Antonio García
Como vimos, el feminismo radical y su arma letal, la ideología de género, toman el sistema de pensamiento, el corpus filosófico del marxismo. En la sociedad “heteropatriarcal” y por ende, en la familia, el hombre es el burgués, el dominante, el explotador, y la mujer, el proletariado, la explotada. Por tanto, había que destruir toda estructura heteropatriarcal -creada por la sociedad capitalista-, todas sus instituciones, aplastar la supremacía del varón y crear una nueva sociedad sin “clases”. Una sociedad igualitaria. Y, ¿cómo conseguirlo? Aquí es donde entra en juego la Escuela de Frankfurt. Pero antes de seguir conviene explicar, aunque sea sucintamente lo que se entiende por “feminismo”. Y digo esto porque he podido observar que muchas mujeres de buena voluntad, se declaran feministas pensando todavía, románticamente, en los movimientos feministas de finales del XIX y principios del XX.
Hay al menos tres grande olas de feminismo y una última expresión post-identitaria que se ha dado en llamar Teoría queer.
La primera ola del feminismo va a irrumpir con toda su fuerza en el marco de las “Revoluciones Burguesas”, de las revoluciones liberales del siglo XVIII: Francia, EE.UU e Inglaterra. El resumen de las demandas fundamentales del feminismo de la primera ola puede ser este: igualdad ante la ley y acceso a la cultura y la ciudadanía para la mujer, y el derecho al voto.
Así como la primera ola fue informada por el liberalismo, la segunda ola fue informada por el marxismo y fundamentalmente por la teoría de Friedrich Engel sobre la familia, que se plasmó en 1884 en su libro titulado Origen de la familia, el Estado y la propiedad privada. Este libro puede resumirse en una frase bien concreta: <<En la familia el hombre es el burgués y la mujer el proletariado>>. Fracasó rápidamente sobre todo por la experiencia de la Unión Soviética donde la mujer, lejos de liberarse de sus cadenas, vio ajustárselas cada vez más. Tuvo que entregarse por completo a los designios del “partido”, y digo por completo, incluso sexualmente.
Es en Occidente donde va a nacer entonces la tercera ola del feminismo, fundamentalmente con el libro “El Segundo Sexo” de Simon de Beauvoire. Este libro, de 1949 puede resumirse con una frase que es célebre hasta nuestros días: “No se nace mujer, llega una a serlo”. Esto significa la aparición del fundamento filosófico de la ideología de Género. Estas expresiones del feminismo tocan más lo que es un verdadero “hembrismo”, es decir, la otra cara del machismo. Un feminismo que pasa a ser impulsado no por el amor hacia la mujer, sino por el odio hacia el hombre.
Volvamos a donde nos quedamos. La estrategia dispuesta por Gramsci fue proyectada por la llamada Escuela de Frankfurt, que se inspiró en él, originalmente fundada en 1923 como “Instituto para el Nuevo Marxismo” y luego denominada Instituto para la Investigación Social, para encubrir su claro sentido político. Fue creada por un conjunto de intelectuales marxistas, la mayoría de ellos judíos. Durante la Segunda Guerra Mundial se trasladó a EE.UU., desde donde comenzó su labor expansiva. A este movimiento se le conoce como nuevo marxismo, cultura neomarxista ó la Nueva Izquierda. Se formula así la doctrina del <<neomarxismo>> y a partir de él la izquierda elabora un concreto programa de acción estructuralista que logra una decisiva influencia en distintos campos del pensamiento, en la psicología (Lacan), la educación (Piaget) y la etnología (Levi Strauss), entre otros.
Dejando de lado todo estorbo moral, por encima de las “supersticiones” religiosas se abrieron paso el hedonismo, el relativismo y las teorías emancipatorias o liberadoras, que allanarían el camino de los movimientos de liberación sexual. Cuando Erich Fromm, adscrito inicialmente a la Escuela de Frankfurt, supuso que la masculinidad y la feminidad no se debían a diferencias biológicas, la guerra cultural de Gramsci disputaba sus primeras batallas. El neomarxismo, que realmente toma impulso en EE.UU., regresa a Europa. Curiosamente no viene de Rusia, sino de EE.UU. Fueron básicamente estas elaboraciones ideológicas las que activaron y sustentaron el proceso revolucionario de los años sesenta del siglo XX, siendo particularmente efectivas entre los estudiantes de las Universidades de Francia y Alemania (Movimiento Hippy, Mayo del 68 francés…) Asimismo, estas ideas también serían la base tanto del llamado eurocomunismo como del neo-socialismo desarrollado en distintas latitudes durante los años ochenta y noventa. El principio constitutivo de esta creencia radica en un materialismo que niega la existencia de un principio anterior y superior al hombre. Explícitamente se niega la existencia de un Dios creador, se rechaza la existencia del alma humana y, por tanto, de toda esencia y toda trascendencia del ser.
Asumiendo tales premisas, ¿cómo se manifiesta concretamente este nuevo tipo de acción revolucionaria? La aplicación de este sistema procura destruir todo principio moral, generar un ánimo hostil contra todo tipo de autoridad, contra toda forma de jerarquía y orden sea en el terreno religioso o en cualquier campo del civil. La autoridad se degrada sistemáticamente en el Estado, la familia y la enseñanza. Este quebrantamiento del orden natural conduce a una completa pérdida de principios y un radical decaimiento en la moral. Y añado, la “revolución obrera” a la nueva izquierda le importa un pijo.
Y no les canso más. Ideología a la que le sería imposible tener éxito si no fuese por el estatismo. Es decir, la tendencia que exalta el poder y la preeminencia del Estado sobre las demás entidades sociales. Empeñados en la “nueva revolución”.
Sólo me queda sugerirles que estén atentos a la jugada. No se fíen de las apariencias
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