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Los buenos son tontos

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Los buenos son tontos

Antonio García

Lapidaria frase, que resume grosso modo la filosofía del español, sea cual sea su condición social. Yo no sabría decir si esto lo llevamos en los genes, pero sí se que pertenece al genio ibérico desde tiempo inmemorial. Bastaría echar una mirada a nuestro refranero para darse cuenta de que somos campeones mundiales en picaresca. De que somos un país donde las trampas, las pillerías y las malas artes están mucho mejor valoradas socialmente que la bondad, la generosidad, la nobleza, la honradez… Basta leer la prensa diaria para comprobar el poco predicamento y lo escasamente noticiables que son estas cualidades.

Ya en el siglo XVI quedó constancia literaria, de manera genial, cuando a alguien se le ocurrió escribir “El Lazarillo de Tormes”, en pleno siglo de Oro, en los inicios del Renacimiento. Tiempos de esplendor de este “modelo literario” tan apreciado y tan nuestro –y tan real-. Por aquella época surgieron cantidad de novelas donde el personaje principal, simpático y admirado es el “pícaro”. Y desde entonces hasta hoy, poco ha cambiado la cosa. Podríamos asegurar, sin temor a equivocarnos que la herencia de la picaresca ha continuado fielmente y sin interrupción hasta nuestros días. O sea, que la cosa no es de ahora, ni se vislumbran señales de desaparición de esta “cualidad” tan arraigada en la idiosincrasia española.

Pero no vayan a pensarse que es exclusiva de una determinada clase social. Ni mucho menos. Aquí cada cual, del alto al bajo, del rico al pobre, del noble al plebeyo se las apaña como puede –claro está- para el trampeo, la estafa, el fraude, el engaño o el ocultamiento. Y digo y repito, desde el último mono hasta los personajes más encumbrados de las altas esferas socio-económicas… y políticas.

Los medios de comunicación nos suelen poner al corriente, día si y día también de la cantidad de fulanos y fulanas metidos al chollo de la política que, no conformes con los sueldazos que ganan, se apuntan a negocios fraudulentos al amparo de las instituciones del Estado y asociados al dinero público que, según dijo alguien, no es de nadie. Y si dejásemos por un momento la pose hipócrita, reconoceríamos que la filosofía de fondo del Homo Españolensis es: <<Engancha lo que puedas. Si no lo haces es que eres tonto>>. Reconozcámoslo, la honradez vende poco. No tiene prestigio, no despierta envidias de nadie. La honradez carece de morbo, de interés informativo. A nivel mediático no se cotiza, no es noticiable.

No se quién inventó este dicho, pero fue un español: <<A mí que no me den, que me pongan donde haya>>.

Pero yo quiero aterrizar en una cosa curiosísima, un fenómeno que me llama la atención. Porque creo que existe una corrupción intrínseca manifiesta a plena a luz, que no por ser “legal” se escapa de la picaresca: Los impresionantes sueldazos y prebendas de nuestros políticos. Meterse en política es un chollo. Y lo curioso, aunque también se comenta a veces, en el fondo esto no incomoda al pueblo. ¿Cómo es posible que tanto inútil se lleve tales sueldazos y otras regalías o privilegios en función de su cargo político? ¿Cómo es posible que, con tanto descaro y desvergüenza no haya una sola legislatura en que no se suban la paga? ¿Cómo puede ser que, habiendo tanto facineroso en todas las filas políticas, aún babeemos por el “partido de mis amores”?

O cómo es posible, por ejemplo, que apareciendo a diario tanta basura bajo las alfombras de la Junta de Andalucía, la gente aún siga “pesoando” allí, después de cuarenta años de robo y rapiña –no tienen la exclusiva, pero sí el récord-. No quiero decir con esto que otros no hubiesen hecho lo mismo, pero eso no lo sabremos hasta que no cambien los pesebreros que apesebran a los andaluces. ¿No quedamos en que el que la hace la paga? ¿Cuándo se le va a hacer pagar a los pesoes andaluces tanto desfalco? La UE dice, no yo, que es la Comunidad Autónoma más corrupta del continente. Pues chicos, no lo entiendo. Y al final, en un alarde de reconocimiento de las propias culpas, ante la abrumadora información de marrullerías de unos y otros, no nos queda mas que aterrizar en el <<si roban los tuyos, los míos también tienen derecho>>. Pero so imbéciles, ¡si nos están estafando a todos los ciudadanos, de unos y otros, de los tuyos y los míos!

Pero es una realidad a la que no podemos dar la espalda ni criticar en exceso, porque, ¿de dónde salen estos pícaros y ladrones? Del pueblo. ¿Qué educación, qué valores han mamado? Los del pueblo. Y si no a ver, ¿a qué español corriente no le gustaría tener un puesto así? O se hacen corruptos ante la tentación que se les presenta, o son ya corruptos cuando los elegimos.

La bondad, la generosidad, la nobleza, la honradez… ¡qué poco se cotizan! Solo son fieles los que gobiernan con amor, con vocación de servicio al pueblo. Dios mío, ¿dónde están en este proceloso mundo de la política?

Afortunadamente ya se que no todo el mundo es así, faltaría más, pero en España, el que es bueno y de veras se entrega a los demás, es tonto. Y los mejores calificativos que se les pueden aplicar son los de “inocente”, “iluso” o “idealista. Fuera de la realidad, soñador irredento. Utópico. Porque esa sí que sería la verdadera y real utopía –y no la otra-: desear que nos gobernasen los mejores. Y al que no diese la talla, a la puñetera calle o al trullo, sin fijarnos en colores.

Si yo encontrase un solo justo en Sodoma, con dotes de mando y carisma para el liderazgo, lo elegiría para Presidente sin fijarme en qué partido milita. Bastaría que cumpliese con aquella sentencia de Jesús a sus discípulos: <<El que quiera ser el primero, que se haga servidor de todos>>.

Pero no caerá esa breva.

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