(Presuntamente)
Antonio García
Puede que a la mayoría no les guste este artículo. Así que, ustedes disculpen si voy contra todos, o casi todos. El pasado sábado les conté cómo la ONU maneja el arte de dar por saco. Pero lo que no les he dicho es que a mí también me suliveya, como los perjúmenes de mujer de Carlos Mejía Godoy y los de Palacagüina. Aunque soy plenamente consciente de que mi actividad porsaquera no tiene repercusión planetaria, me encanta ir contra todo lo “políticamente correcto”, sobre todo desde que sé que esa expresión la inventó la masonería. Vamos, que se perfectamente que mi influencia en el pensamiento de las masas no tiene ni el tamaño de un virus, que es precisamente de lo que hoy quiero hablar. Pero me veo obligado en conciencia.
¿A ustedes no hay nada que les suene raro en todo este montaje del Covid19? A ver, yo no niego que haya suelto por ahí un bicho mala folla. Pero de esos ha habido, hay y habrá millones desde que se inventó la Humanidad, y además los llevamos con nosotros en dosis industriales, sin necesidad de estar enfermos.
Son mosqueantes las palabras del okupa Sánchez, que dijo –y léanlo atentamente-: <<Esta emergencia mundial tiene como efecto acelerar cambios que ya se estaban poniendo en marcha desde hace años… El cambio hacia formas de gobernanza mundial para hacer frente a las amenazas que también son globales, como hemos visto en esta pandemia. Pero ha llegado una sacudida mundial que ha acelerado todos estos cambios que veníamos registrando>>. El que sepa leer entre líneas, que lea.
Para empezar, que si pangolín que si murciélago. O sea, ni puñetera idea. Que hasta puede que el bicho saliera de una cabra con anginas. Después el rollete de que si se escapó o si lo han soltado. Pero vamos a ver, ¿cómo se va a escapar? Con las medidas de seguridad que tienen los laboratorios que manejan estas cosas, con sus bichitos bien encerrados en frascos y metiditos en neveras, con el personal que se desinfecta de arriba abajo cada vez que entra y sale del retrete… en fin, que no veo a un virus cavando túneles de escape y sorteando la vigilancia al estilo Steve McQueen en “La Gran Evasión”. Por lo que… los han soltado (presuntamente). Pero ojo, no es que les abrieran la puerta y emprendieran solicos las de Villadiego, sino que los han “sacado” de donde estaban (presuntamente). Y ahora viene la pregunta: ¿Por qué? ¿Con qué fin? ¿Quiénes?
En cuanto a su origen, esto es un cachondeo, como lo es toda la información desinformativa desde que empezó el folklore. Aquí nadie sabe dónde tiene la mano derecha, no quiere saberlo, o no quiere decirlo si lo sabe. Dicen que la cosa empezó en un mercado de mariscos de Wuhan en diciembre de 2019, lugar por donde no anda suelto ningún pangolín, mamífero este que no suele acudir a las subastas de pescado. Pues no, fue un morciguillo que le dio un bocado a un señor que hacía de vientre en una cueva y éste, al salir de la misma estornudó y lo propagó por todo el mundo en un abrir y cerrar de ojos, lo que jamás había ocurrido en la historia de las pandemias. Pues tampoco, porque otros dicen que la manipulación del bicho para hacerlo más borde comenzó en los Estados Unidos de América, de la mano de un tal Anthony Fauci, a la sazón director del Instituto Nacional de Alergias y Enfermedades Infecciosas. Pero que en el país se decretó una moratoria a dichas investigaciones por considerarlas peligrosas, y el mentado lo mandó para China, con el fin de continuar en ello. Con tós sus güevos (presuntamente). Dícese además que el tal Fauci se lleva a partir un piñón con Bill Gates –el emperrado en las vacunas para todo el mundo-, George Soros –emperrado en cargarse a España y lo que pille por delante- y toda esa tropa de mundialistas filantrópicos. .
Se comenta que China reconoció el patinazo a finales de año, pero Fran de la Jungla dijo que en Tailandia –donde él vive, a dos pasicos de China-, en agosto todo el mundo había pasado el coronavirus y estaban ya como una rosa.
Y luego tenemos la parte que más me gusta de todas: desde hace dos meses o por ahí se anuncia sin descanso que en octubre habrá un rebrote. Es decir, que si por ahora hemos vencido al virus, como parece ser, es sabido que quedan unos cuantos
agazapados en la retaguardia –los muy bribones- para, una vez que empiece el fresquito, atacar de nuevo con redoblada mala leche. Lo saben las autoridades porque el CNI –Centro Nacional de Inteligencia- les va siguiendo la pista, y aunque no tienen certeza absoluta de donde se esconden, saben que están ahí, agazapados en cualquier zulo de las montañas. Y que saldrán de nuevo a hacer de las suyas y las de las farmacéuticas que, dicho sea de paso, ya se están frotando las manos, imaginando las cuentas de resultados tras las ventas de vacunas.
Sin embargo, el Instituto de Salud Carlos III de Madrid, referencia nacional e internacional en investigación biomédica en España, en su informe número 33 de 29 de mayo de 2020 dijo que ya no existe la pandemia. Que la curva epidémica que tenía que quedar aplanada lo que ha quedado es desaparecida. Y que el nivel de transmisibilidad ha quedado reducido a entre cero y uno.
Voy a ir terminado por hoy, porque se me acaba es espacio. Pero antes quiero hacer un comentario. Cuando uno en las redes sociales y foros del “internete” deja su opinión contraria a todo este circo de masas que se ha montado, generalmente le tratan de irresponsable y hasta de criminal, acusándole, por no llevar mascarilla o no confinarse de ser el causante de las muertes y hasta el culpable de que se “prorrogue” la pandemia. Esa actitud es un vicio muy frecuente entre quienes hablan antes de pensar, o poseen un cerebro de baja densidad. Sin caer en la cuenta de que, errado o acertado, pero con toda buena fe, lo que uno pretende es desenmascarar tanta manipulación y domesticación social.
Pero aún me quedan muchas cosas que contar. Y lo haré en el próximo artículo para todos aquellos que, al menos, estén abiertos a la duda razonable.
Si la censura me lo permite.
(Continuará)
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