneno letal para la misma mujer, que ha terminado contaminando a la sociedad entera, sumiendo a hombres y mujeres en un maremágnum contra natura. Feminismo de laboratorio maquiavélico, fabricado como herramienta de la más ignominiosa, corrupta y destructiva élite mundial.
Los orígenes del feminismo histórico se encuadran en el período que va de 1789 a 1870. La Revolución Francesa de 1789 y las demás revoluciones liberal-burguesas plantearon como objetivo central la consecución de la igualdad jurídica y de las libertades y derechos políticos. Pero pronto surgió la gran contradicción que marcó la lucha del primer feminismo: las libertades, los derechos y la igualdad jurídica que habían sido las grandes conquistas de las revoluciones liberales no afectaron a la mujer. Los “Derechos del Hombre y del Ciudadano” que proclamaba la revolución francesa se referían en exclusiva al “hombre”, no al conjunto de los seres humanos. A partir de aquel momento, en Europa Occidental y Norteamérica se inició un movimiento que luchó por la igualdad de la mujer y su liberación. Durante ese período, el principal objetivo del movimiento de las mujeres fue la consecución del derecho de voto. Nacía así el movimiento sufragista que no tardó en dar paso al auténtico movimiento feminista, germen de verdaderas heroínas de la historia. Un movimiento que, a veces, contempla el voto, pero que también exige demandas sociales como la eliminación de la discriminación civil para las mujeres casadas, el acceso a la educación, al trabajo remunerado… y que también defendía enconadamente el respeto a la familia y al niño gestado. Permítanme traer aquí algunos testimonios de feministas destacadas de aquellas épicas luchas.
Susan B. Anthony. En su publicación «La Revolución» escribe en 1869: <<¿Culpable? Sí. No importa cual sea el motivo, amor sin cuidado o un deseo para salvar del sufrimiento a los inocentes no nacidos, la mujer que comete tal acto es culpable. Será una carga de conciencia de por vida, será una carga para su alma al morir; pero, ¡oh, doblemente culpable es aquélque la llevó a tal desesperación que le provocó tal crimen!>> El aborto se consideraba como “matar un bebé”. Elizabeth Cady Stanton, activista estadounidense, abolicionista (contra la esclavitud de los negros) y figura destacada del movimiento de mujeres. Es a menudo acreditada como la iniciadora de los movimientos organizados de derechos de la mujer y sufragio femenino en los Estados Unidos. Sus palabras en 1868: <<Cuando consideramos que las mujeres son tratadas como propiedad, es degradante para las mujeres que tratemos los hijos como una propiedad que se puede desechar como queramos>>. Clasificó el aborto como una forma de infanticidio.
Victoria Woodhull, la primera candidata presidencial, dice en 1870: <<Los derechos de los hijos como individuos comienzan en el feto>>.
Alice Paul, nacida en New Jersey, licenciada en Sociología y Doctora en Economía y Ciencias políticas, autora en 1923 de la Reforma de los Derechos Humanos, nos dejó esta frase lapidaria: <<El aborto es lo último para abusar ilegítimamente de la mujer>>.
Sarah Norton. De un artículo publicado en un semanal de 1870: <<Los asesinos de bebés practican su profesión sin impedimento alguno; es una carnicería abierta sin restricción. ¿No hay remedio alguno para todo este crimen antinatal de bebés? Tal vez llegue el día en que el derecho de los no nacidos a ser nacidos no sea rechazado o interferido>>. Y tantas y tantas otras que, necesariamente, me dejo en el tintero.
Sin embargo hoy día existen organizaciones mundiales defensoras del verdadero feminismo, aunque no sean publicitadas en los medios de comunicación. Y un ejemplo, entre otros es Feministas por la Vida (Feminists For Life) cuya líder, Serrin Foster, en una entrevista recientísima deja las cosas bien claras: <<Una sociedad que promueve el aborto como “una necesidad” o “un mal necesario” subestima a la mujer. Los principios básicos del feminismo son la justicia para todos, la oposición a la violencia y la no discriminación. El aborto va en contra de los tres. El aborto es un segundo acto de violencia contra la mujer violada. Porque somos promujer y provida, rechazamos elegir entre mujeres y bebés. Eliminar los hijos de las madres pobres no elimina la pobreza. Las mujeres pobres merecen los mismos apoyos y alternativas para afirmar la vida. Exigimos que la sociedad apoye la capacidad singular de la mujer de dar vida>>.
Y termino con una frase “marinera” del periodista Eduardo García Serrano: <<Estamos en un Estado Social y de Derecho, en un Estado de Bienestar que no socorre a sus náufragos>>.
Puro fracaso, pura decadencia, pura deshonra. Creo que no hacen falta ampulosas declaraciones, sino solo tener dos dedos de frente, para entender el mensaje de esta Memoria Histórica.
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