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Hiperconectados

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Hiperconectados

Conchi Catalán

A fecha de hoy, en 2023, si tuviéramos que vivir sin redes sociales, nos parecería un auténtico despropósito.

En dos décadas del siglo XXI, Internet y las tecnologías forman parte de nosotros, están indisolublemente pegadas a nuestras vidas, en el trabajo, en el ocio, en la educación, en la forma de socializar, en la cultura… en fin, en cada rincón de nuestra existencia.

Entre toda esta ingente revolución tecnológica, Internet, ha generado un cambio en la manera de comunicarnos y relacionarnos, una auténtica y profunda transformación, no solo a nivel social, sino también a nivel psicológico y humano.

Las redes sociales se han convertido en una parte integral de nuestras vidas. Plataformas digitales, como Twitter, Facebook, Instagram, Tik Tok, Linkedin, youtube …han transformado nuestro día a día, llegando a cambiar drásticamente la dinámica de nuestra interacción social y de manera especial la de los jóvenes, a los que calificamos como “nativos digitales” porque han crecido rodeados de las nuevas tecnologías y sus dispositivos y, por consiguiente, se mueven con total soltura asimilando su uso eficaz e instantáneo, aunque eso no quiere decir que sea siempre el más adecuado…

Sin dejar de reconocer todo lo positivo que este mundo tecnológico ha aportado, también somos conscientes de los peligros que puede acarrear, especialmente entre los jóvenes y en los niños.

Cotidianamente vemos a niños pequeñísimos que se pasan horas sentados en la silleta mirando vídeos en el móvil de sus padres. Yo me pregunto: ¿conviene dejarle a un niño muy pequeño nuestro móvil para que se entretenga?

La OMS recomienda la restricción total de su uso hasta los 3 años y expertos en salud mental avisan de que “la exposición excesiva es perjudicial, porque puede acelerar el crecimiento del cerebro y asociarse con déficit de atención, retrasos cognitivos, problemas de aprendizaje, aumento de la impulsividad y falta de autocontrol” (Dr. Horacio Vargas Murga, director adjunto del Instituto Nacional de Salud Mental).

Los niños menores de dos años necesitan explorar el entorno e interaccionar con los demás, (padres, hermanos, abuelos, cuidadores…) para poder desarrollar así su capacidad intelectual de manera adecuada, estimulando el lenguaje, la motricidad, la afectividad y las habilidades sociales.

Por tanto, el uso de pantallas en edades muy tempranas pude dificultar en los pequeños su aprendizaje social y emocional, como la comunicación no verbal, la empatía, la capacidad de atención o de concentración entre otras…

En niños más mayores, en la etapa escolar, el uso excesivo de los ordenadores, tablets y móviles, está ocasionando problemas en su aprendizaje, como dificultades en la lecto-escritura, la comprensión lectora, la capacidad de expresarse o la atención, al igual que dificultades en su tiempo dedicado al estudio.

Cuando un niño está frente a una pantalla, se muestra como abstraído, desconectado del mundo que le rodea, perdiendo así muchas oportunidades imprescindibles para su desarrollo social y afectivo.

La adolescencia es una etapa igualmente importante en el desarrollo del ser humano y el uso de la tecnología es aquí mucho más intenso e impactante para su formación.

Los 14-16 años son edades clave donde la socialización a través de las tecnologías se hace patente de forma clara. El 93 % de chicos en esta franja tiene un Smartphone y aunque, la edad mínima para tener uno de estos en España son los 14 años, nos encontramos con que a los 9 ya lo maneja un altísimo porcentaje de chavales e incluso se mueven como pez en el agua por plataformas como Tik Tok o Instagram, tal y como asegura Andrea Urbas, directora de la ONG Chicos.net.

Para los adolescentes, las Redes Sociales no sólo no entrañan riesgos, sino que tienen un enorme atractivo. En ellas, se sienten protagonistas, se relacionan con sus iguales, usan su propio lenguaje, comparten sus gustos e intereses y, muy importante, se sienten libres del control de los adultos; además, la pertenencia a la Red les hace sentirse integrados en el grupo, hecho este, de vital importancia en su mundo adolescente. Por todo ello, prefieren la comunicación digital a la interpersonal.

En definitiva, creo que las Redes Sociales son una herramienta poderosa que, sin duda, facilita la interacción y la conexión entre las personas, pero al mismo tiempo, pueden distorsionar fácilmente la forma en la que nos relacionamos y nos percibimos a nosotros mismos y a los demás, ejerciendo malas influencias a través de falsos modelos sociales, que generan en los jóvenes sentimientos de frustración, baja autoestima o inseguridad, ante una percepción negativa de su propia imagen corporal, reflejada por ejemplo, en el número de “likes” que reciben en su red, sin hablar de otros factores de riesgo como el ciberacoso, el sexting, el groomin… o el incremento exponencial del consumo pornográfico virtual en edades tempranas y que según los expertos, está generando enormes problemas relacionados con la violencia machista entre los muy jóvenes.

Indudablemente las nuevas tecnologías ofrecen un espacio interactivo, donde los menores pueden explorar y construir, pero al mismo tiempo, se exponen a multitud de peligros, y ahí está el problema, que debe solucionarse a través de un aprendizaje profundo de su uso, cuya solución como siempre, está en la EDUCACIÓN.

La familia, la escuela y la sociedad en su conjunto, hemos de tomar medidas para mitigar y frenar, en lo posible, estos efectos negativos, educando a las nuevas generaciones para que sean capaces de usar las Redes de forma segura, crítica y responsable.

Antes de poner en las manos de un menor un dispositivo tendría que haber habido un acompañamiento educativo previo y un trabajo desde la familia, primordialmente, y desde la escuela y la sociedad después.

La lectura de un libro, aprender a tocar un instrumento, practicar deporte, jugar en el parque con otros niños, salir al campo con la familia… y en la escuela, escribir más historias con el boli, restringir el uso del móvil en las escuelas e Institutos, así como en la familia… En definitiva, hacer que los jóvenes estén más tiempo en el mundo real que en el virtual, para que cuando entren de lleno en este último, tengan interiorizados valores como la cooperación, la solidaridad, la justicia, la empatía… que les va a ayudar “no sólo a crear conciencias críticas y responsables, sino también a hacer un uso crítico y responsable de las TIC”.

¿Por qué esta magnífica tecnología científica, que ahorra trabajo y nos hace la vida más fácil nos aporta tan poca felicidad? La respuesta es esta, simplemente: porque aún no hemos aprendido a usarla con tino. (Albert Einstein)

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