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“Entre todos la matamos y ella sola se murió”

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“Entre todos la matamos y ella sola se murió”

Conchi Catalán

Constantemente los seres humanos estamos dañando de manera irreversible el planeta que habitamos.

Las alertas hace ya muchos años que saltaron. Estamos avisados de lo que se nos viene encima, pero parece que no queremos verlo…Estos últimos días, con motivo de la Cumbre del Clima, hemos asistido al desfile de políticos, ejecutivos y autoridades mundiales hablando del tema…Todo han sido buenas razones, propósitos que luego se van quedando en el camino, los mayores contaminadores del mundo (Rusia, China, Estados Unidos) no asisten o se quedan dormidos y el resto de mortales, observamos entre absortos y cabreados, como más de 400 jets privados aterrizan en Glasgow para asistir a la Cumbre y darnos lecciones sobre lo que debemos hacer para no contaminar. La hipocresía sobrepasa los límites.

Al margen del escepticismo que muchos de estos personajes nos generan en cuanto a su aportación de soluciones, la dura realidad es que nuestro extraordinario planeta está enfermo, pero muy enfermo, porque de manera constante lo hemos maltratado y lo seguimos maltratando interfiriendo en su equilibrio y contribuyendo de manera brutal en su deterioro.

No hace falta mirar lejos, aquí mismo en nuestro entorno, el pasado verano pudimos vivir y ver como el fuego destruía una amplia zona de bosque y pinos…Cuando pasamos por allí y comparamos lo que ha quedado con lo que había, el impacto es tan fuerte, la desolación tan grande, la impotencia, la rabia y las ganas de llorar son inevitables ante esta sin razón. Estas situaciones desgraciadamente se repiten en todo el planeta durante los veranos. La Tierra se quema, se queman los bosques, que son el pulmón del planeta y si no se queman, se talan sin piedad por la insaciable ambición de poder y dinero, como está ocurriendo en la Amazonia.

Hemos hecho de las ciudades y de los espacios donde vivimos entornos irrespirables. Los coches, los aviones, las calefacciones, las industrias o las prácticas agrícolas industrializadas que cada vez lanzan a la atmósfera más gases de efecto invernadero que están contribuyendo al calentamiento del planeta y como consecuencia de ello al cambio climático, cuyas desastrosas consecuencias empezamos ya a sufrir (deshielo de los glaciares, inundaciones extremas, desertización de zonas que hasta ahora eran fértiles…)

¿Y los océanos y los mares? Tenemos bien cerca el drama del Mar Menor. La mayor laguna salada de Europa, hoy agonizando como consecuencia de las toneladas ingentes de vertidos contaminantes procedentes de una agricultura intensiva descontrolada y feroz que está destruyendo el ecosistema… o qué decir de las toneladas y toneladas de plástico que inundan los fondos marinos haciendo que cada año mueran millones de peces, ballenas, tortugas o aves…

Podría seguir enumerando infinidad de agresiones que nosotros, los seres humanos, hacemos cada día contra nuestro propio medio natural. Ante todo ello, la respuesta de los gobiernos es vital.

Se hace urgente un cambio de mentalidad que haga posible que economía y ecología sean compatibles, que conceptos como “productividad”, “rendimientos”, “ganancias” dejen de ser prioritarios para los gobiernos, que cegados por intereses exclusivamente económicos, siguen cerrando los ojos ante acciones que terminen destruyendo la vida en la Tierra.

Pero…No debemos dejarlo todo en manos de los gobernantes, en esta lucha por invertir las consecuencias y “salvar el planeta” todos somos responsables. No podemos mirar hacia otro lado y decir “el problema está en las grandes potencias. Yo no puedo hacer nada”. La respuesta personal de cada individuo es un grano de arena imprescindible.

El consumo desbordado, la falta de hábitos ecológicos, el poco cuidado en la utilización de los recursos, la desigual distribución de estos …etc. traen consecuencias destructivas como el abuso y despilfarro de la energía, el “usar y tirar”, el consumo compulsivo que nos hace crearnos necesidades que realmente no necesitamos o el generar montañas ingentes de basura, que no se recicla. Es vergonzoso ver cómo quedan los espacios después de un botellón, después del mercadillo o a veces los patios del instituto después de un recreo…

Nos falta conciencia ecológica y eso, tan absolutamente imprescindible para mejorar, se logra a través de la EDUCACIÓN.

Es vital cambiar de hábitos, ser capaces de interiorizar que hemos de respetar el medio, que el planeta no es un vertedero, que nos va la vida en ello y esto es imprescindible aprenderlo desde pequeños. Los adultos tenemos la obligación de inculcar estos valores a los niños desde los primeros años, de la manera que mejor se educa: CON EL EJEMPLO, enseñándoles a amar la naturaleza, a respetarla, a disfrutar de ella y a protegerla.

La familia, la escuela y en general todo el entorno del niño debe caminar en la misma dirección. Si queremos que un niño aprenda a no tirar residuos en la calle, o en el campo, a no malgastar el agua o a cuidar la electricidad no deberíamos nunca tirar basura al suelo, dejar un grifo goteando, o dejar las luces encendidas cuando no las usamos, porque ya hemos dicho muchas veces que los niños imitan, interiorizan y normalizan las actitudes que ven en los mayores.

La escuela es un instrumento fundamental. En los últimos años, la Educación Ambiental se ha convertido en un eje transversal en la programación escolar, desde la Educación Infantil hasta la adolescencia, teniendo como objetivo primordial conseguir que los niños desarrollen conciencia, sensibilidad y valores en torno al medio ambiente.

Dentro del abanico de actividades, que en los Colegios se llevan a cabo en este sentido, me gustaría valorar de manera extraordinaria los Huertos Escolares.

El tener un huerto en el colegio, es una garantía continua de experiencias positivas en el cuidado del medio ambiente.

Preparar la tierra, plantar árboles o semillas, cuidarlas, regarlas y disfrutar viendo cómo crecen y dan frutos. Aprender a reciclar, a aprovechar los residuos naturales para hacer abonos ecológicos, enseñarles a utilizar correctamente y valorar recursos como el agua o el cultivo ecológico…etc.

Gracias al Huerto Escolar, los alumnos son protagonistas de su propio aprendizaje, investigan los problemas medioambientales en los que estamos inmersos y aprenden alternativas que permitan un desarrollo sostenible.

De igual manera, el huerto escolar es un recurso transversal en el que se pueden estudiar temas como el consumo, la alimentación, las basuras y el reciclaje, la salud, el desarrollo de los pueblos, la ecología… etc además de una herramienta extraordinaria de integración educativa.

Esta experiencia es algo que los niños no olvidarán nunca y además les hará acercarse, conocer y por tanto amar y respetar el medio natural.

En fin, dicho todo esto y dentro de lo negro que está el panorama, parece que si el mundo “se pone las pilas” ya mismo algo se puede remediar, de lo contrario ¿Qué futuro dejaremos a las generaciones venideras?

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