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Los museos, guardianes de nuestra identidad

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Los museos, guardianes de nuestra identidad

Por Francisco J. Muñoz. Arqueólogo, investigador y divulgador

Asesor Científico del Grupo Municipal de Ciudadanos de Hellín

Si buscamos en internet la definición de museo podremos encontrar textos como este: “…lugar donde se guardan y exhiben colecciones de objetos de interés artístico, cultural, científico, histórico, etc.”. Además de custodiar y conservar, uno de sus principales objetivos ha de ser difundir los conocimientos humanos. Es el lugar donde descubrimos las esencias del mundo en el que habitamos: naturales, hechas por el hombre o ambas de forma combinada. En cualquiera de los casos, muchos de los museos atesoran la identidad misma de la comunidad que los acoge, que los ha concebido.

Este concepto es el que más me interesa destacar en estas líneas: identidad. La identificación que sentimos hacia los paisajes en los que hemos crecido, aquellos referentes, “hitos” podríamos decir, que nos gusta resaltar cuando alguien nos visita, como, por ejemplo y hablando de las tierras de Hellín, los cañones de los ríos Mundo o Segura, o el volcán de Cancarix. Pienso en la identidad de un territorio y sus gentes más como una resolución del devenir del tiempo que como un hecho diferencial, ya que en definitiva somos parte de una identidad mayor, y ésta de otra superior… y así casi hasta el infinito.

Por esto, por ser parte de construcciones más altas, tenemos la obligación de aportar el material de obra que nos corresponde, porque de lo contrario, romperemos la cadena de transmisión, estaremos dejando vacíos que distorsionarán el sentido y armonía de la arquitectura a la que pertenecemos. Los museos son un relato, a la vez que un ladrillo, ya secado al sol o cocido, del alzado imponente de un zigurat. Todo relato, breve o novela extendida, se estructura en capítulos, cada uno con su trama particular, pero que se injerta tanto en el origen, el génesis, como en el desenlace. El relato, la historia, nace de un concepto previo, la idea, algo que contar a los demás, lo cual nace de la necesidad genética de comunicarnos.

Los museos forman parte del lenguaje colectivo de las comunidades, común y comprensible para todos. Y tal como el lenguaje es complejo y nunca le sobran ideas que transmitir ni palabras o gestos como transmisores, a una comunidad no le sobran museos. Estén todos reunidos en un solo edificio, o en continentes distintos, lo importante es que el relato sea certero en la búsqueda de la trasmisión del conocimiento científico al conjunto de la sociedad. Y esta es una obligación inherente a todo responsable público al que se le encomienda esta tarea.

En Hellín no sobran museos. Al contrario, el museo debe salir a la calle, impregnarla, imbricarse en ella, abducirla si quieren, ser el maestro de ceremonias que te invita a continuación a descubrir su cuna y taller, porque los objetos inertes que hay en su interior nacieron en lugares vivos, en la calle, o en el campo, o en la montaña. Si tenemos una hermosa colección de pinturas de uno de nuestros brillantes artistas, la calle, o el campo, o la montaña, fueron los lugares que aportaron las semillas de su talento, y su identidad.

Toda comunidad tiene mucho que contar, tanto a quienes crecen y viven en ella como a quienes la visitan. Mucho más de lo que generalmente se procura. Por lo que no sobran museos, en los más de los casos lo que falta es pensarlos. Analizar, estudiar, discutir, proponer, compartir… y escuchar. La transmisión del conocimiento, es decir, de la identidad, es una tarea ardua, compleja, y como tal ha de ser abordada. Y los museos, en sus formas más diversas, son herramientas imprescindibles de la identidad cultural de toda comunidad, insustituibles, porque, insisto, son el sagrado lugar de la custodia de los misterios del devenir colectivo… y el lugar donde ir a descubrirlos. Son los fieles guardianes.

Para terminar, me permito reproducir una reflexión de Rocío de la Villa, profesora e investigadora, sobre los museos que me parece muy adecuada en este momento: “Un museo debe ser el gran archivo del periodo/tema que sea su objeto. Además de su conservación, sobre ese archivo el museo debe ofrecer interpretaciones múltiples y diversas y, de continuo, debe renovar sus vínculos con la Sociedad”.

 

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