Sol Sánchez
A veces una Feria nos puede parecer una simple fiesta, pero para cada uno de nosotros tiene connotaciones diferentes, olores, colores y sabores que aun siendo iguales son distintos.
A mí este año la Feria me ha acercado el recuerdo de mi padre trabajando muchas más horas de las habituales por las prisas de tener hechos los libros informativos de todos los actos para esos días especiales de Feria. Carteles y folletos anunciando a los grandes del toreo. Y los cantantes que nos visitarían en la Caseta.
Todos los años era de esa manera: mi padre trabajaba mientras nosotros los más pequeños, contábamos los minutos para salir del cole y correr hasta el recinto ferial a comprobar que nuevas o conocidas atracciones habían llegado.
Todavía siento el tacto de las fichas en mis manos de los coches cucones.
El olor a plástico de las muñecas y las silletas.
El frescor del agua del grifo de la Rosaleda en el que bebíamos.
La parte trasera de los circos en las que siempre parecía esconderse algo.
La tristeza que observaba en la oscuridad que caía sobre la piscina municipal, cuando acompañaba a mis padres a comer unos caracoles en el bar de la Caseta, y yo, me sentaba sobre el pequeño muro y recordaba todo lo que en esa piscina había vivido en el verano ya pasado…
El suelo cubierto por los boletos de las tómbolas…
Esa bruja que tanto me asustaba en el Tren del Miedo y cuya imagen siempre será la misma. Una careta que pasará de padres a hijos dentro de un negocio familiar.
Y no me resulta extraño, porque con el paso de los años todavía el ambiente de nuestro negocio familiar sigue existiendo: las mismas prisas, los folletos carteles, entradas…
Ahora con mi querido hermano Manolo, que ha seguido los pasos de nuestro padre manteniendo la tradición, trato y formas de siempre. No continua el trabajo artesanal que vi durante tantos años letra por letra…, pero con la tecnología sigue la cercanía, el compañerismo y las ganas de crecer y permanecer junto a sus paisanos en el Hellín que al igual que mi padre, mi hermano tanto ama.
Los años pasan y muchas cosas se heredan. La careta es la misma, pero detrás hay otras personas.
La Feria cambia, pero prevalece un sentimiento que perdura en el fondo de cada uno de nosotros. Un sentimiento hecho con los eslabones del tiempo, recogiendo el testigo de aquellos que nos dieron la mano, que nos ayudaron a crecer y formarnos.
En lo alto de esa Noria desde la que todo parece igual, respiro el aroma que se desprenden de las almendras garrapiñadas, del algodón dulce. Escucho la sirena de las atracciones y miro a los pinos del parque que casi envejecen a la vez que yo.
Desde la emoción que siento como hija de un hombre humilde del que me siento orgullosa cada día, agradezco a mi hermano Manolo su labor, su constancia, su apego y cariño incondicional, y especialmente que para los vecinos de Hellín sea la viva imagen de Manolo el de la Imprenta Sánchez del ayer y del ahora.
Feliz Feria, porque, aunque a veces todas nos parezcan iguales, lo cierto es que son irrepetibles.
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