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La ideología de género (III)

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La ideología de género (III)

Por Antonio García

Hagamos un breve repaso de lo expuesto en anteriores artículos:

El sexo biológico no existe. La diferencia anatómica –y sicológica, de la que se olvida el feminismo- entre hombres y mujeres es una equivocación de la naturaleza, que podemos y debemos corregir a voluntad.

El matrimonio entre varón y mujer es discriminatorio.

La relación íntima entre varón y mujer es opresión y explotación de la mujer. Los modos de opresión y sujeción son la procreación y la maternidad; y por tanto, el hogar, el matrimonio y la familia son los lugares de explotación. Modelo éste que hay que destruir.

No habría opresores si no hubiera hombres. Y las mujeres no serían oprimidas si no existiera tal cosa como la mujer. Acabar con el género (lo masculino y femenino) es acabar con el patriarcado. Estaríamos entonces frente al sueño de un ser humano asexuado, amorfo, indefinido y, por lo mismo, abierto a todas las posibilidades.

La revolución es silenciosa. Se trata de que el común de la gente no se aperciba de lo que está ocurriendo. En definitiva, se trata de “inventar la sociedad que queremos construir”.

Manipulación revolucionaria del lenguaje, que se manifiesta en:

  • a) Vaciado del contenido (o modificación del contenido) de palabras de uso común. Por ejemplo, matrimonio, familia.
  • b) Utilizando palabras con connotación social positiva para ocultar propósitos o intentar darle un sentido positivo a actos inmorales: “libertad de elegir”, para abortar; “salud sexual y reproductiva”, para enmascarar la anticoncepción, la esterilización y el aborto, etc.
  • c) Creación de nuevas locuciones: opción sexual, tipos de familia, homofobia, matrimonio homosexual, igualdad de género, etcétera.

Aunque irrealizables en su totalidad –por su contrariedad con la naturaleza-, estas visiones de un nuevo mundo (que nos hacen recordar a la famosa obra de Aldous Huxley) han conseguido, y seguirán consiguiendo, importantes concreciones: anticonceptivos, aborto, fecundación artificial, experimentación con seres humanos, cambio de sexo por la sola voluntad del interesado, matrimonios entre personas del mismo sexo, alquiler de vientres… Y en un futuro próximo (ahí están las investigaciones en curso, algunas de las cuales solo requieren de una decisión política para ser llevadas a cabo): clonación de seres humanos, úteros artificiales, manipulación genética para la “construcción” de nuevos seres humanos.

Creo que ustedes, queridos lectores, se habrán percatado de que este movimiento del feminismo radical va de la mano del lobby LGBT (lesbianas, gays, bisexuales, transexuales). O sea, el lobby rosa, llamado también mafia gay o mafia rosa.

Permítanme ahora que les muestre un personaje real, de carne y hueso, que atestigua fehacientemente todo lo que aquí se expone: Beatriz Gimeno, número 4 en la lista de Podemos para la Comunidad de Madrid y por tanto nueva diputada autonómica. Militante radical lesbiana, que centra su vida en el activismo social feminista por la diversidad sexual. Atea y militante del “laicismo”, fue presidenta de la FELGTB (Federación Estatal de Lesbianas, Gays, Transexuales y Bisexuales) cuando Zapatero aprobó el matrimonio homosexual y la ley de identidad de género. He aquí una breve selección de las perlas que han sido publicadas:

“La heterosexualidad no es la manera natural de vivir la sexualidad, sino que es una herramienta política y social con una función muy concreta que las feministas denunciaron hace décadas: subordinar las mujeres a los hombres”.

“Olvidar que en la mayor parte de los periodos históricos, las mujeres, si hubieran podido elegir, hubieran escogido no mantener relaciones sexuales con los hombres, no vivir con ellos, no relacionarse con ellos, es olvidar algo fundamental en la historia de las mujeres”.

“El feminismo lucha con denuedo para limitar los daños que la heterosexualidad provoca en las mujeres”.

“La heterosexualidad no solo se enseña, sino que se hacen “ímprobos esfuerzos” para que la mayoría de las mujeres sientan que no tienen otra opción. Está “fuertemente” inducida, se “presiona” a las mujeres para que se hagan heterosexuales”.

“El mundo gay tiene sus propios códigos de comportamiento, como por ejemplo la aceptación universal de la promiscuidad, aunque se tenga pareja. La fidelidad no es un valor de la comunidad gay”.

Y no sigo porque me está dando basca. ¿Qué les parece, amigos?

Solo me queda decirles algo. La ideología feminista o de género aparece hoy en todos los partidos políticos, sean de izquierdas o de derechas, aunque no sea compartida por muchos de sus miembros ni, ciertamente, por sus votantes. Esto tiene su lógica porque el interés de esta forma de feminismo no es político partidista, sino cultural. Necesita del poder, por supuesto, pero –al menos en sus primeras etapas- solo del poder en los lugares clave para ejercer su influencia, transformar la cultura, el pensamiento social.

Pero, ¿qué hay detrás de todos estos movimientos? ¿Qué y quién está detrás de las políticas “de género” que se están implantando en todas las sociedades occidentales? ¿A qué o a quién se debe el éxito tan sonoro que están obteniendo? ¿A quién le interesa realmente, por qué y para qué la implantación de esta ideología?

Trataré de explicárselo a ustedes en el siguiente y último artículo de esta serie.

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