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La parte negativa de la sociedad digital

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La parte negativa de la sociedad digital

Conchi Catalán

Estamos en plena era digital. El extraordinario avance de la tecnología ha sido, sin lugar a dudas, un fenómeno que ha transformado nuestras vidas, revolucionando de manera espectacular la economía, el comercio, la educación, la cultura, la salud, la política e incluso la forma de relacionarnos y de compartir nuestros afectos…  

Internet es hoy una herramienta tan necesaria que sería impensable vivir sin ella.  

Hasta hace unos pocos años, si queríamos leer este periódico, íbamos al quiosco o a la librería y lo adquiríamos. No había otra posibilidad. Hoy, con un solo clic no solo podemos leer nuestro periódico local, sino también cualquier periódico de cualquier parte del mundo. Hoy tenemos la posibilidad de enviar información de un lugar del planeta a otro en segundos. Podemos hacer la compra en el supermercado de manera virtual, adquirir un billete de avión o comprar una camiseta en Australia, pagar una multa, comprar una entrada para un concierto, reservar hotel, traspasar dinero a nuestra cuenta, pedir cita en la Seguridad Social, en el especialista médico, en el ayuntamiento o en Hacienda, contratar los servicios de cualquier profesional o compartir nuestras vidas a través de fotos, vídeos, sonidos y un sinfín de actividades más. 

En definitiva, esta digitalización global ya no tiene marcha atrás y no cabe ninguna duda de que las ventajas que ofrece internet son infinitas tanto en el consumo de contenidos educativos, culturales, de ocio, de información, etcétera, como en las innumerables ventajas derivadas del comercio online, que hoy en día se ha convertido en un canal imprescindible tanto para la distribución de productos como de servicios. 

Sin embargo, “no todo el monte es orégano”, también esta sociedad informatizada o “robotizada” está generando grandes desajustes…  

Un ejemplo claro, lo encontramos en esa parte de la población, que ya tiene una edad, y que encuentra muchas dificultades para acceder y usar estas tecnologías, evidenciando las grandes barreras y dificultades a las que se enfrentan a la hora de realizar gestiones y trámites vía telemática como rellenar impresos, pedir una simple cita o (como ya lo han manifestado muy bien en estos días) sacar o ingresar dinero de un cajero. 

Estamos en la era de las comunicaciones, nunca hemos estado más comunicados, pero me parece que lo que hemos ganado en cantidad, lo hemos perdido en calidad humana. 

Es desesperante, la “batalla” que tienes que librar vía teléfono, cuando necesitas solucionar un problema con las Administraciones, servicios públicos, bancos o empresas… 

El primer escollo es que te cojan el teléfono y después, poder hablar con alguien, pues la mayoría de las veces hablas con una máquina. Si tienes suerte y te escucha una persona, te remite a otro número donde tienes que contar de nuevo tu problema, eso con mucha suerte, porque la mayoría de las veces “todos los agentes están ocupados” y tienes que volver a intentarlo “en unos minutos” que, sin duda, transcurridos dichos minutos, seguirán estando ocupados…Y no hablemos de los bancos, donde parece que todos tenemos la obligación de saber manejar los aparatos… 

¡Cuántas veces, hemos presenciado la “prepotencia caritativa” en el trato hacia algunas personas como si fueran tontas, cuando lo único que piden es su derecho a ser atendidos presencialmente ya que no tienen por qué saber manejar los botones de la máquina! 

Un estudio realizado recientemente por el Barómetro de Mayores UDP, señala que más de una cuarta parte de las personas que no usan internet (27’3%), no pudieron durante la pandemia, realizar gestiones sanitarias o sociales, ni obtener información por teléfono siguiendo instrucciones de una máquina, solucionar gestiones administrativas y bancarias, ni realizar compras online.  

Se supone que Internet ha venido para hacernos la vida más fácil, no para complicárnosla y hacer que muchísima gente se sienta excluida de esta sociedad digital tan “avanzada”. 

Todas estas cuestiones deben llevar a las Administraciones a reflexionar sobre la necesidad de mantener algún tipo de asistencia presencial, que se dedique exclusivamente a atender a las personas, se les escuche y se les ayude a solucionar el problema, para asegurar así el bienestar, la calidad de vida y los derechos de todas aquellos que por diversas circunstancias no controlan la digitalización. 

En definitiva, como decíamos al principio, no podemos permitir que los grandes avances y ventajas de esta era digital, que son incuestionables, tengan como contrapartida la enorme pérdida de calidad humana.  

La sociedad necesita los avances y la innovación, pero sin dejar de lado el componente humano. Nos encaminamos hacia una sociedad que aspira a que todos los servicios hacia los ciudadanos se realicen a través de canales electrónicos, lo que si bien, por una parte, se gana en eficiencia y racionalización de recursos físicos y económicos, a su vez genera un alto grado de deshumanización por que se sacrifica el contacto físico y la interacción directa con las personas. Esto lo hemos podido comprobar también en esta pandemia con la enseñanza online. Superada la emergencia y valorando el enorme esfuerzo de alumnos, padres y profesores por sacar adelante el curso, ha quedado ampliamente demostrado que la educación online no puede sustituir a la presencial y especialmente en las etapas  obligatorias (infantil, primaria y secundaria) , precisamente porque son edades cruciales en el desarrollo de la persona y  la relación directa, la interacción, la convivencia y las emociones así como el papel del profesor como guía y acompañante, son claves e insustituibles en el proceso de enseñanza y aprendizaje de este periodo de la vida. 

“Educar a través de una pantalla no es educación, sino mero aprendizaje o instrucción” (Michel Desmurget) Sin embargo, la escuela (tomando las palabras de Díaz Gutiérrez, profesor de la Universidad de León) Es el espacio donde se trabaja la igualdad de oportunidades, se desarrolla la educación integral, se opera el proceso de socialización y se combate el fracaso escolar. La educación exige comunicación y encuentro, la educación es convivencia, requiere presencialidad, empatía y escucha… 

Obviamente, las ventajas que ha traído la tecnología a nuestro día a día son asombrosas, pero creo que es importante, hoy más que nunca, que seamos autocríticos, que valoremos las cosas en su justa medida. Hay líneas que no se pueden cruzar, que nuestro tiempo para los demás y para nosotros no debe perder la calidez humana ni la cercanía en las relaciones, que una máquina nunca, por mucho que se empeñe la robótica podrá sustituir al ser humano… Al menos yo lo veo así.  

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