Antonio García
Que todo sea por la Patria. Y si la Patria así lo demanda, saquemos a Franco de la Basílica del Valle de los Caídos. Porque no me cabe la menor duda de que si Pedro Sánchez está empeñado en ello, sus razones de Estado tendrá. Él, que es un hombre de Estado, según acredita mediante el master que cursó en un supermercado de su barrio y que ahora todo el mundo pone en tela de juicio. Cochina envidia.
A falta de mejores ocupaciones, llevo tiempo pensando en los problemas de España, y en cómo encontrar la maldita fórmula para solucionarlos. Y estaba a punto de arrojar la toalla cuando de pronto me entero de las intenciones de Perico el Rockero. Miren que le he echado vicio a la cosa para hallar la panacea político-socio-económica que pusiese a España a la cabeza del mundo civilizado, en todos los órdenes… cuando resulta que la cosa es mucho más sencilla que incluso llegar a la Moncloa. Que hay que joderse lo fácil que se ha puesto. Se sacan los restos de don Francisco de donde están, y con ello nuestro país va a quedar que no lo conocerá ni la madre que lo parió. De golpe y porrazo, los autónomos solo pagarán una cuota simbólica, los pensionistas no sabrán en qué gastarse lo que cobren, habrá un profesor por cada quince alumnos, un médico y dos enfermeras por cada siete enfermos, créditos a la inversión al peo puta por ciento, AVE entre Matacagá de Abajo y Villaconejos del Rastrojo. Libros de texto gratuitos. Asignaciones multimillonarias para I+D+I. Un polígono industrial y un “puerto seco” en cada aldea. El Estado nos dará dinero por hacernos cargo de una herencia. Y muchas cosas más… Hasta la corrupción política la recordaremos como un mal sueño, como algo que ocurrió una vez en el país, en un descuido tonto.
Si es porque todo eso se haga realidad de un día para otro, por mí, que saquen a Franco del Valle. Que me imagino que al hombre le dará lo mismo, dado el estado en que debe de encontrarse. Dicho todo lo cual, doy por sentado que tal medida no tendrá nada que ver con los odios políticos, las revanchas, el guerra civilismo, la indómita incultura de izquierdas y derechas, la cochina manía de enfrentar a los españoles… No, no, seguro que nada de eso motiva la decisión de secuestrar a un cadáver de la Basílica donde está enterrado, con toda la carga de bajeza, matonismo, ilegalidad y profanación que eso conlleva. Eso lo sabe Perico el Rockero que, aunque sea más ateo que el rabo de Lucifer, también sabe que Franco se le puede aparecer cualquier noche, joderle el concierto y tenerle acojonado para los restos.
Pero el problema es: ¿dónde sepultarlo de nuevo? Y aquí es donde intervengo para poner mi granito de arena, como suelo hacer en toda causa justa y progresista. Amén de imprescindible para el desarrollo nacional.
Pues bien, mi propuesta es que lo entierren en el cementerio de Paracuellos del Jarama. Sería todo un detallazo, porque allí el Caudillo estaría con los suyos. O sea, con todos aquellos que sacaron con nocturnidad y alevosía de las cárceles de Madrid, para, dada su peligrosidad como supuesta quinta columna, trasladarlos a cárceles de Valencia o al penal de Chinchilla de Montearagón (Albacete). Que esa fue la explicación que les dieron a familiares y deudos. Pero el caso es que no llegaron ni a un sitio ni a otro, es más, ni siquiera se alejaron de Madrid. Misteriosamente las caravanas de autobuses de dos pisos, portadores de tan comprometida carga, pronto se desviaron por caminos de tierra, dirección a los parajes conocidos como Arroyo de San José, en Paracuellos del Jarama y el Soto de Aldovea en Torrejón de Ardoz. Para una vez allí, junto a fosas que obligaron a excavar a los lugareños, con las manos atadas, ir asesinándoles, como el que tira al pichón en las ferias, por sospechosos de antirrepublicanos, por católicos, o porque les salió de los cojones a los señores gángsters del Comité Provincial de Investigación Pública (CPIP), que no solamente tendrían un papel fundamental en Paracuellos, sino que también se convirtieron en la nueva Policía de investigación criminal antifascista de Santiago Carrillo. Este último, como ustedes saben, Consejero de Orden Público, misión asignada a las Juventudes Socialistas Unificadas. Aunque el mismísimo día 6 de octubre, día en que el Gobierno Republicano se largaba para Valencia, y en cuya noche comenzaron las mortíferas “sacas”, el señor Carrillo y otros líderes de las JSU se cambiaron la chaqueta e ingresaron en el Partido Comunista. Por supuesto, las famosas matanzas de Paracuellos contaban con el respaldo de la CNT-FAI y el PCE. Naturalmente el Gobierno, preocupado por su imagen ante la prensa internacional y para confundir a los extranjeros, atentos al bienestar de los prisioneros, procuró no dejar ni rastro de documentos incriminatorias. Hubo una sistemática campaña de desinformación para ocultar la verdad de las masacres, mintiendo a los familiares y víctimas sobre el verdadero destino de las <<evacuaciones>>. Aunque en realidad fue un secreto a voces, que todavía la actual izquierda se empeña en ocultar.
Bueno, a lo que iba. Este es mi consejo a Perico el Rockero: si te sales con la tuya (que lo veo difícil) y sacas a Franco de donde está, que se le entierre en Paracuellos del Jarama, en un mausoleo que sirva a la vez de referencia y escuela de la verdadera Memoria Histórica. Pero deja en paz, cacho imbécil, la Basílica del Valle de los Caídos, lugar de culto religioso y el segundo monumento más visitado de España.
O mejor aún: olvídate de Franco de una puta vez, renuncia al puesto fraudulentamente obtenido, dada tu inutilidad como gobernante, y déjate de mangoneo, socia-listo
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