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La “tolerancia” de los intolerantes

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La “tolerancia” de los intolerantes

Antonio García

Todos ustedes estarán al cabo de la calle de los sucesos acaecidos con el autobús naranja de HacteOir.org en su periplo por distintas ciudades españolas, o al menos de los acontecimientos ocurridos en su primera parada, que fue la de Madrid. Y yo no me resisto, de ninguna de las maneras -se pongan como se pongan quienes se quieran poner- a comentar lo que está ocurriendo en este lamentable país, dirigido por políticos lamentables y promovido, jaleado y enaltecido por lamentable grupos de presión.

Recordarán ustedes un artículo que escribí y fue publicado el 21 de Enero pasado, titulado “Niñas con pene y niños con vulva”, que causó cierto revuelo (sin yo pretenderlo), motivó la desaparición de dicho artículo en la edición digital de El Faro, y provocó una carta mía de respuesta -a un señor que nos ponía a caer de un burro a El Faro y a mí-, publicada al siguiente sábado. Pues bien, por si alguien pensaba que eran neuras, intolerancia e incitación al odio de un servidor, la famosa campaña de carteles en Navarra y País Vasco promoviendo la transexualidad infantil movió a una organización de carácter nacional –defensora de los derechos tradicionales de la familia y los niños- a emprender una contracampaña consistente en visitar ciudades españolas con un claro y sucinto mensaje, escrito en los paneles exteriores del autobús: “Los niños tienen pene, las niñas tienen vulva. Que no te engañen”. Sin más. Sin comentarios añadidos y sin críticas a nadie. Escueto y aséptico. Pues he aquí que, algo tan sencillo, evidente y anatómicamente patente ha provocado un terremoto desconocido para mí en mi ya larga vida. Unas reacciones tan viscerales, violentas y desproporcionadas que no logro salir de mi asombro. Patético.

Solo voy a relatar unos hechos, ya conocidos, pero con la intención de acercarlos más al exiguo colectivo de mis sufridos y pacientes lectores. Y ello confiando en que la tiránica censura que se nos está imponiendo ya sin disimulo me lo permita, y que los bulldog del “sistema dictatorial” no se lancen a mi yugular.

La primera visita del autobús, como ustedes saben, fue a Madrid. Para empezar diré que, de entrada, doña Cristina Cifuentes –que supera con creces a mis Bibiana Aído, Leire Pajín, etc.- escandalizada ella, tachó de “impresentable” decir que los nenes tienen pilila y las nenas chichi, sumándose al ataque que “improvisadamente” organizaron unos que iban de merienda y pasaban por allí… Cómo vería de insultante el letrero del autobús, que ordenó poner los hechos en manos de la Fiscalía. Aterrorizada por la antidemocrática e insultante frase del vehículo, comentó indignadísima que: “en esta vida no se puede ser tan radical”. Para a continuación descuajarse de gusto mientras las fuerzas vivas de la tolerancia patria lanzaban huevos y piedras contra el autobús, a sus ocupantes les llamaban de todo, menos bonicos, la policía –tras hacerse el longui un ratico- lo inmovilizaba y la corporación decretaba su expulsión de la ciudad. Todo ello, naturalmente apoyado y achuchado por el famoso “talante” del PSOE y demás fuerzas de la siniestra.

Más este ligero contratiempo no les amilana y se encaminan a Barcelona, donde son recibidos en loor de multitudes. Tan es así, que ya en una gasolinera antes de llegar a la Ciudad Condal, una turba de valientes fans de la libertad de expresión –algunos encapuchados- lo rodearon y, entre cantos de bienvenida (¡fascistas, homófonos…!), rociaron al presidente de HazteOir con huevos y salsa Ketchup y le obsequiaron con unos cuantos empujones, mientras unos seis agentes de policía se limaban las uñas a poca distancia de los hechos. La alcaldesa de Pallejá, Ascensión Ratia, que tal era la localidad, con su pañuelo arcoíris en torno al gaznate declaraba a la prensa su hostilidad hacia ese vehículo que decía que “los niños tienen pene y las niñas tienen vulva”. ¡Hasta ahí podíamos llegar!

Al final, tras este baño de parabienes y con la ayuda de las fuerzas del orden, el autobús pudo seguir camino de Barcelona, donde gentilmente las autoridades lo confinaron en una cochera municipal de la que no pudo salir hasta bien entrada la noche, no sin antes borrarle todos los mensajes “subversivos” y el dibujo del niño y la niña. Digo más, hasta les requisaron (robaron impunemente) todos los libros y folletos que portaban, de contenido peligrosamente infeccioso y subversivo.

Pero inmunes al desaliento, el autobús se dirige a Pamplona, donde las comprensivas y respetuosas multitudes enfervorizadas le esperaban en la estación de Zugasti. Resumo: doscientos ultras le recibieron con banderas arcoíris y pancartas de LAB, un sindicato abertzale. Como les impiden salir de la estación han de esperar a que llegue la Guardia Civil para escoltarles hasta Pamplona. A mitad de camino les para la policía nacional y la municipal. El alcalde exige que se retire el logo de HazteOir para permitirles entrar en la misma. Los “fans” les siguen, gritando inspiradas consignas como: <<la Virgen del Rocío era un tío>>. Una vez llegaron a la ciudad, unos cuatrocientos fanáticos –que pasaban por allí- les ofrece un racimo de pedradas. La policía, incapaz de controlar a las turbas, les envía al aeropuerto… Nuevo éxito para la libertad de expresión en este lastimoso país. Naturalmente, Podemos se congratula de los ataques al autobús en Pamplona, defendiendo que los altercados están “legitimados”.

Y lo último hasta hoy, el “sitio” de Sevilla, del que, por falta de espacio, solo diré que tras pedradas, rotura de lunas y demás obsequios de las cívicas hordas dialogantes, solo pudieron salir de la ciudad escoltados por vehículos de antidisturbios, unidades de policía a caballo y patrullas de la policía local. La España del siglo XXI.

Decía Chesterton: <<Llegará el día en que será preciso desenvainar una espada por afirmar que el pasto es verde>>.

De manera que, ustedes mismos.

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