Como habrán podido comprobar en nuestras páginas, desde hace unos meses un grupo de personas donde se ven reflejados muchos hellineros que por distintos motivos han tenido que buscase la vida lejos de su querida ciudad, con la total colaboración de la familia Guerrero Labrador, propietarios del local, están trabajando para conseguir que el entrañable Teatro Victoria, la única muestra que queda de una época de esplendor como tuvo la cinematografía en nuestra ciudad, no se pierda para siempre siguiendo el camino del los llamados Principal, Olympia, Español, Levante, Victoria y Gran Vía, donde generaciones de hellineros pudieron disfrutar de la magia del cinematógrafo.
En 1895, un 28 de diciembre, los hermanos Louis y Auguste Lumière, presentaban en París su película “Obreros saliendo de las fabricas Lumière”. Desde entonces esta prodigiosa invención ha evolucionado de tal manera que sería imposible imaginarse un mundo sin el cinematógrafo.
El 10 de febrero de 1995, en el periódico local ya desaparecido, La Semana, con el fin de unirse a este homenaje universal al séptimo arte, tomando como referencia la ocasión de la llegada a Hellín de este fenómeno de masas, que se produjo en el mes de febrero de 1897, cuando por primera vez los ojos asombrados de unos pocos hellineros pudieron ver en un barracón instalado en la Plaza de la Iglesia unas imágenes en movimiento, publicaba una serie de capítulos, que hemos creído conveniente, dada la oportunidad, volver a reproducir para nuestros lectores.
Evolución
Apenas habían pasado un año desde que los hermanos Lumière presentaron su genial invento, el cinematógrafo, en París el 28 de diciembre de 1895, cuando el diario “ECO DE HELLÍN”, el primero que se editaba en la población, dirigido por Javier Zorrilla, daba una referencia sobre lo que más adelante se denominaría “El séptimo arte”.
“Anoche tuvimos el gusto de presenciar alguna prueba de las que se efectuaron en el teatro para la instalación del cinematógrafo, cuya exposición al público comenzará esta noche bajo la dirección de los señores Hernández y Franco.
Podemos asegurar que es lo más curioso que es capaz de inventar el hombre y seguros estamos que el pueblo entero ha de preocuparse el placer de conocer tan magnífico aparato”.
Era un 20 de febrero de 1897, una fecha revelante en la historia moderna de la ciudad.
La siguiente noticia sobre el cinematógrafo nos la daba el bisemanal LA VERDAD cuando relataba las novedades de la feria de septiembre de 1898. La nota escueta decía así:
“También se exhibirá durante los días de feria un cinematógrafo iluminado con luz eléctrica”.
Hasta 1906 no volvemos a encontrar ninguna otra referencia. Los pocos periódicos que se editan durante los primeros años de este siglo pueden ser el motivo de la escasez de noticias. Este año, Rogelio Hermida, hombre fundamental en la historia del periodismo local, funda el día 4 de febrero el semanario GENTE NUEVA, y una semana más tarde ya escribe sobre el cinematógrafo:
“Pasada la Semana Santa se instalará en la Plaza de la Constitución un magnífico cinematógrafo propiedad de nuestro casi paisano y querido amigo don Ángel Virto”.
Así lo describía:
“El barracón, que solo tiene de ello el nombre, es un lujosísimo salón ricamente decorado en el que la estancia es tan cómoda como en un buen teatro de provincias, y las películas y aparatos de proyección son, según hemos tenido ocasión de admirar, lo más perfecto y acabado que se conoce.
Esto unido al incalculable número de cintas que el señor Algar ha tenido el gusto de mostrarnos y el sitio céntrico y espacioso que ocupa, hacen augurar un buen negocio por lo que al dueño del referido espectáculo respecta”.
Una semana después GENTE NUEVA seguía comentando el éxito del cinematógrafo:
“Continua abierto al público el magnífico cinematógrafo Palacio Luminoso, instalado en la Plaza de la Constitución de este pueblo.
Cada noche resulta más bonito y sorprendente el variadísimo espectáculo que se presenta pudiendo asegurar, sin temor a mentir, que es lo mejor de cuantos aparatos de esta índole nos han visitado.
Las películas, continuaba, que en él se presentan, reúnen no solamente la más reciente novedad, si no la condición de hallarse completamente nuevas, por cuyo motivo, los cuadros, todos que se exhiben, resultan sin oscilación ninguna y con una perfección nunca vista.
Todas las noches varían dichos cuadros, por eso no es de extrañar que el público se afane por asistir todas las noches”.
El Cingamachos
Dos años más tarde, el 7 de febrero de 1908, el mismo semanario escribía del gran éxito del invento, o el cingamachos como lo llamaban en Hellín:
“A pesar del frío que sobre nosotros cae como llovido del cielo, continúa funcionando los cingamachos, cada día más concurridos.
Han entrado en competencia, y como de la competencia siempre sale ganando el público, se ha abaratado el precio y se han mejorado los programas de una manera asombrosa.
El instalado en la Plaza de la Constitución, antes Plaza de la Iglesia, propiedad de los señores Ribera y Rodríguez, han reducido las entradas a 10 y 20 céntimos, respectivamente, y mejorado los programas con estrenos notables como La Princesa Encantada, El Naufragio del Sirio en el puerto de Cartagena y otros, cuyos títulos serían prolijos enumerar, pero que el público que ha acudido al reclamo de contemplarlos ha aplaudido con verdadero gusto.
La preferencia de este barracón se ve llena a diario con lo más selecto de nuestra sociedad.
Al instalado en el Teatro también van regresando las golondrinas, es decir también vuelven las señoras…
Los cuadros que desde que hace días exhiben los señores Pozuelos y Rodríguez son de lo más moderno que se fabrican: Entre dos fuegos; La Plancha; El Vigilante; Los piratas y otros, casi todos estrenados, han gustado muchísimo por su limpieza y sus argumentos”.
Esta puede ser una de las primeras veces que se proyectarán películas en este teatro, que construido en 1890 bajo la dirección del arquitecto Justo Millán Espinosa y la iniciativa de Aniceto Losada García, de cuyo primer apellido tomó su primera denominación.
Desde esta fecha, hasta su demolición en 1947, el Teatro Principal, como se llamó posteriormente, estuvo unido a la evolución del cinematógrafo a nuestra ciudad.
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