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Hellinera…

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Hellinera…

Por Sol Sánchez

Su cuerpo era lozano, como el agua de los manantiales. Olía a flores del campo, amapolas y margaritas, recién llegadas por la primavera. Sus ojos negros azabache, como la noche iluminada por el brillo de la luna. Su pelo de cualquier color, depende de los duendes que el día de su llegada le abrieron la puerta a la Villa de Hellín.

Cobijaba una belleza inusual, mezclada con aire puro de la mañana y aromas de almendros. De sus rasgos se desprendía la herencia de la hermosura de sus antepasadas. La calidez de los corazones que albergan armonías y danzas, redobles y pasiones.

Se sentó sobre la silla de anea, la del mañana, el ayer y el hoy.

Fue cubriendo sutilmente sus pies hasta la rodilla con unos calcetines blancos, hechos con hilos de la paciencia y la tradición. Sobre ellos, puso unas zapatillas de esparto, confeccionadas por manos de hombres, sentados en las calles de los barrios, disfrutando en los detalles de lo bien hecho. Hombres que poco a poco volaron hacia el cielo al son de las golondrinas.

La mujer de manos de seda, dulcemente las ató al recorrido de su delicada pierna. Arropó las curvas insinuantes de su cuerpo con una combinación que se ajustaba a su singular figura, agarrando la camisa blanca de mangas amplias de fino algodón, sujetándolas con cintas de raso al codo. Entre suspiros de plata, cogió el refajo, en tonalidades azules como el cielo despejado o anunciando tormentas. Introdujo en él la mitad de su cuerpo, dejando al aire por un momento sus blancos muslos de terciopelo, mientras que uno de sus pies se levantaba, apoyándose sobre la silla, reclinando su cuerpo para aliviar el dolor que le producía la cinta de su zapatilla.

Ante insinuante postura de una mujer hermosa, similar a las hadas y las musas, se miró al espejo, observando colores rojizos sobre sus mejillas, largas pestañas y labios de vino y primaveras. No necesitaba pinturas artificiales, su encanto era natural. Recogió su pelo rebelde en un moño, entre peinecillos y lazos finos de seda, que jugueteaban flotando con la brisa que se colaba entre las cortinas. Prendió con gracia, las flores frescas y suspiros de poetas.

Era fina, lo mismo que su corpiño, delantal y pañuelo, al que extendió en su espalda,bordado con las manos de la vida y los sueños, como su alma, destacando más aún su idiosincrasia…

-¿Cómo se llama y quién es esa mujer? ¿Cuántos años tiene? Preguntó un Ángel fascinado, que ese día se había escapado del Cielo, a un muchacho inquieto que miraba a través de los cristales de la ventana.

-Se llama Dolores, Soledad, Rafaela, Rosario, María… Es una mujer de los tiempos remotos, presentes y futuros… Es una Hellinera, arte de la Naturaleza que arrulla este rincón de La mancha y cuya belleza es enigmática e infinita.

Llego aquí desde el Universo para admirarla, en ese momento en el que su cuerpo se viste de tradiciones para llevar sus besos y agradecimientos, a modo de flores a La Patrona de este pueblo, Hellín. El ángel se quedó confuso. Jamás antes apreció la misma belleza.

-Una Hellinera- Susurró de vuelta al Cielo… -¡Una Hellinera-

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