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La sombra es alargada

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La sombra es alargada

Fructuoso Díaz

El próximo 17 de octubre Miguel Delibes cumpliría 99 años. Uno de los más premiados escritores del siglo XX publicó en 1948 su primer libro: La sombra del ciprés es alargada. Un año antes, con esa misma novela, conseguiría el Premio Nadal. Miembro de la RAE, escritor y periodista, sería varias veces propuesto para el PremioNobel.

Delibes nos presenta unas sombras que son presa de innobles augurios. El pesimismo invade el relato en las tramas y un permanente individualismo en las decisiones de sus protagonistas; pero es una excelente obra, la primera publicada por el académico vallisoletano, aunque Delibes no creyó en ella como una buena novela; para él un intento fallido en busca de un estilo propio.

El autor de Los santos inocentes, El hereje, El camino, Cinco horas con Mario, La hoja roja, Las ratas tenía 27 años cuando ganó el Nadal. Luego, llegarían otros premios: el Nacional de las Letras, el Cervantes, el Príncipe de Asturias. Desempeñó una galopante carrera periodística como director del Norte de Castilla.

Delibes y sus sombras… Para el académico las sombras son las murallas que se cierran, el maestro que solo ve lo negativo en la vida y, lo que es más lamentable, transmite ese mensaje a sus alumnos. El pesimismo recorre las páginas de la novela como un ciclón avasallador, dibuja el rostro del abatimiento y la lucha por cambiar una sociedad, anclada en el pasado, que permanece inmóvil. Es un mundo sin esperanza para el amor y la amistad, una novela de denuncia social en la corriente literaria de la narrativa española del siglo XX.

Los cipreses, a modo de torres que vigilan, lanzan sus sombras, a veces como privilegiados convidados en los cementerios. También, desde promontorios de las costas, las torres proyectan sombras y luces, como rayos que salen de sus faros para orientar en la noche el rumbo de los navegantes.

En Hellín también es alargada la sombra que proyecta la torre del Rosario. La edificó hace ahora ciento cuarenta y dos años, en 1877, Justo Millán. El arquitecto hellinero le dio algo más que forma y figura. Le infundió un espíritu de celestial altura, hasta de majestuosidad. El significado que tiene para muchos hellineros evidencia que hay torres que no se hacen para la tristeza ni el pesimismo. Ese año Justo Millán y Espinosa construyó el pórtico de acceso al Llano del Rosario, amplió el santuario y edificó de nueva planta su torre. Siguió las corrientes eclécticas de la época, tomó el arco de herradura de estilo árabe, formas y perfiles neo-egipcios y ornatos del bizantino y del ojival. En el conjunto se plasma el talento del artista quien, apropiándose de estilos diferentes, los funde en su imaginación, los combina para que el sello sea la originalidad.

La torre del Rosario se erige vigilante sobre el cerro del Castillo. Proyecta una sombra tan alargada que enciende de luz y color las flores del Plano del Rosario. Su sombra, cuando los primeros rayos de sol abren la madrugada, despierta emociones nobles en muchos  hellineros. Hasta en la noche, su luz es compañía para el viajero desde la distancia. Su sombra nos mueve a creer en un futuro con esperanza.

Las sombras no tienen porqué ser pesimismo e individualismo. Pueden ser refugio y compañía, serenidad y aliento, el reposo necesario para seguir remando en mares abiertos, con murallas que se abren y sombras que no amenazan ni llaman al desaliento.

            Luces y sombras. Son los ingredientes que no pueden estar ausentes en nuestras vidas. Son el alimento que necesitamos para llenar de ilusión el viaje de nuestra existencia. En las sombras se refugian los impulsos de nuestro corazón y las expectativas de nuestras ilusiones. Son el espacio para la reflexión en las tardes de estío y el soplo de aire fresco que buscamos para vencer los desencuentros.

Seguiré leyendo a Miguel Delibes para buscar nuevas emociones en cada uno de sus renglones, en cada una de sus palabras. Mientras, lanzaremos nuestra mirada hacia la torre del Rosario hasta cegarnos con sus luces y empaparnos con nuevos alientos, para que sus luces y sombras empujen los vientos del optimismo y la nobleza en nuestras intenciones.

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