Antonio García
Gran parte del mundo rural se halla en plena decadencia, deprimido, herido de muerte. Tan es así que en el Senado del Reino de España sonó la alarma. El enfermo respira con dificultad en muchas zonas de su cuerpo ibérico amenazadas de necrosis, si no se aplica y con urgencia el remedio adecuado. Y para eso están ellos, los padres de la patria que –nunca es tarde si la dicha es buena- por fin se han puesto manos a la obra, con un decidido afán salvador.
De todos es sabida la travesía del desierto que amplias zonas de España, particularmente la España interior están sufriendo: despoblación alarmante, envejecimiento, abandono, desigualdad… Fenómeno que no representa ninguna novedad, pues la huída del campo a la ciudad hace mucho que comenzó con la Revolución Industrial –no solo en España- y la concentración de la industria en las grandes ciudades (Madrid, Barcelona, Bilbao…) que contribuyó a agrandar las diferencias entre campo y ciudad.
No vamos a hacer un análisis sociológico, económico y político de este movimiento migratorio, porque no es momento ni lugar para ello. Además de que todo el mundo es consciente de lo que ha ocurrido y está ocurriendo. Y de sobra sabemos las diferentes condiciones de vida y oportunidades que se dan en un espacio y en otro. Pequeños pueblos de base agrícola, con apenas servicios y oportunidades para los jóvenes, en contraposición a ciudades industrializadas o semiindustrializadas. Mejores salarios, más oportunidades laborales, más equipamientos, servicios, ocio, mejores comunicaciones… etc. Resultado: pérdida de capital humano en el campo, fuga de los emprendedores, disminución o desaparición del dinamismo económico.
Lo que me interesa destacar en este artículo es la esperanzadora noticia de que los próceres de la patria se pusieron manos al asunto hace unos años. El tema siempre me ha preocupado, pero recientemente me lo trajo al recuerdo unas palabras de don Pedro Sánchez en el debate televisivo del pasado 4 de noviembre entre los cinco líderes en pugna. El candidato socialista hizo una alusión concreta a que se ocuparía seriamente de la situación del mundo rural. No faltaría más. De nuevo suspiré de gozo y esperanza por la promesa de tan preclaro candidato.
El 16 de enero de 2013 el Pleno del Senado acordó la creación de la “Ponencia de estudio para la adopción de medidas en relación con la despoblación rural en España”, que se formó en el seno de la Comisión de Entidades Locales. Y tras calentarse la cabeza durante algo más de dos años, los ponentes, en reunión de 24 de marzo de 2015, aprueban su definitivo informe. Un verdadero milagro de la inteligencia humana.
Veamos a vuelo de pájaro qué dice el informe de dicha ponencia.
En el preámbulo, para comenzar dejando las cosas claras, afirman los estudiosos: <<Este documento contiene un análisis sucinto sobre el grave problema de la despoblación que azota a numerosas provincias y zonas de España, y algunas recomendaciones de actuación a los poderes públicos, y a la sociedad civil en general, sobre una de las vías de paliar este problema: el fomento de la natalidad>>. ¡Por fin! Ya era hora de que alguien se diera cuenta del grave problema que está causando en España la falta de nacimientos. La voluntad generalizada de tener pocos hijos, o no tener. Pero dice: “recomendar a los poderes públicos y a la sociedad civil”… ¿Y cómo se hace eso con gobiernos que fomentan el aborto y con una sociedad que ha aceptado tan campante la matanza de gente nueva? ¡Pero si eso forma parte de la sociedad del bienestar y del progreso! ¡De los “derechos” de la mujer! O sea, que primero contemplamos sin inquietarnos el declive demográfico, del que ya hace tiempo se viene dando la voz de alarma, sin darnos cuenta de que ello suele ir acompañado del declive económico, y ahora resulta que una de las soluciones es parir más. Permítanme transcribir enteramente algunos párrafos del punto 3 de la ponencia:
3. Qué hacer para que en España repunte la natalidad.
3.1. Sensibilizar a la población y los líderes sociales.- Difícilmente aumentará la natalidad sin lograrse primero una concienciación generalizada, en todos los ámbitos
sociales, no sólo del gravísimo problema social/colectivo que genera la falta de niños en España y otros países, sino también del daño personal de no tenerlos, siendo como son un elemento que completa una vida humana, y que una madurez y vejez sin hijos y nietos que te den cariño y cuidados —como la que le espera, con las actuales tasas de natalidad a gran parte de los españoles—, parece mucho peor que otra repleta de descendientes que te quieran. Y, muy importante, sin recuperarse de forma generalizada las ganas de criar pequeñuelos, latentes en casi todos, por ser innatas, pero adormecidas en mucha gente hoy día. Sin una sensibilización y cambio de valores en tal sentido no se tomarán medidas eficaces pro-natalidad, que necesariamente deberán favorecer a los que tengan niños, ni se creará un clima social generalizado de apoyo a la maternidad, ni nacerán más niños.
Precioso y certero, ¿verdad? Y yo me pregunto: ¿esto lo han escrito políticos españoles? ¿De qué partido? Porque no me lo termino de creer. Y porque ya se ven, desde el 2015 hasta hoy mismo las políticas de fomento de la natalidad que están siguiendo nuestros gobernantes.
3.2. Dar al problema la (alta y estratégica) prioridad que merece.- El problema demográfico por falta de nacimientos es tan profundo que sería meritoria la elaboración y puesta en marcha de planes estratégicos demográficos, centrados en el fomento de la natalidad…
3.3. Estudiar en profundidad el problema y las posibles soluciones, con rigor y sin prejuicios partidistas/ideológicos/religiosos.- La baja natalidad es parte nuclear, no accesoria, del actual modelo de sociedad…
3.4. Compensar a los padres por una parte significativa del coste de criar hijos.- La crianza de los hijos, muy beneficiosa y necesaria para nuestro envejecido país, supone para los padres, además de esfuerzos y pérdidas de libertad, un gran coste económico, que estimamos entre 50.000 y 300.000 euros por cada hijo desde que nace hasta su emancipación, según familias, clases sociales y la edad de salida del hogar paterno. Es de justicia y de lógica, y algo o mucho incentivaría la natalidad, el que los padres recuperasen gran parte de ese gasto, en función de su número de hijos, por la vía de desgravaciones fiscales —actualmente hay algunas, pero son muy insuficientes—, incrementos en pensiones, reducciones en las cotizaciones a la Seguridad Social, etc.
(Continuará)
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