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Las fobias

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Las fobias

Antonio García

Nuestro diccionario define “fobia” como una aversión exagerada a alguien o algo. Un temor angustioso e incontrolable ante ciertos actos, ideas, objetos o situaciones, que se sabe absurdo y se aproxima a la obsesión. Esta palabreja viene del griego, con el significado de “miedo”.

Dicho esto, interesa remarcar los síntomas que producen las fobias: ansiedad, aversión exagerada, temor, angustia, descontrol, miedo hasta llegar al pánico. Un miedo que se vuelve irracional y opresivo… Es fácil encontrar fobias en muchas personas, como puede ser la aracnofobia –pánico a las arañas-, la acrofobia –terror a estar en lugares elevados, la claustrofobia –miedo a los espacios cerrados-, etc. Porque haberlas, hay muchísimas. Incluso manifiestan síntomas somáticos, que pueden ser de tipo cardiovascular, neurológico o gastrointestinal. Y hasta bien pueden llegar a alterar nuestra conducta: capacidad de atención, percepción, razonamiento y aprendizaje… Naturalmente hay diferentes intensidades, tanto cuantitativas como cualitativas. Y como se puede deducir, conducen al odio hacia aquello que produce la fobia. En definitiva, que representan un tipo de trastorno.

Me parece que con lo dicho, afortunadamente tenemos de sobra para entender racionalmente la finalidad del artículo, pues ni este periódico es una revista de siquiatría ni un servidor, ayuno en estas ciencias puede meterse en más berenjenales.

¿Por qué traigo a colación el asunto de las fobias? Muy sencillo: porque hoy día, en cuanto disientes de algo, en cuanto uno va en contra de la opinión oficial, determinadas políticas gubernamentales o de ciertos movimientos ideológicos, se nos coloca el sambenito de “lo que sea fóbico”. Y si no, dense cuenta de lo que ocurre con todo aquél que públicamente manifiesta su desacuerdo con la política migratoria que se está llevando a cabo en España y resto de Europa. Automáticamente, el contestatario o disidente, aún cargado de argumentos racionales, deja de ser un ciudadano pensante y libre para convertirse en un xenófobo o en un islamófobo. Es decir, odia al extranjero y odia a los musulmanes. Además de producirle, naturalmente, ansiedad, temor, angustia, pánico irracional y opresivo… O sea, en perfecta situación para inmediatamente pedir cita al sicólogo y, en su caso, hacerse mirar el corazón, las neuronas y el intestino –se citan casos en que estas fobias producen desde diarreas a estreñimiento-. Y sin embargo, lo único que ha hecho usted para merecer tal castigo, es ser políticamente incorrecto. Es decir, ser libre, tener opinión y manifestarla en consonancia con sus derechos constitucionales. Si tal es así, sepa que políticos y medios de comunicación dictarán anatema contra usted. Veamos una pequeña historia. Como ya sabrán, recientemente se ha producido en Nueva Zelanda un ataque terrorista contra dos mezquitas. El resultado es de 49 muertos. Brutal, criminal, deleznable. Los medios de comunicación han dado buena cuenta de ello. Y las repulsas no se han hecho de esperar, con toda la razón del mundo. Díganme ahora cuántos periódicos y televisiones han aireado el asesinato de 148 cristianos en Kenia a manos de terroristas islámicos. Cuéntenme las repulsas de políticos y manifestaciones habidas por el genocidio en Nigeria, donde más de 6.000 cristianos han sido masacrados, con el silencio mediático de Occidente. Y ojo, esto son solo unos ejemplos de lo que ocurre a diario en el mundo musulmán, desde Egipto hasta más allá de Filipinas. Yo me pregunto: ¿puede ser que haya “cristianofobia” en el mundo occidental? Si yo afirmo, aseguro, que sí, que existe la cristianofobia, con toda seguridad que soy un paranoico, un fanático y hasta puede que un fascista enemigo de las libertades. Concretamente en nuestro país, asevero sin temor a equivocarme que al menos la clase dirigente de todo el arco político de la izquierda es cristianófoba. Y el que no lo haya notado, que me perdone pero no se está enterando de por dónde va la procesión. ¿Sabían ustedes que en el mundo, tres de cada cuatro perseguidos por su fe son cristianos? Bueno, pues, ¿Cuántas veces leen o escuchan la palabra cristianofobia, y la repulsa y condena a estos crímenes? Es que hay que joderse con la facilidad que se acuñan ciertas palabras, cuya única finalidad, a fuer de repetición –y aceptación- es modificar la percepción de la realidad de las cosas por parte de la ciudadanía.

Es cierto que hay cosas, situaciones, etc., que nos producen rechazo, nos son antipáticas, estamos en desacuerdo y bla, bla, bla. ¿Pero son fobias, tal y como significa el término?

Así pues, queridos lectores, lo que se colige de todo ello es que hay que estigmatizar al disidente del totalitarismo político, y nada mejor que aplicarle un epíteto que con su efecto sonoro y mágico le desautorice, le ridiculice y le deje como un “enfermo” ante la sociedad domesticada y silenciosa. Aquí no se puede ir contra nada de lo que dicten las autoridades políticas, porque, como mínimo, se nos adjudica una fobia en menos que canta un gallo. Con una consecuencia clarísima: que en cuanto uno disienta, pasa a ser un incitador al odio. Y bien fácil es que si sus opiniones alcanzan un ámbito relevante, sea reo de denuncia ante la fiscalía.

El día 17 del presente, el diario El país –también llamado la Gaceta del PSOE- publicaba: <<Atentado islamófobo. Los discursos de odio contra la comunidad musulmana no pueden tener cabida en una democracia. Combatir la islamofobia es un deber y una prueba de calidad para las democracias>>. ¿Ha publicado alguna vez un editorial llamando a combatir la cristianofobia? Pues eso, que se les ve el plumero a la legua.

Y ya está bien de manipulación y adoctrinamiento, ya está bien…

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