El dÃa veinticuatro de noviembre comenzaron las navidades en Suiza.
Siempre me hace sentir lo mismo: es como si retrocediera en el tiempo.
Nada tienen que ver, con las que hoy en dÃa se viven en España.
Aquà todo es más sencillo, y se respira el espÃritu navideño en cada rincón.
En unas semanas, en los foros hellineros, se analizará; unos criticarán y otros alabarán el alumbrado que el ayuntamiento instale.
Pero…, en realidad eso es lo que menos deberÃa importar.
¿No sé si recordáis aquellos años en los que lo que menos nos importaba era el alumbrado?
Yo ni siquiera lo recuerdo.
Quizá porque la belleza se esconda en las cosas sencillas.
Aquà no se gastan grandes cantidades de dinero en decoración, pero consiguen un efecto acogedor.
Unas luces iluminando los árboles de las calles, los comercios se encargan de poner un calor especial en la decoración, y cada vecino adorna sus ventanas y balcones con lo que tienen.
Para fomentar que no se pierda esa tradición, el ayuntamiento crea un concurso de fachadas, y hay un dÃa en el que la gente recorre cada calle del pueblo para admirar lo que se convierte en grandes y trabajadas obras navideñas.
Pero en esa suma, los pueblos se transforman en cuentos, en lugares que te hacen sentir bien.
Lo que más lo llena todo son los mercadillos de Navidad, que suelen ser artesanales.
Esos puestecitos en los que, unos te vende su trabajo, y otros chocolate con churros.
Lugares de encuentro entre vecinos, villancicos de fondo, y un espÃritu navideño que aflora en el conjunto de una sociedad que ama lo que tiene, que celebra sus fiestas, que sabe mirar esos pequeños detalles.
He leÃdo muchas veces esas frases que dicen que; la Navidad está en el corazón, y ¡qué cierto es!
A mitad de noviembre, pequeñas cosas como el humo que deja escapar una chimenea, el reflejo de la lumbre a través de unos cristales, el frÃo helándome la nariz, todo eso consigue, que mis latidos lleven implÃcito la Navidad.
Jamás olvidaré las tardes de pelÃculas que vivÃa junto a mi madre. Porque la programación de la tele también se vestÃa de Navidad.
La visita a casa de mis abuelos y a los de mis amigas, en busca de aquellos dulces caseros tan particulares de cada uno.
La llamada a nuestra puerta de los operarios del ayuntamiento para recibir el aguinaldo…, los escaparates de la librerÃa del Carmen…
¡Solamente pensarlo me hace sentir mariposas en el estómago!
Y aunque os parezca una tonterÃa, lo que más me gusta es volver a sentir la ilusión por tener, los regalos que nunca tenÃa.
Me refiero a que, el hecho de no conseguir un deseo implicaba cuestionarme cosas, esforzarme, entender que no todo se puede conseguir fácilmente…
… un sinfÃn de recuerdos que hoy en dÃa se convierten en emociones que, me hacen entender que, efectivamente, la Navidad está y se vive desde el corazón.
Con los medios que tengo, he querido crear un pequeño video que nos acerque a las navidades mágicas del ayer, dÃas en los que sabÃamos convertir los insignificantes detalles en momentos grandiosos.
Diciembre se acerca y con él la Navidad.
Volveré a esperar uno de esos regalos, que llegan o no, pero al menos me permiten soñar.
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